POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Recuerdo cómo competía el fraile del puntero, alojado en su artística capilla de cartón (higrómetro), y un precioso y esbelto gallo portugués que presidía el antiguo chinero de la salita. Uno y otro ejercían de apoyo y complemento de lo que predecía el hombre del tiempo. Cuando llegaban temporales inciertos, al fraile le salían agujetas de tanto bajar y subir el puntero. En casa, sin embargo, teníamos más fe en el gallo. Nuestro gallo pasaba del azul (buen tiempo) al lila y rosa pálido (humedad y lluvia). Esa mutación de colores se razona y explica al estar las alas del gallo recubiertas de bromuro de zinc haciendo que ante la presencia de humedad o no en el ambiente cambien de color.