EL MILAGRO DE LA NAVIDAD (CUENTO DE LA SABIA MUÑECA DESAFORTUNADA)
Dic 31 2016

POR ANTONIO ORTEGA SERRANO, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE HORNACHUELOS (CÓRDOBA)

MUÑECA

Un día que paseaba por el bosque, advertí que entre unos matorrales había algo que se movía y cuando fui a cogerlo, con sorpresa comprobé que se trataba de una muñeca que intentaba salir de una caja de cartón, sucia andrajosa y despintada, que lloraba desconsoladamente y entre sollozos hablaba y hablaba… y cuándo, con muchos apuros pude interpretar sus palabras, me enteré de lo que le sucedía. Según ella, era la más desgraciada y desafortunada del mundo, traté de consolarla, pero todo fue inútil, y por si podía convencerla y animarla le dije:

-Estoy seguro que yo soy más desafortunado que tú y para demostrártelo te contaré la historia de mi vida.

Yo para intentar consolarla… le conté una amarga e imaginaría historia que me había ocurrido a mi, tal fue el énfasis que le puse en mi afán de animarla, que hubo un momento en que me recorrió por todo mi cuerpo un escalofrío, pues era tan inhumana y tan trágica, que incluso a mi, llegó a ponerme la carne de gallina. La muñeca escuchó con mucha atención todo lo que le contaba pero cuando hube terminado, me miró con sus grandes ojos vidriados por las lágrimas y me contestó:

-Aunque tú historia demuestra que eres un hombre muy desafortunado. ¡Pues aún soy yo más desgraciada que tú!, al fin y al cabo tú posees algo que yo no tengo ni tendré jamás, y si lo tuviera te lo demostraría:

La muñeca me enumero una serie de privilegios que yo tenía y que a ella le gustaría poseer y sin titubear comenzó su narración:

-“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una muñeca, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero si podría pensar todo lo que dijera-

-Daría a las cosas todo el valor que pueden tener, no por lo que valen, sino por lo que significan.

-Dormiría poco, soñaría más, por que podría entender que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz y estos ya son irrecuperables.

-Andaría cuando los demás se detuvieran, despertaría cuando los demás se durmieran, escucharía mientras que los demás hablaran y me quedaría con lo mejor de cada uno.

-Si Dios me obsequiara con ese trozo de vida, le compraría todos los regalos más bonitos, aunque yo me quedaría sin ninguno y después me pondría boca arriba en el prado para que el sol me calentara mi cara y mi cuerpo, mi corazón y mi alma para que todo mi ser se purificase.

-¡Dios mío si yo tuviera sangre en las venas y un corazón para amar, cuanto haría por los niños y por los ancianos más necesitados¡…

-Escribiría con mi pluma de cisne y marfil, mi amor sobre la nieve de la montaña, y esperaría a que saliese el sol, para que éste con sus fuertes y dorados rayos la fundiera y mi amor sobre el hielo escrito al deshelarse corriese por la cascada y convertida en agua bajase vertiginosa al río para sólo dejar en él alegría y amor.

-Con pinceles de oro, pintaría un cuadro sobre una nube o un sueño igual al que pintó aquél pintor, luego me consumiría como el se consumió y con la misma pena rellenaría de color la luna y las estrellas y escribiría un poema sobre el agua y una deliciosa canción sobre el firmamento y esta sería la serenata que le ofrecería al Altísimo.

-Cuándo llorara, regaría con mis lágrimas las rosas, para que en mis ojos percibiera el dolor de sus espinas, y en mi cara el encarnado beso de sus pétalos, olería los claveles, las diamelas, los nardos y los jazmines y escucharía el trinar de los jilgueros la melodía de la oropéndola y del ruiseñor y sería feliz… muy feliz.

-No dejaría pasar un solo día sin decirle a todo el mundo que lo amo, que lo quiero, y que lo querré… más que… más qué… a mi propia vida.

-Trataría de convencer a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría… viviría enamorada del amor.

-A los hombres y a todos los seres de la tierra, les enseñaría cuan equivocados están al pensar que no pueden enamorarse cuando son niños… o mayores… o cuando envejecen, ya que ellos no se dan cuenta que envejecen sólo cuando dejan de amar y de enamorarse.

-A los niños… a los niños les daría alas, y les dejaría que ellos solos aprendiesen a volar. A los mayores les convencería y enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino cuando nos olvidamos de que existimos.

-Tantas cosas he aprendido de los hombres… ¡Qué!…

-He aprendido que todo el mundo desea vivir en la cima de la montaña y tocar con la punta de sus dedos las nubes y la brisa de la mañana, sin analizar que la verdadera felicidad está en la forma de subir aunque sea por la vereda más tortuosa y escarpada cuesta y no por la fácil y asfaltada carretera.

-He aprendido que cuando un recién nacido mama por primera vez de los pechos de su madre, esta le da todo su ser en la leche que emana de ellos y que cuando aprieta con su pequeño puño por vez primera el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre.

-He aprendido y desearía enseñarlo a todos, que un hombre… únicamente tiene derecho a mirar a otro hombre de arriba abajo, cuando se halla caído y ha de ayudarle a levantarse y que ningún ser humano tiene más derechos que otro y que todos somos iguales ante Dios-

-Enseñaría a los hombres que no debería haber guerras en ningún lugar de la tierra, en las que mueren tantos infelices, que pagan un cuantioso tributo por la intolerancia, la insolidaridad y la incomprensión de los que tienen el poder y los ojos ciegos por el odio, la codicia y la violencia.

-Daría a todos la posibilidad de que no les faltase el pan y todo lo necesario para vivir humanamente, con un techo en el que cobijarse y unas mantas con que taparse.

Y con una mueca de sufrimiento me comentó:

-¡Son tantas las cosas que he podido aprender de los hombres! Pero me desconsuela que finalmente de mucho no habrán de servir, porqué… porqué los hombres… me guardarán dentro de una caja, y me subirán al desván y allí me dejarán abandonada, me llenaré de polvo y de telarañas para realizar un eterno viaje, un viaje sin retorno, en el que la polilla acabará con mis harapos y todo mi cuerpo… infelizmente me estaré muriendo.

-Dios mío, si yo tuviera tan siquiera un hálito, un trocito de vida… ¡cuantas cosas podría hacer!. Tu puedes hacerlas aunque seas también muy desafortunado, pero al menos tienes un corazón para amar, un cerebro para pensar, unos ojos para ver, una boca para hablar y poder pedir a Dios, por ti y por los demás. ¡Yo no tengo nada de eso!

Y como las bellas historias tienen su moraleja y feliz final ocurrió así que a continuación los bellos y brillantes ojos de la muñeca se cerraron y por sus mejillas resbalaron dos gruesas lágrimas, que no llegaron al suelo porque se convirtieron en dos blancas perlas que quedaron prendidas en su cara de porcelana, pero en aquél momento sucedió algo sorprendente… y ello fue un verdadero milagro:

En el cielo apareció una estrella muy reluciente que iluminó todo el bosque y de ella descendió un Ángel, que cogiendo a la muñeca le besó su cara de porcelana que de inmediato se convirtió en una preciosa niña de ojos negros y cara aterciopelada, radiante de alegría, vestida con un bonito traje de pastorcilla.

Mientras tanto desde el Portal de Belén, el Niño Jesús, recién nacido, con una gran sonrisa, le enviaba a un pastor y una pastora para que cuidasen de ella y siempre la mantuviesen muy guapa y limpia y a los Reyes Magos que habían venido desde Oriente para adorarlo, les pidió que le llevaran los mismos presentes y regalos que para Él trajeron.

De esta forma la muñeca desafortunada podría cumplir todos los deseos que había pedido y pudo vivir feliz, enseñando a los hombres todo lo que había aprendido.

¡Se había cumplido el MILAGRO DE LA NAVIDAD!

Y esta es la moraleja del cuento:

Si tus deseos de Paz, Amor y Felicidad para con los demás, son tan fuertes como los que pretendía tener la muñeca desafortunada, ten por seguro que el Niño Dios que ha nacido… te va a premiar haciéndotelos llegar y hasta recibirás un premio tan grande como el que tuvo ella, porque el espíritu de la Navidad habrá llegado a tu hogar y a muchos más… y su esencia confortará el corazón de todos los hombres de la tierra.

Yo no pretendo ser un Rey Mago al escribir este cuento, pero si el lector que lo lea, lo hace con el mismo amor que yo al escribirlo, habré contribuido a que todas las personas sean más humanas, más nobles y más generosas de lo que somos.

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