CABALLERO APUNTA A UNA FECHA CONCRETA EN LA QUE FUE ASESINADO EL POETA
Miguel Caballero es rotundo: «el asesinato de Federico García Lorca fue el 17 de agosto». El investigador granadino, que hace unos años desveló la identidad de los ejecutores del poeta, está convencido de la fecha y apoya su afirmación en el hallazgo de nuevos documentos que aportan información valiosa sobre el crimen que costó la vida al escritor, al maestro Dióscoro Galindo González y a los banderilleros anarquistas Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas.
La documentación hallada por Caballero forma parte del expediente personal de Antonio Montes Valera, la persona que estaba al mando de la sección de Falange situada en Víznar el día de la detención del poeta. Los papeles, algo más de una veintena en la que se detallan todas sus actividades desde el momento de la rebelión hasta el final de la Guerra Civil, precisan que la columna, en la que estaba destacado Pedro Cuesta Hernández, uno de los custodios del autor de ‘Yerma’, abandonó la localidad granadina el 17 de agosto para realizar una misión de reconocimiento en la zona comprendida entre Padul y la Sierra de Jayena. Esto, según el investigador, limitaría la fecha del asesinato del poeta a la madrugada inmediatamente anterior.
Antonio Montes Valera, nacido en Priego de Córdoba el 28 de julio de 1912, fue una de las primeras personas vinculadas a Falange y una figura relevante de la rebelión en la provincia en el verano de 1936. Como revela su expediente, se presentó voluntario en el cuartel del Regimiento de Artillería Ligera Nº4 de Granada –antaño localizado junto a la plaza de toros– el 20 de julio de 1936 para tomar parte en la toma de la ciudad. Durante esa jornada actuó como enlace entre los militares allí destacados y el comandante José Valdés Guzmán, que debía ocupar el cargo de gobernador civil y se hallaba bajo vigilancia en su casa por su segura implicación en el golpe.
Hasta el 23 estuvo integrado en la batería que dirigía el capitán de artilleros Joaquín Carrillo y que se encargó de ocupar la Golilla de Cartuja, un punto estratégico por su conexión con El Fargue y desde el que contrarrestaron los movimientos de los leales en el Albaicín. También durante esos días estuvo destacado en la columna que, bajo el mando del teniente de asalto Rafael Martínez Fajardo, participó en diferentes operaciones en Motril, Órgiva y Lanjarón.
Su temprano ingreso en Falange –efectuado el 15 de diciembre de 1935 y por el que era considerado ‘camisa vieja’– le permitió tener una posición importante dentro del organigrama del partido como jefe de milicias. Este nuevo rol fue el que le acercó a Víznar a partir del 26 de julio.
Allí estuvo destacado con la 1ª Centuria de Falange, encargada de sostener el frente situado en el sector de Cogollos con la compañía mandada por el entonces capitán de infantería José Nestares Cuéllar y en la que había también guardias de asalto. Con esta unidad tomó parte en la ocupación de Albolote, Iznalloz, Campotéjar, Benalúa de las Villas y Deifontes. Precisamente su papel en la toma de este último municipio le valió las felicitaciones del capitán de la centuria de Víznar.
No obstante, como explica el investigador granadino, los milicianos destacados en Víznar se involucraron también durante esas jornadas en los llamados ‘paseos’, esto es, los asesinatos de personas leales al gobierno legítimo de la República o denunciadas por su vinculación a partidos o sindicatos contrarios al golpe. Esta participación en las ejecuciones, como adelantó en su momento el propio Montes Valera al periodista e investigador Eduardo Molina Fajardo, le enfrentó con Nestares. «Le dijo que él iría al frente a matar a todos los comunistas que hicieran falta, pero a sangre fría en fusilamientos no», asegura Miguel Caballero.
El investigador granadino cuenta que Montes Valera consultó la decisión con los falangistas de Granada y, tras ello, montó a su gente en camiones la mañana del 17 de agosto para tomar parte en el reconocimiento de la zona comprendida entre Padul y Sierra de Jayena. «Aquello le pudo costar la vida», señala Caballero. «Nestares lo acusó de deserción por abandonar el frente de Víznar, pero él tenía mejores agarres dentro de Falange y pudo salvar la situación hasta el punto de ser felicitado por el jefe de milicias Pedro Segura».
Horas antes de que los hombre de Montes Valera partieran de Víznar, Ramón Ruiz Alonso, Federico Martín Lagos y Juan Luis Trescastro se presentaron en el cuartel de Falange en busca de Miguel Rosales con la intención de que les acompañase en la detención del poeta, alojado desde hacía una semana en el domicilio de los Rosales.
Como cuentan Molina Fajardo, Gibson y el propio Caballero, Lorca fue detenido el 16 de agosto y trasladado al Gobierno Civil, por entonces situado en la trasera de la actual Facultad de Derecho. Son numerosos los testimonios que confirman su presencia junto a las de Nicolás Velasco Simarro, José Mingorance, Julián Fernández-Amigo o los hermanos Manuel, José y Antonio Jiménez Parga.
La tesis de Molina Fajardo que refrenda ahora Caballero con la documentación de unos de los jefes de Falange en Granada revela que el poeta fue enviado aquel día a Víznar, donde fue custodiado por Pedro Cuesta. Miembro de la centuria que mandaba Montes Valera y a la postre alcalde de Pulianas, su papel es determinante para fechar el asesinato de Federico. «Si fue custodio de Lorca en sus últimas horas y formaba parte de la centuria que dirigía Montes Valera y que se marchó, como asegura el expediente, de Víznar en la mañana del 17 de agosto, el asesinato del poeta tuvo que ser en algún momento de la madrugada inmediatamente anterior», apunta Caballero.
Conflicto entre tesis
La fecha concuerda, como recuerda el investigador, con la aportada por Molina Fajardo en ‘Los úItimos días de García Lorca’ (Plaza & Janés, 1983) y choca con la del 18 de agosto dada por Ian Gibson en ‘La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García’ (Ruedo Ibérico, 1971) y por Manuel Titos a partir de la documentación de José María Bérriz Madrigal, secretario de los Rodríguez Acosta, publicada en ‘Verano del 36 en Granada’ (Atrio Ensayo, 2004) y adelantada por el periodista Juan Luis Tapia en IDEAL.
«Molina Fajardo apuntó a la madrugada del 16 al 17 de agosto como fecha del asesinato de Lorca desde el primer momento tras contrastar los testimonios de las principales figuras involucradas con los que se entrevistó con la numerosa documentación oficial que revisó», recuerda Caballero.
Sobre el contraste con las fechas de Gibson y Titos, el investigador considera que «el expediente personal de Montes Valera es un documento oficial y se trata de una hoja de servicios, algo a lo que los soldados y los mandos del Ejército daban un valor absoluto y que era comprobado y contrastado porque de ello dependían que dieran un ascenso por mérito o no».
Para el investigador granadino, apuntar a una fecha distinta a la madrugada del 16 al 17 de agosto es perseverar «en un error» que, en su opinión, se ha demostrado como tal por la documentación aportada por Molina Fajardo y por él mismo como por los testimonios de testigos y figuras de la Granada de la época. «Julio Fernández-Amigo, que fue jefe de policía y vio a Lorca en el Gobierno Civil, dio el testimonio contrario y Manuel de Falla, que iba a personarse para que soltaran a Federico, no llegó a ir porque le dijeron que lo habían asesinado la noche antes».
Caballero cree que Gibson insiste en escoger una fecha posterior «a pesar de las pruebas» para que le cuadre con el testimonio que le dio Manuel el Comunista –«que Molina Fajardo demostró que es falso con un documento firmado por el propio Manolillo en el que reconocía que había mentido a Gibson»– y con la tesis de la participación en el crimen del general Gonzalo Queipo de Llano en la muerte del poeta. Sobre este elemento, el investigador considera que fue «imposible» que pronunciara por teléfono desde Sevilla la célebre frase «dadle café, mucho café» por motivos puramente técnicos.
«Es una conversación que nunca se dio porque hasta el 18 de agosto Granada estuvo conectada con Sevilla sólo por la emisora de radio de López Font en el cuartel de Mondragones mientras que el Gobierno Militar estaba en San Ildefonso y el Gobierno Civil en Duquesa, a parte de que no es lógico que habiendo en Granada un gobernador militar como Antonio González Espinosa, enviado por el propio Queipo para sustituir a Basilio León Maestre porque no fusilaba al ritmo que ellos querían y máxima autoridad militar de la ciudad en tiempos de guerra, no lo hablara con él», señala.
«Indigna que invoquen a Molina Fajardo como gran investigador solo para tomar lo que quiere, cuando él siempre apuntó a la madrugada del 16 al 17 de agosto y se apoyó en testimonios orales de primera mano», apunta Caballero.
El investigador tampoco da pábulo a la tesis publicada por Víctor Fernández en los últimos días en La Razón que apunta a la localización de los restos del poeta bajo la fuente del parque que lleva su nombre en Alfacar. «Es muy improbable que se movieran huesos sin permiso en una medio de una obra pública como era la del parque por mucho que fueran los años 80 y hubiera poca concienciación», asegura. «Además que cuando lo denuncié ante la fiscalía, los testimonios que apuntalaban esa teoría se retractaron a pesar de que el posible delito había prescrito», concluye Caballero. Pablo Rodriguez
Fuente: http://www.ideal.es/culturas/miguel-caballero-aporta-20180506213131-nt.html