POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)

Estudios en Madrid, Granada y Madrid

En 1918, Gabriel Tera ya había terminado el Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid. Su deseo era estudiar Medicina, pero se lo impidió una epidemia de gripe, ya que las Universidades cerraron sus puertas por miedo al contagio. Murieron numerosas personas en España y el mundo, por la epidemia llamada, “gripe española”. Es la Universidad de Granada la primera que abre sus puertas en el curso 1918-19, al haber remitido la epidemia. El día 10 de diciembre realizó su matrícula en la Universidad para el preparatorio de Medicina, que era, junto con el de Farmacia, un auténtico hueso por la dificultad de una asignatura, ya que los alumnos repetían hasta cinco veces la Química, que impartía D. José Pérez.

El 28 de junio acabó de aprobar las cuatro asignaturas del Preparatorio: Química, Física, Historia Natural y Mineralogía. Tras las vacaciones el regreso a Madrid de los hermanos para estudiar: Gabriel 1º de Medicina y su hermano Manuel el Preparatorio de Farmacia. Viajan hasta Santa Cruz de Mudela en coche de mulas, y allí toman el tren para Madrid. Gabriel ingresa por oposición en la Academia de Sanidad Militar como alférez médico y su hermano, como teniente farmacéutico.

Estudios de Medicina, valiosos profesores, como D. Santiago Ramón y Cajal.

Conoció a D. Pedro Ara Sarria, profesor de Anatomía y Disección, que, el primer día, les ofreció una magnífica lección, a la que añadió, que la carrera de medicina era un sacerdocio a la humanidad. Pidió un voluntario para entregarle el listado de todos los alumnos asistentes. Gabriel acudió voluntario y varios estudiantes le ayudaron, entre ellos, Juan Fontes Frías, paisano con el que tras largos años coincidió en Beas de Segura y Villanueva del Arzobispo. Al día siguiente el profesor tenía la lista de 205 alumnos sobre la mesa, por orden alfabético. Tanto este profesor como el titular de la Cátedra, el granadino D. Florencio Porpeta, no había día que no le preguntaran o hicieran salir a la pizarra. De la importancia de D. Pedro Ara hay que indicar que, a su regreso a Argentina, formó el Museo Anatómico mejor del mundo y fue el médico que embalsamó tras su muerte a Eva Perón.

Sobrevivían los hermanos en Madrid con el dinero que les remitía su padre mensualmente y, por supuesto, su abuela Pepa, que no les olvidaba. Sus escapes eran el Cine de la Flor, que les costaba cincuenta céntimos la entrada, o el Teatro Lara, gratuito, ya que eran los que debían aplaudir siempre la obra.

Cuando llegaron las prácticas en la sala de disección lo nombraron responsable del grupo de diez alumnos que se acoplaban en una mesa determinada. Para él le marcaron como era el cuerpo humano, y su entusiasmo y habilidad motivó que se examinara por libre de Anatomía y Disección de 2º, aprobando en un curso dos y con Matrícula de Honor.

Se matriculó de tercer curso, de Anatomía Patológica con D. Santiago Ramón y Cajal, las prácticas eran en el hospital de San Carlos. Algunos días tenía que realizar hasta tres viajes que lo dejaban rendido. Un día se “fumó” la práctica. Al día siguiente se acercó a la mesa de D. Ramón para exponerle el motivo de la falta; él sacó el cuadernillo del bolsillo, sin levantar la cabeza, le preguntó el nombre, al responderle le dijo borrando la palabra falta, “La falta se quita, pero el borrón queda”. En junio aprobó todas las materias de 3º de Medicina y se matriculó de dos asignaturas de 4º en verano. Las prácticas se le hicieron más llevaderas. Al enterarse de la convocatoria de plazas vacantes para alumnos internos en el Hospital de la Princesa solicitó una plaza y, en octubre, era alumno del Hospital con 75 pesetas de sueldo anual. Logró que lo destinaran a Cirugía General y Urología con el Dr. Cifuentes, en la sala de San Fernando de hombres con 20 camas y alguna supletoria, Tenían que asistir a las operaciones con variados cometidos.

1923. Pedro Cifuentes le propuso que trabajase con él como ayudante en las operaciones que realizaba en una clínica particular; con el recelo de algunos médicos que escuchaban los halagos que le hacía el especialista y el éxito de Gabriel con la atención de enfermos especiales. Recibía unos ingresos que le permitían a él y a su hermano no necesitar ayuda económica de su padre. Además, su éxito en los estudios le llevó a aprobar entre junio y septiembre 12 asignaturas, finalizando la carrera en 1923.                

Vida Militar, la aventura africana 

Tras varias prórrogas, tenía pendiente realizar el servicio militar.  África era una de las opciones para su destino por lo que, tras unas oposiciones, ingresó como Alférez Médico en la Academia General Militar. Posteriormente, sale como Teniente Médico y es destinado al Regimiento “Segovia”, en Cáceres. Después, a la 2ª Comandancia de Tropas de Sanidad Militar en Sevilla y realiza un curso de Gimnasia en la Escuela Central de Toledo. Una de las mayores dificultades era la natación. Gracias a un teniente de Úbeda sobrevivió, aprobó, pero no aprendió a nadar.

Es llamado de manera urgente a Sevilla, donde le comunican que debe partir para Melilla, con una ambulancia de montaña, 125 soldados, 6, sargentos, suboficial, 4 caballos y 25 mulos. Despegaron del muelle de Sevilla en el barco Montetoro. Tuvo la oportunidad de tocar el acordeón y compartir con la tropa unos momentos de alegría y nostalgia durante la travesía.

Después de coincidir con un antiguo amigo de Madrid, Teniente Médico de la Legión solicita el pase a este cuerpo. Destinado a   Ceuta, se presenta en el Cuartel General al Jefe, Teniente Coronel D. Francisco Franco. Tras unos días en Ceuta, es destinado a la 5º Bandera a unos kilómetros de Tánger, participando en algunas salidas con la tropa.

A los pocos días salió una columna de unos tres mil hombres, en una operación de reconocimiento y atender a un blocao- pequeña fortificación de madera- . Así están varios meses. En el campamento a Gabriel no le gustaban, ni participaba en los juegos de cartas. Se dedicaba a estudiar.

En 1925, se escuchan los rumores del desembarco del Alhucemas. El Comandante de la Bandera le indica que no puede partir con la Bandera, por “enfermedad”, tras realizar el parte de baja se lo lleva al General Saro, que ya había tenido otras ocasiones de comprobar estas bajas.

Difíciles las intervenciones, emboscadas en una de ellas unos 45 heridos. Participa en varias salidas y recogidas de heridos en hechos heroicos. Montándose en un camión para recogerlos, ya que no había ambulancias ni otro medio. Es felicitado por los mandos, incluido Franco, que le dice “Tera ha estado muy decidido”. Los dos capitanes que, por haber abandonado, no pudieron certificar el hecho heroico, en vez de la Laureada de San Fernando, se quedó en Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo. Marchó a Madrid para resolver este tema y regresa de inmediato a su puesto africano. Coincide con Millán Astray, que visitaba el lugar para conocer cómo estaban los distintos blocaos, cuando están visitando el último, suena un disparo  y cae fulminado Millán Astray,  que fue herido,  le dejó el ojo fuera de la cavidad y pendiendo sólo por el pedículo. Lograron evacuarle. Cuando se recuperó buscó a Tera y, abrazándole, le dijo: ¡Tú me salvaste la vida! En su hoja de servicio figura la toma de un cañón en Gorgues, que disparaba sin poder ser localizado por los aviones.

En otra ocasión parten en barco desde Ceuta, el 26 de abril, con la 8ª Bandera, pero casi siempre participaban junto con la 5ª. Uno de estos días, ya anocheciendo, escucharon cantar el “Himno de la Legión” y “El novio de la muerte”. Le pide a un teniente que se desplazasen hasta allí para conocer lo que pasaba, ya que la distancia que los separaba era de unos diez minutos. No olvidó nunca aquella impresión: sobre unas mantas en el suelo estaban los cadáveres de todos los oficiales de la 19º Compañía, capitán, alférez, teniente y varios legionarios. Les habían cazado como conejos. Dos o tres moros rezagados no tuvieron más que apuntar casi a quemarropa.

En un nuevo  enfrentamiento con los moros, una explosión tremenda manda por los aires a todo el personal que estaba en el Botiquín. El teniente Tera no puede levantarse y es evacuado primero a Melilla y a los pocos días al Hospital Militar de Carabanchel Bajo (después Gómez Ulla) de Madrid. Cuando le dan el alta, casi un mes y medio después, es enviado de nuevo a África. destinado al Hospital Militar de las Palmas, como cirujano y Jefe de los Servicios. Se traslada a Cádiz, donde está enfermo varios días, hasta que embarca en el Ciudad de Valencia para incorporarse al nuevo destino. En el barco coincidió, en el comedor, con el escritor y literato Ramón Pérez de Ayala, que lo deleitaba con sus charlas. D.Santiago Ramón y Cajal. La aventura africana, Franco y Millán Astray)

FUENTE: M. L. F.