POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Veintitrés de marzo, primer aniversario de la muerte de Adolfo Suárez, el hombre que en el momento preciso apareció y, rodeado de sus barones, se asentó justo y precisamente en el centro de esa anárquica y desordenada sociedad española, tremendamente desordenada y hasta desorientada ante la nueva situación, de aquí la enorme importancia de las decisiones y dirección que se decidió en tan crítico momento.
Toda sociedad civilizada, culta y como tal depositaria de ese conjunto de valores propios a la hora de un «sí» o un «no», queda dividida en dos grandes grupos, ahí está el bipartidismo, natural histórico y socialmente puro y sin contaminaciones falsas o cabezas de ratón mal hechas y peor criadas.
En medio de esa masa social, o mejor dicho en la zona de contacto coinciden en infinidad de aspectos, detalles y características de criterios o matizaciones una gran masa de estos que constituyen esos grupos que en momentos críticos muy concretos y definidos se inclinan a uno u otro lado y convierten en movimiento pendular las grandes definiciones que representan, se llamen derechas o izquierdas, progresistas o conservadores, republicanos o demócratas. Lo cierto es que esa masa social existe y, adecuadamente ordenada y dirigida, puede en un momento determinado constituirse en el equipo que salve un momento crucial como fue el nuestro, salvando la crisis que se arrastraba desde finales del siglo XIX y contagiada a lo largo del primer tercio del XX, nos llevó al entregamiento y sus consecuencias, que tres generaciones más tarde siguen sufriendo a pesar de los remiendos.
La feliz idea del centro creado por Suárez y su equipo apenas si duró el tiempo justo para organizar la llamada Transición, ya que la masa social seguía conservando con nuevas variantes y criterios las dos grandes masas sociales que arrastraban toda la carga histórica de más de medio siglo y lo vemos muy claro en las elecciones a las Constituyentes de junio del 77, en las que se presentan, según las notas de prensa, doscientos dieciséis partidos políticos, auténtico mercadillo cuyo juicio es fácil emitir sin el menor riesgo.
Todo lo que salió de ese mundo, de ese minifundio de partidos está muy claro y definido y su consecuencia principal, el bipartidismo, está a punto de saltar por los aires. Este año, electoral como pocos, nos vamos a divertir de lo lindo con la que nos espera, pero es que somos así y así seguimos y seguiremos hasta tanto que el confusionismo político se disipe.
El recuerdo de Adolfo Suárez, cargado de afecto, nos lleva muchas veces a sentir más cerca aquellas visitas preñadas de emoción y deseos de futuro que se buscaba siempre con tanta entrega como dudas ante el ambiente que crecía en nuestro entorno.
Descanse en paz el hombre que inició el más noble y esperanzador camino que nunca soñó su querida patria.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/