POR ALBERTO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, CRONSITA OFICIAL DE BADAJOZ.
En portugués geringonça, término muy aireado últimamente por la caída del gobierno frankestein de nuestros vecinos, significa chapuza, mezcolanza, revoltijo. En español, escrito jerigonza, es la jerga que antiguamente hablaban los moriscos. Las gentes del hampa y grupos apartados tenían las suyas propias. Como no se les entendía eran conminados a hablar en cristiano; esto es, de forma comprensible. Hoy, en su sentido de mezcolanza o chapuza podía aplicarse también en el terreno político a nuestro actual gobierno, cuya condición de jerigonza o batiburrillo ininteligible no es menor que la del recién finiquitado en Portugal.
Tras ser durante siglos el español la lengua común de todos los españoles y única oficial, en la actualidad algunas minorías están volviendo a sus jerigonzas diferenciales con exigencia, además, de imponerlas a los demás y hacerlas oficiales, originando un guirigay demencial. Lo que ha vuelto a poner de actualidad la expresión: ¡Habla en cristiano¡. El caso catalán es viejo. Ahora, tras la jerigonza que se inventaron en las vascongadas, la inclusiva y otras ya impuestos a la fuerza, la que trata de hacerse oficial es ¡el bable¡ con todo lo que la operación comporta.
Configurando un léxico propio muy rico, nunca utilizado como jerigonza excluyente, elemento de segregación, ni pretensión de imponerlo a nadie, también el vocabulario extremeño está plagado de términos y modismos específicos, relacionados sobre todo con el mundo rural, labores, utillajes, usos, o costumbres nativas, que para los foráneos resultan oscuros. Muchos, tan localistas que fuera de su entorno inmediato lo son hasta para otros extremeños. En Badajoz, por su situación rayana, abundan los de influencia portuguesa. Un rico acervo que se está perdiendo por la globalización que anula lo tradicional, pero que a nadie se le ha ocurrido hacer idioma oficial de España con traductores en el Parlamento.
Expresiones hace poco cotidianas y familiares hoy son palabras muertas. Hasta el extremo de que si alguien las emplea en nuestro tiempo, diciendo por ejemplo, esgalazáo, puede ser requerido a hablar en cristiano. Pues el lenguaje es algo vivo que evoluciona con la realidad que lo rodea, por lo que, al desaparecer el objeto o función que expresa, desaparece su envoltura verbal. Sin burros no se habla de jáquimas ni albardas.
Hasta mediados del pasado siglo XX muchos términos tradicionales actualmente desaparecidos o fuera de uso eran familiares y de empleo general, pero hoy únicamente las personas de edad los entienden. Se trata de expresiones procedentes no solo de la tradición oral o el habla popular, pues muchas son académicas y están recogidas en estudios etnográficos y diccionarios dialectales.
Los jóvenes encontrarán raras palabras como escorzonera, pargaña, embozá, añugar, encetar, condurar, fechar, escarapuche, cojondongo, birondango, cajaramandanga, freidiño, condío, guto, arrutaino, segureja, corvillo, gorullo, picanso, chilraéra, embarbascar, acagazar, hacer la zalagarda y otras mil que podrían recordarse, que ahí quedan para entretenimiento de los curiosos.
Son nuestra jerigonza.
FUENTE: https://www.hoy.es/opinion/jerigonza-20211107002506-ntvo.html#