POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
En este momento en el que parece que se ha desatado un temporal en las grandes siglas que parecían tener la exclusiva del poder y ante esa ristra de minifundios de grupos llamados partidos, que no se sabe bien de qué, cómo y para qué, uno que vivió aquella convulsión nacida en los finales del setenta y cinco, sigue manteniendo la mismísima calificación que en buena parte de aquel censo, hoy como es natural desaparecido. Parece que se mantiene la misma situación para salir del paso y seguir con el mismo guion y un Dios dirá, qué se hace en cada momento y en eso estamos.
Hoy cuando he visto la despedida de esos cuarenta niños del llamado Sáhara español, se nos viene a la memoria aquella Marcha Verde, huida vergonzosa donde las haya que dejó tirados en la arena del desierto a miles y miles de familias de la manera más vil y cobarde que pueda darse, sin duda para que después, gentes y familias de buenos y nobles principios y seria responsabilidad histórica siguieran practicando los generosos principios de la solidaridad con una eficacia que bien merece toda clase de atenciones, ayudas y consideraciones, pero nos queda en el aire y pendiente de contestación la pregunta de qué hicieron, y siguen haciendo los seguidores, simpatizantes y amigos de los autores de aquella felonía.
La contestación es muy clara y sencilla, lo mismo o parecido que están haciendo dentro de casa al norte o al sur, al noroeste o al noreste. Las decisiones son difíciles de digerir, sobre todo cuando no hay calmantes suficientes para tan difíciles digestiones y lo que vemos nos llega y se comenta un poco más allá del Aneto puede y debe ser entre personas con unos mínimos de eso que se llama decencia, una llamada de atención.
Quiero recordarles a los responsables de aquel primer miserable abandono que allá por los finales del reinado del gran Felipe II, 1556-1598 , en la célebre revuelta de los moriscos de la Alpujarra granadina, sin más medios que carretas, recuas y a través de aquellos caminos propiedad de aquellos tiempos repartió cientos y cientos de familias por los pueblos y villas exclusivamente de Castilla, con la condición de que cada uno viviese del trabajo de su oficio para no tener que depender de la parroquia y así se fueron repartiendo por estas tierras nuestras, añadiendo a esta curiosidad la que aporta algún estudioso de la historia de la lengua como don José Godoy Alcántara quien, en su «Origen de los apellidos castellanos», nos dice que este acontecimiento fue el gran despertar de esos apellidos de oficios que hay en nuestra lengua como molinero, cantero, sastre o labrador. Como final mi cordial felicitación a ese grupo que mantiene vivo el alma histórica de estas tierras a la vez que le sugiero un apellido original para los pelanas de aquella fechoría histórica que sigue viva y el mejor testigo son esos niños y adolescentes que sueñan con volver.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/