POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
¡Ah, sí! Creo que ya les hablé de don Francisco, ¿verdad?
Sí, sí- De aquel cura coadjutor-organista en la villa de Colunga, autor de una partitura para una Misa Asturiana (él decía «De Pastorela») que únicamente se podía cantar en nuestra parroquia de San Cristóbal el Real durante las fiestas navideñas, y autor también de una serie de villancicos en los que él insistía en lo que fue su ejemplo de vida: LA HUMILDAD.
Aquí y ahora traemos uno de esos villancicos; después, hablaremos de una comida humilde pero muy sabrosa.
Así cantaba nuestro sacerdote:
«El Hijo del Padre Eterno
por enseñar la humildad
siendo rey de cielo y tierra
no quiso palacio real.
El Hijo del Padre Eterno
nació en un portal.
Nació en un Portal-
¡Viva Jesucristo!
¡Viva la HUMILDAD!,
que es de las virtudes
la fundamental, la fundamental, la fundamental.
¡LA FUNDAMENTAL!
Ya cantamos. Pues ahora… ¡a guisar!
O, mejor dicho, a asar unas COSTILLAS DE CERDO A LA NARANJA.
Troceamos por el hueso, a lo largo, l kg de costillas de cerdo y las freímos, vuelta y vuelta, en una sartén con aceite de oliva. Las reservamos aparte.
En ese aceite de fritura pochamos dos cebollas cortadas en aros y tres zanahorias cortadas en láminas circulares no muy gruesas.
Llevamos esa fritura a una cazuela de barro, disponemos encima dos tomates cortados en rodajas, corteza de naranja (un poco) y las costillas
Bañamos con una copa de licor (brandy, güisqui…) y zumo de dos naranjas y asamos en horno a unos 160º C hasta que la carne esté blanda. Si se secara, se añade un poco de agua.
Se ofrece en la misma cazuela, bañadas las costillas con la salsa del asado pasada por el chino y adornando con rodajas de naranja fritas en aceite y edulcoradas con un poco de azúcar.
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