POR MANUEL PELÁEZ DEL ROSAL, CRONISTA OFICIAL DE PRIEGO (CÓRDOBA).
Palabras pronunciadas en el acto de presentación en el Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba*
Excmas. e Ilmas. Autoridades
Respetable y respetado auditorio,
Sras. y Sres.
Me cumple con la venia del Presidente del Instituto Andaluz de los Castillos, el Dr. Julián Hurtado de Molina Delgado, Cronista oficial de Córdoba, presentar urbi et orbi, “a todo el mundo” dicho en román paladino, este nuevo ser, gestado hace menos de un año -su acta fundacional consigna la fecha de 15 de diciembre pasado-, y hasta el presente no bautizado solemnemente, utilizando el protocolo religioso.
Esta tarde ha sido convocado en este inconmensurable lugar, el Alcázar de los Reyes Cristianos, nada más y nada menos que el público en general, quiero decir los creyentes, para asistir a este importante acto que reafirma su progenie y su abolengo, con el deseo de que la andadura que ahora comienza tenga un feliz desenvolvimiento y empiece a desarrollar una fecunda actividad. Nacimiento y bautizo, pues, exige la puesta en escena de este solemne acto que oficia el Ayuntamiento de la ciudad consciente de su trascendencia, y ahora que tanto se habla de lo necesario, tan esencial.
¿Qué es el Instituto Andaluz de los Castillos? Una Asociación elevada al rango corporativo de Instituto, cuyos fines principales como reza su coyunda fundacional serán los de promover la conservación, revitalización y protección del patrimonio monumental fortificado, en el marco más amplio de la arquitectura militar y monumental del ámbito territorial andaluz. Y junto a esta primordial función la no menos principal del estudio científico, es decir, la investigación, la divulgación y también la docencia de sus contenidos, bajo cuyo paraguas se comprenden los recintos amurallados, las torres vigías, los baluartes, los fortines, las barbacanas, los refugios, las trincheras y un sinfín de bastiones y atalayas que pese al desarrollo y ordenación urbanística han sido respetados y quedan como testigos vivos de la historia, de la tradición y de la memoria.
No puede omitirse en aras de la legitimación de esta nueva Corporación que este Instituto, creado ex novo, ostenta además la representación de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, con sede en la capital del Reino, constituida en 1952, hace, por tanto casi 70 años, y cuya longevidad y experiencia es para su descendiente directo, el Instituto, un acicate y un reto de suma importancia.
Los Estatutos que comprenden 41 artículos y una disposición adicional reglamentan la organización y funcionamiento de sus órganos, y entre ellos la Presidencia, la Vicepresidencias, los Consejo General ordinario y extraordinario, el Consejo Rector, la Secretaría General, la Tesorería, las Vocalías y los Socios Fundadores, de Número y de Honor. Este es a grandes rasgos el organigrama subjetivo plural e individual, cuyo complemento, el régimen económico, determinará su capacidad y posibilitará sus actividades, a las que nos vamos a referir.
El Instituto nace como es lógico para accionar. No es un ente inerte, ni estático, sino básicamente activo, cuya dinámica exige un plan de actividades, o de proyectos a corto, medio y largo plazo. Gran parte de las 20.000 fortalezas que existen en España, el número es la mitad de las que existen en Francia, que cuenta con 40.000, están en nuestra Comunidad Autónoma. Lamentablemente ni de España, ni de Andalucía, que sepamos, existe un censo completo que las priorice según los criterios que la Administración exige. De aquí la necesidad de su catalogación y de poner al día el estado de la cuestión, previo su inventario. Los castillos, genéricamente hablando, son la cenicienta de nuestros monumentos y en gran parte nuestros grandes olvidados, pese a que nos representan más que los palacios e incluso más que nuestras catedrales. Los castillos son la mejor seña de identidad de nuestras ciudades y villas, su ADN, porque fueron su germen y son garantía de su supervivencia. En sus muros y dependencias se escribió gran parte de su historia, dentro de sus estancias se tomaron las decisiones más cruciales para la defensa y protección de sus pobladores. En definitiva, el castillo fue el yunque y el símbolo de su personalidad. La historia de una urbe, por tanto, no se entiende sin conocer su origen y su trayectoria.
Esta tarea inicial exige sin lugar a dudas una labor que necesita ayuda. Primeramente local, quiero decir de ubicación, un lugar en donde se pueda planificar este primer cometido. Quiero decir, repito, una sede, y además, un apoyo administrativo, para el que no habrá más remedio que concitar a los entes públicos y organismos oficiales: Junta de Andalucía, Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos, para suscribir los correspondientes convenios que permitan cumplir con las funciones y acuerdos pertinentes, desde la edición de la nueva Revista que debe llevar el nombre de Castillos de Andalucía, similar a la que hasta ahora ha visto la luz con el nombre de Castillos de Córdoba (de la que han aparecido hasta la fecha cinco números), hasta la convocatoria y fallo de Premios como el ya conveniado con la Universidad de Córdoba con el nombre de “Castillos de Córdoba”, extrapolable a cada una de las restantes provincias andaluzas, con la concesión finalmente del que se podría denominar “Premio Castillos de Andalucía”.
De igual manera, y a fin de poder ir mentalizando a los poderes públicos sobre la conveniencia de crear un fondo documental “castillológico” el Instituto deberá disponer de un local en donde se ubique el material bibliográfico específico, ahora en la biblioteca municipal de El Carpio, cuya digitalización y difusión en las redes sociales permitirá el acceso a los investigadores de las fuentes bibliográficas para la documentación y estudio de los trabajos que acometan.
Otras actividades, éstas de tipo social, no podrán diferirse. Me refiero al hasta ahora denominado “Día provincial de los Castillos”, y a partir de ahora también a un “Día andaluz de los Castillos”, a celebrar en aquella ciudad que más se haya destacado en el cumplimiento de los fines del Instituto.
Y ¿por qué no? El Instituto deberá suscitar el interés para que en los planes docentes y educativos se fomenten los estudios de materias referidas a los castillos, en el bachillerato, o mediante la convocatoria de másteres o grados, o ciclos formativos, con la inclusión en sus correspondientes planes de estudio de las asignaturas o créditos necesarios para la obtención de los correspondientes diplomas o títulos, que capaciten a los que los cursen. Se me ocurre pensar en la creación de la figura de “Conservador del Castillo”, a semejanza de los Conservadores de museos, ya con carácter profesional y oficial.
Pero dejémosnos ya de consideraciones y generalidades, sin duda inexcusables, y vayamos a lo concreto, comenzando por Córdoba y su provincia, pero extrapolable también a los que aún existen desparramados por Andalucía.
En un libro que podríamos incluir en el apartado de lo clásico, me refiero al escrito por Mercedes Valverde Candil y Felipe Toledo en el ya lejano 1985, los autores ponderaban la sustancia de nuestros castillos cordobeses, como “otra cosa”, no asentados en valles inmensos como los franceses, sino en peñascos roqueros, donde los haya, fundidos en el paisaje, empinados sobre las cumbres, con vocación bélica, somnolientos de historias y leyendas inverosímiles, con una arquitectura subterránea que aún vive el sueño de los justos -carne apetecible para los arqueólogos-, y protagonistas de narraciones literaria y poéticas, e incluso alguno como el de Belalcázar dándole nombre a la localidad, para indicar que el castillo es lo primero y el resto se da por añadidura. Pura filosofía senequista.
Los hay diseminados, como los de Baena o Aguilar, por los despojos de que fueron objeto a lo largo de las centurias, y otros embalsamados, como preservando su ruina o su desaparición, como los de Cabra o Cañete de las Torres, relicarios de lo que en su juventud fueron.
“¡Estos, Fabio, ay dolor que ves ahora, campos de soledad, mustio collado –podríamos declamar con el poeta- nos hablan de su invencible gente”.
“Oh, fábula del tiempo… cuánta fue su grandeza y cuánto su estrago…cuya afrenta publica el amarillo jaramago!…”
“Todo desapareció, cambió la suerte, voces alegres en silencio mudo… hoy cenizas, hoy vastas soledades!”.
Para terminar: “Cavaré con lágrimas las peñas… goza en las tuyas sus reliquias bellas, para envidia del mundo y sus estrellas”.
Pero ahí están, a cambio, los de Montemayor, Almodóvar o Espejo, gestionados por particulares, pero habitados, concienciando a la sociedad de que siguen siendo útiles y habitables, y ahora objeto del deseo turístico.
Y a esta transcendente misión nos encomendamos los socios del Instituto Andaluz de los Castillos, en la confianza de que nuestra proclama, o nuestro pregón produzca “un efecto llamada”, hoy en que se presenta públicamente su identidad, levantando acta y dando conocimiento público de su fe de vida, no caerá en saco roto, sino en el odre de la inteligencia y de la cultura. El castillo es la cultura por antonomasia. Córdoba y sus castillos deben ser los primeros en ser revalorizados. Su historia local remozada y desanquilosada. Su tradicional carácter de considerarlos como modelos de arquitectura defensiva debe dejar paso a otro estadio que podríamos denominar de arquitectura “monumental”. Los recientes artículos del prof. León Muñoz, y los publicados en el Boletín de la Real Academia de Córdoba, o en la Revista Al-Muk, o en los Anales de Arqueología Cordobesa, que hunden la daga del pensamiento en sus médulas, ls castillos dispersos por toda la provincia deben ser los primeros, dignas autoridades que nos presidís, y a los que un nutrido grupo de entusiastas castillófilos os acompañamos en este acto en el noble salón del paradigmático, histórico y bello Alcázar de los Reyes Cristianos que nos acoge. Los cordobeses los primeros. Y después los demás andaluces.
Y termino. La tarea no ha hecho más que empezar. Principio quieren las cosas, reza el proverbio, que es como decir que los castillos, nuestros castillos, los andaluces y por andaluces españoles, son la medida de todas las cosas, al menos como a cada uno de nuestros socios y al propio Instituto Andaluz de los Castillos nos parece. Y es que a la postre el vocablo castillo es un “unicum”, que no está reñido con su femenino Castilla, que significa “tierra de Castillos”, lo mismo que Cataluña. No es paradoja. Ningún sentido ni justificación tendría -al menos en este caso- la declaración unilateral de independencia.
He dicho
*Fuente: El Día de Córdoba, 29 de junio de 2021.