POR CATALINA SÁNCHEZ GARCÍA Y FRANCISCO PINILLA CASTRO, CRONISTA OFICIALES DE VILLA DEL RÍO (CÓRDOBA).
Todo el terreno que durante muchos años existió abandonado rodeado de casas, y que recibió sucesivamente los nombres de Colonia, Plaza de Riego, Plaza de España y actual calle Caballeros, que en verano se convertía en un erial, en otoño en una continua polvareda, donde revoloteaban los papeles arrojados sin control por la chiquillería y en invierno en un permanente barrizal, donde los niños y bestias chapoteaban, pareció que por fin iba a tener una utilidad a mediados del año 1978 como aparcamiento de vehículos.
El inicio de las obras aquel verano alertó a los vecinos y bajo la iniciativa del matrimonio Pinilla-Sánchez, que redactaron un escrito solicitando que en su lugar se plantara un jardín que convirtiera el solar en lugar de esparcimiento y en pulmón oxigenador de la villa, lo firmaron todos los vecinos circundantes a la plazoleta y se realizaron las gestiones pertinentes en el Ayuntamiento para salvar el terreno existente y que se desterraran de allí, las manadas de cabras, los circos pasajeros, y los vehículos aparcados.
Tras varias controversias en la gestión administrativa, la idea prosperó y con la ayuda vecinal y del Ayuntamiento se consiguió la realización del Jardín, terminando con la pesadilla del vecindario al convertirse el llano en el ideal soñado.
Se encuentra el Jardín en la dirección calle Nueva a la calle Caballeros, donde al principio de esta última, comienza a ensancharse la calzada y alcanza en medio de ella con prolongación su máximo diámetro. Todo se ha convertido en Jardín. En él observamos enseguida que los protagonistas son los naranjos que lo circundan y las elevadas palmeras. Su espacio fue en otro tiempo el límite de los campos de juego de la infancia y hoy en el jardín se abren paseos de calles cortas, para andarlas despacio, tranquilos y reposados, con bancos de piedra para sentarse a descansar y disfrutar del olor a azahar, o de las rosas cuando es el tiempo mientras los pequeñines juegan en sus espacios de recreo infantiles.
Por el jardín pasan las estaciones del año dejando sus recuerdos y huellas. En primavera, la brisa cargada de olor a rosas y azahar envuelve el ambiente. En verano volverá el bullicio de los adolescentes en vacaciones y en los bancos perdidos entre las sombras se verán siluetas de nuevas parejas. Por la noche se oirá el canto del grillo, y el murmullo de los emigrantes que vienen tras las huellas de la añoranza y pasean con sus familias. El otoño es silencioso, sólo algún viejo entretendrá la calma de sus horas bajo el sol de media tarde, y en invierno, al atardecer se verá el cielo añil entre las ramas desnudas de los plataneros.
Se ha construido un Jardín, ya en él se puede disfrutar de la vista de los naranjos, del exquisito aroma del azahar que no se evapora del todo y penetra sin fronteras su refinado olor por puertas y ventanas vecinales mezclado con el perfume de las rosas, de los dompedros, y de las celindas y huye por el humilde y útil pasaje de pisoteados ladrillos a la Barriada de Jesús.
En el jardín encontramos unas bellas instalaciones, una fuente con el fondo pintado de azul para que el agua al mirarse en el cielo parezca más pura; bancos de piedra tallados y traídos de las canteras de Porcuna, paseos alfombrados de baldosas y gran variedad de árboles: palmeras, plataneros, yucas, mimosas, pinos, naranjos y otras plantas, rosales, jazmines, dompedros, seto, etc. que dan un perfume y exotismo al ambiente local. En el jardín sentimos la calma, el cantar de los pájaros, la sombra refrescante… y las fachadas inconfundibles blanqueadas de cal ceñidas al ocre de los zócalos y puertas.
La nota romántica nos la pone un anciano, que plácidamente, con la cabeza cubierta con un sombrero de paja, acomodado en un banco, duerme su siesta a la sombra de una de las palmeras que festonean el recinto, mientras que, un perro sin amo se le acerca silencioso, lo olfatea y se marcha.
Se va acentuando como una costumbre tradicional, el que las nuevas parejas al contraer matrimonio vengan a hacerse las fotografías para el recuerdo a este bello jardín, escogiendo de fondo el marco de la estatua con una cántara de aceite, o las piedras molineras símbolos de nuestra riqueza agraria.
El jardín se ha convertido en uno de los enclaves más atractivos para las cruces de mayo, cuando llega esta fecha y surgen en varios puntos del pueblo estas peculiares estructuras de flores, foco de atracción para pasar un rato de recreo y celebrar la llegada del buen tiempo y el triunfo del aire libre sobre el brasero, en el jardín no falta esta nota de fervor por la Cruz de mayo rodeada de alegría.
Esta noche de silencio, que una luna grande y redonda ilumina los caballetes de los tejados y las azoteas, se sienten maullar los gatos de Rafaela, por entre las plantas.
La costumbre tan arraigada entre la vecindad de cuidar plantas en sus patios y balcones tranquiliza al jardinero municipal, pues si por una circunstancia especial no puede atender su oficio, tiene la tranquilidad de que las vecinas van a cuidar con esmero las plantas del jardín..
Vecinos del jardín, colaboradores todos, aquí está la recompensa a los esfuerzos realizados en común para un logro tan sin par, completada con el arreglo de la calzada que la rodea y el nuevo acerado de baldosas rojas y blancas. Otra nota singular en la población.
No puedo terminar estas líneas de alabanza al jardín, sin exaltar el mérito de mis paisanos que gracias a su intención y buena voluntad han hecho que los jardines de este pueblo tengan un futuro halagüeño.
FUENTE: CRONISTAS