POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Dicen que el sol del membrillo produce alteraciones meteorológicas que puede durar, incluso, más allá del humo de las castañas asadas del mes de noviembre. Llegarán los Santos y los Difuntos y estará aún el calor del verano del membrillo. También cuentan que lo del cambio climático es una verdad cierta, por lo cual espero que aparezcan las temidas olas. No las olas de playa Manilva, esas no, las otras, las que faltan por venir que volverán loco al puntero y a la capucha del bueno del fraile del tiempo: seco, revuelto, viento, bueno, inseguro, ventoso, húmedo y lluvia.
Recuerdo cómo competía el fraile del puntero, alojado en su artística capilla de cartón, y un precioso y esbelto gallo portugués que presidía el antiguo chinero de la salita. Uno y otro ejercían de apoyo y complemento de lo que predecía el hombre del tiempo. Cuando llegaban temporales inciertos, al fraile le salían agujetas de tanto bajar y subir el puntero. En casa, sin embargo, teníamos más fe en el gallo. Nuestro gallo pasaba del azul (buen tiempo) al violáceo y rosa pálido (humedad y lluvia). Esa mutación de colores se razona y explica al estar las alas del gallo recubiertas de bromuro de zinc haciendo que ante la presencia de humedad o no en el ambiente cambien de color.
Pronto vendrán las olas de frío. Frío que dejará a todo el mundo tieso como un polo. Frío que nos llegará del norte, de Siberia, de Rusia, de todas partes, y exclamaremos entre tiriteras “Aquí no estamos preparados para el frío”. Expresión con la que no estoy de acuerdo porque el otro día escuché decir que el señor Ambrosio murió a la friolera de no sé cuántos años. Ahora todo cambia según la procedencia de la ventisca. Ya no hace un calor que achicharre, ni frío que pele, ahora son sensaciones térmicas. Ya no hace mal tiempo, ahora tenemos climatología adversa.