EL LINAJE DE LOS PEÑA DE VILLAREJO DE LA PEÑUELA. ASCENSO Y PODER
Ene 02 2024

POR DAVID GÓMEZ DE MORA, CRONISTA OFICIAL DE VERDELPINO DE HUETE, Y VILLAREJO DE LA PEÑUELA  (CUENCA) 

Como sabemos los tratados genealógicos eran obras escritas con diferentes finalidades, entre las que estaba la de hacer descender a muchos de los linajes recogidos en sus hojas, con aquellas grandes familias de la nación, bien a través de relatos cargados de leyendas y gestas (en las que se remarcaba su presencia en episodios de tipo bélico), así como también en situaciones de una gran resonancia política (con las que se dejaba constancia de la influencia de sus ancestros en momentos trascendentales de la historia).

No obstante, la pretensión por parte de los autores en algunas ocasiones era tal, que desde el punto de vista genealógico, se llegaba a relacionar bajo un mismo tronco familiar a determinados apellidos cotidianos y ampliamente extensos, que en origen nada tenían en común.

Caso que por ejemplo apreciaremos en la historia de la casa Muñoz afincada en tierras conquenses, y cuya forma escrita deriva del nombre propio de Munio o Muno, este muy empleado en tierras de Castilla durante el medievo. Fenómeno que no quitaba que en numerosas obras de la época, se dijese que este remontaba sus raíces a la época romana, ni más ni menos que a la figura de un cónsul llamado Lucio Munio.

Ahora bien, el interés por remarcar los orígenes remotos de un linaje, y que muchas veces será habitual hacerlo descender de sangre regia, era una forma más con la que acentuar el peso histórico de un apellido, a pesar de que como leeremos en numerosos interrogatorios y expedientes, ya había multitud de gente que ponía en tela de juicio esa información, al considerarla poco creíble o estar fundamentada en la ficción.

Nada más lejos de la realidad, en algunas casas, esos relatos podían ir un paso más allá, de ahí que se dijese que estos incluso eran descendientes de personajes recogidos en la Biblia, tal y como ocurrirá con la familia de los Peña. En este sentido, nos estamos refiriendo a la rama de la localidad extremeña de Hoyos, y sobre cuyo origen en el nobiliario de Diego Fernández de Mendoza (Ms. RAH 9/270,) se indica en el folio 313-r, que sus integrantes procedían de uno de los tres Reyes Magos de Oriente. Es por ello, y para remarcar esa supuesta vinculación, que la familia empleará entre sus armas blasonadas, la figura de la estrella dorada, recordando al astro con el que los magos fueron guiados hasta Belén.

Aunque será habitual vincular a todos los miembros de un mismo apellido bajo el origen de un linaje en común, en el caso que nos ocupa, y centrándonos en tierras conquenses, detectamos como los Peña de la zona de la Alcarria, llegarán a ennoblecer en varias localidades, tras conseguir mantener un patrimonio amplio, que les permitirá en algún municipio sacar adelante una ejecutoria de hidalguía, distinguiéndose así del resto de vecinos que habitaban el lugar

Por lo que respecta a los Peña de Villarejo de la Peñuela, estos ya aparecen referenciados en la documentación municipal desde el siglo XVI, pudiendo guardar relación con la línea noble de Guadalajara (esta afincada en Alcocer), y que también se extenderá por varios enclaves de la zona optense, teniéndola ya registrada incluso más de una centuria con anterioridad.

A lo largo del siglo XVII, la línea que se establecerá en Huete y que procederá de Villarejo de la Peñuela, vivirá una clara metamorfosis social, pasando de una casa de labradores acomodados, a una familia con mayor peso social, capaz de entroncar con linajes bien posicionados desde el punto de vista económico, e integrando entre sus filas primeramente a miembros del clero local, para finalmente conseguir dar un salto que les permitirá portar el tratamiento de “don”, además de mejorar su posición en el seno de la iglesia, al ser prácticamente vistos como hidalgos.

Sobre las raíces de los Peña en Villarejo, tenemos que remontarnos a la segunda mitad del siglo XVI, cuando en la iglesia de la localidad casaba Miguel de la Peña con Catalina López. Tanto la familia de Miguel como Catalina eran dos casas de labradores con recursos, las cuales supieron jugar hábilmente sus bazas para que sus descendientes se posicionasen socialmente por encima de sus ancestros.

Es por ello, que fruto del matrimonio entre ambos nacerían varios hijos, representando estos algunas de las personalidades más destacadas del lugar. Como ejemplo tendremos el caso de Antonio Sánchez de la Peña (cura de Bonilla), al licenciado Miguel de la Peña (quien ejercerá como cura en Villarejo de la Peñuela), así como Isabel de la Peña, y que en 1629 sellará alianzas matrimoniales con el optense Juan Rubio de Alcázar. Este último matrimonio será socialmente muy prolífico, puesto que Juan era Regidor Perpetuo en Huete y familiar del Santo Oficio. A ello cabe sumarle que la familia Alcázar tiempo después aparecerá reconocida como miembro del estado noble, disponiendo incluso con casa blasonada en Verdelpino de Huete y documentación que los enlazaba bajo un mismo tronco genealógico.

Sabemos que Alonso Rubio de la Peña casará con María de Alcázar, o que su hermano Bernardo Rubio de la Peña pactará alianzas matrimoniales con la noble doña Francisca de Priego y Sarmiento, manteniendo su residencia familiar en la cercana localidad de Valdecolmenas de Abajo. Por otro lado el cuñado de Isabel de la Peña, casará a una de sus hijas con un integrante de la burguesía optense, Juan del Cabildo y de Alcázar.

No cabe duda que la marcha de Isabel a Huete y su asociación con los Rubio-Alcázar fue decisiva para que el linaje adquiriese más poder. Hecho que veremos por ejemplo en la vida del licenciado don Gerónimo Rubio de la Peña (este hijo de Juan e Isabel), quien llegaría a ser cura de la parroquial de San Nicolás de Almazán de la ciudad de Huete, además de familiar del Santo Oficio, tal y como ya lo había hecho su padre.

Don Gerónimo tuvo hermanos, entre los que cabe destacar por su notoriedad a doña Justa Rubio de la Peña. Esta fue esposa del optense don Alonso Cavero, quien también era Regidor Perpetuo de la ciudad, además de familiar del Santo Oficio.

Para hacernos una idea del poder que acumuló la familia en su fase transicional del siglo XVII al XVIII, solo hay que leer los datos que aparecen en los testamentos de los hijos de Juan Rubio y su esposa Isabel de la Peña, para hacernos una idea de la importancia que sus integrantes le dieron al hecho de poder distinguirse del resto de vecinos, gracias a la tenencia de determinados bienes que custodiaban dentro de su hogar.

Si seguimos la documentación de los protocolos notariales de Huete, veremos que en 1671 (AMH, nº189) hacía su testamento don Julián Rubio de la Peña, religioso de Bonilla, que aprovechará la capellanía que fundó el doctor Vergara. Don Julián solicitó 800 misas, además de entregar una imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, así como un niño Jesús, junto con un espejo de cristal. Todo ello acompañado por la clásica limosna para los pobres el día de su muerte. Este tipo de donaciones en el momento del fallecimiento de la persona, no solo daban estatus e importancia al individuo y familia que representaba, sino también eran un acto positivo, de cara a la limpieza del alma del difunto ante su inminente tránsito por el Purgatorio.

En la década siguiente (1682), mandaba redactar su testamento el hermano de don Julián: don Gerónimo Rubio de la Peña (AMH, nº192). Este era presbítero comisario del Santo Oficio de la Inquisición, y como integrante de una familia adinerada, el lugar en el que iba a descansar su cuerpo no sería un espacio casual, de ahí que mandaría ser enterrado donde yacía su padre Juan Rubio de Alcázar, así como su abuelo Miguel Rubio.

La manda total de misas ascendía a 2200; teniendo en la villa una producción de 20 almudes, dos suertes de olivar y 280 ducados en cinco escrituras de censos que agregó a la capellanía que fundó el licenciado Antonio Sánchez de la Peña (su tío). Don Gerónimo tenía también unas casas con sus tinajas en Valdecolmenas de Arriba, además de viñas y tierras en dicha villa.

Entregó a su sobrino don Alejandro Cavero un escritorio grande de Salamanca con herraje dorado y un bufete de nogal. Otro hermano de don Alejandro (don José Cavero), recibió los libros que tenía el religioso, estos procedentes la biblioteca personal que poseía en Bonilla, y que parece ser ya heredó de su tío. También mandó colaborar con la decoración del retablo de la iglesia de San Nicolás de Medina, en la cual ejerció como párroco. La heredera universal de sus bienes sería su hermana doña Justa Rubio de la Peña, quien mandó realizar su testamento en el año 1698 (AMH, nº199), y del que gracias a su detalle, podemos hacernos una idea aproximada del patrimonio artístico acumulado por la familia.

Doña Justa dejó estipulado que quería que su cuerpo yaciese en la sepultura de su padre Juan Rubio, donde como ya se ha indicado se encontraba también el de su abuelo paterno, junto con sus hermanos. Este lugar de enterramiento familiar se emplazaba en la capilla mayor de la iglesia de San Pedro de Huete, en el lado de la epístola, muy cerca de la primera columna de las gradas que había en el altar mayor. Doña Justa solicitó un total de 1000 misas, indicando entre sus bienes una colección de textiles y piezas de calidad, como una colcha de seda napolitana. Todo ello sin olvidarse de mandar la ejecución de un frontal para la imagen del Santo Cristo.

Entre las obras artísticas que poseía, cabe destacar una amplia colección cuadros, siendo el caso de uno de Nuestra Señora con su hijo, San Juan y San José, otro de Santa Justa y Santa Rufina, otro de la Visitación de Nuestra Señora, así como uno de San Miguel y otro de San Pedro. Cabría sumar seis láminas de bronce con marcos de ébano, además de otros cuadros mencionados como una pieza enmarcada de Santo Domingo, otra dedicado a San Juan Evangelista, uno a Santa Gertrudis, otro de la Asunción de San Francisco, dos de media vara de Nuestra Señora, uno de tamaño mediano de San Antonio, junto con un cuadro de San Ignacio, además de muchos más, que se complementarán con tres relicarios.

Entre el mobiliario cabe citar dos bufetes de nogal grande, otro más pequeño, dos escritorios de ébano y marfil, así como varios de similares características. Llaman la atención seis reposteros con las armas del Santo Oficio de la Inquisición, además de una vajilla de Talavera compuesta por cuatro docenas de platos, la misma cantidad de tazas y una docena de fuentes (entre otras piezas).

Respecto a los objetos elaborados de plata, se citan un jarro, dos salvillas (una de plata sobredorada), una pililla, cuatro barquillas, un salero de plata blanca, otro de plata sobredorada con tapa, un pimentero y un azucarero, así como una docena de cucharas.

Finalmente, entre las piezas de preciado valor, se mencionan una venera de oro del Santo Oficio, dos sortijas del mismo metal (una con un diamante y la otra con una rosa elaborada de rubíes), así como dos cajas doradas, además de una chocolatera y que como sabemos era un objeto distintivo desde el punto de vista social, ya que todo el mundo no podía consumir chocolate en su hogar a finales del siglo XVII.

Referencias:

-Archivo Municipal de Huete. Protocolo notarial, nº189, año 1671

-Archivo Municipal de Huete. Protocolo notarial, nº192, año 1682

-Archivo Municipal de Huete. Protocolo notarial, nº199, año 1698

-Real Academia de la Historia. Hernández de Mendoza, Diego. Nobiliario. Ms. 9-270, 426 hojas

FUENTE: https://davidgomezdemora.blogspot.com/

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