POR MIGUEL GALLEGO ZAPATA, CRONISTA DE SAN JAVIER (MURCIA)

Cuando el día 30 del pasado mes de Agosto salí de misa de ocho junto a mi cuidadora Natalia Atamnenko (Ucrania), se encontraba en el quiosco del Nenico en la plaza de España, mi gran amigo D. Vicente Sicilia Tárraga que con la cordialidad que le caracteriza nos acomodó en su mesa y nos dijo que su señora había ido a comprar tabaco. Me preguntó si es que no había ido a misa nuestro común amigo Joaquín Pardo Calderón, uno de nuestros contertulios, pues le extrañó que no hubiera salido conmigo. Le comenté que sí, que lo había visto entrar, con su hermano Marcelino, pero se queda a rezar vísperas con su grupo de oración.

Una vez salió de la iglesia y como nos tenía prometido del día anterior, nos trajo un par de patas de huevas de mújol, pues como saben todos aquella tienda de su abuela Pepa La Marcelina, que él ha convertido en un gran supermercado en el que junto a los jamones (gran maestro jamonero), la hueva de mújol es su especialidad.

Cuando llegó Tomás Gallego (otro contertulio) y vio a Joaquín cortando las patas con un cuchillo prestado dijo que era conveniente comprar una barra de pan para acompañar a la hueva. Entre tanto se incorporó Carmen hija de Vicente que se extrañó de la combinación del pan y la hueva, y le aclaramos que era tradición en San Javier comer la hueva de mújol con pan. Para aquella tertulia que tanto nos encela fue una gozada compartir las ricas huevas con que Joaquín nos obsequió.

En estos tiempos en que tanto se habla del Mar Menor queremos recordar los tiempos que hemos disfrutado de su abundancia así como de los riquísimos langostinos con que este mar nos obsequia.