EL MISTERIO DE LA SINAGOGA UTRERANA –
Mar 03 2022

POR PEDRO SÁNCHEZ NÚÑEZ, CRONISTA OFICIAL DE DOS HERMANAS (SEVILLA).

¨La Judería¨ en el plano de Sevilla de 1771

LOS JUDIOS EN ESPAÑA Y SUS VICISITUDES.- 

Un sector de población que tuvo siempre importancia en Sevilla es el de los judíos. Ya desde la época del reino nazarí y después, tras la reconquista de la Ciudad por Fernando III, habían conseguido un expreso reconocimiento real de su especial condición y de sus costumbres. El barrio judío de Sevilla ocupaba una superficie aproximada de 16 hectáreas y estaba perfectamente delimitado por una cerca que lo rodeaba al completo. Alfonso X autorizó a los judíos la construcción, en su ámbito urbano debidamente cerrado, de tres sinagogas . Tras la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos en 1492, sobre los terrenos de la judería se crearon las parroquias de Santa María la Blanca, Santa Cruz, San Bartolomé y San Nicolás, lo que da idea aproximada de sus dimensiones.

Más adelante, los hebreos fueron erigiendo otras nuevas sinagogas a medida que su poder iba en aumento. 

Andrés Bernáldez, Cura de los Palacios y Cronista de los Reyes Católicos, decía que los judíos «todos eran mercaderes e vendedores e arrendadores de

alcabalas e rentas de achaques e fazedores de señores, e oficiales tondidores, sastres, çapateros, e cortidores, e çurradores, texedores, especieros, bohoneros, sederos, herreros, plateros e de otros semejantes oficios; que nenguno rompia la tierra ni era labrador ni carpintero ni albañil, sino todos buscavan oficios holgados e de modos de ganar con poco trabajo. Nunca quisieron tomar oficios de arar ni cavar, ni andar por los campos criando ganados, ni lo señavan a sus fijos, salvo oficios de poblado e de estar asentados, ganando de comer con poco trabajo».

En efecto sus negocios, dice don Antonio Domínguez Ortíz, consistían en el comercio, la usura y el arrendamiento de rentas públicas, añadiendo que “el dinero que acumulaban lo colocaban en el extranjero, sobre todo en Holanda, en donde la mayor parte de ellos buscó refugio cuando después de 1640, la vida aquí se les hizo imposible”, y puntualiza que en aquellas fechas se decía (con exageración) que vivirían en Sevilla unas dos mil familia portuguesas”

Los judeoconversos sevillanos, según el profesor Ladero conservaron e incrementaron su poder económico y social y algunos llegaron a constituir linajes de importancia incorporados al ejercicio del poder municipal, con apellidos tales como Marmolejo, Martínez de Medina, Fernández Cansino, Susán, etc… Sin ir más lejos, el Tesorero del rey Pedro I fue el judío Samuel ben Meír ha-Leví Abulafia, a quien se refiere el Rey en 1353 como “mi tesorero mayor”, gozando de tal confianza en su gestión que guardaba el tesoro real en su propia casa, lo cual no fue obstáculo para que, acusado de traición por sus enemigos, el rey les dio crédito y lo mandó ejecutar. 

Pervive su recuerdo en su fundación de la toledana Sinagoga del Tránsito, en cuyas paredes Samuel ha-Leví mandó grabar alabanzas al rey: “El gran monarca, nuestro señor y nuestro dueño el rey don Pedro; ¡sea Dios en su ayuda y acreciente su fuerza y su gloria y guárdela cual un pastor de su rebaño!”.  

Siempre en el filo de la navaja a lo largo de los tiempos, por la culpabilidad mantenida entre los cristianos acusando a los judíos de la muerte de Jesucristo, no obstante supieron hacerse espacios de privilegio en la economía de todas las épocas por su laboriosidad y su fama de buenos administradores, aunque recaían en la usura, detalles todos que dieron lugar a muchas persecuciones y a la definitiva expulsión de España decretada por los Reyes Católicos en 1492, expulsión que tuvo efectos desastrosos en la economía del reino. 

LOS JUDIOS UTRERANOS

Pues bien, la reciente aparición de unos restos que parecen corresponder a su sinagoga en Utrera, de gran extensión según algunas opiniones y de la que había pocos detalles en los historiadores locales, nos sitúa ante un misterio más de nuestra historiografía. Todos beben – bebemos – en Rodrigo Caro, que era un investigador puntilloso y nada amigo de invenciones salvo en el espinoso asunto del Dextro y de los supuestos mártires utreranos. Este es su testimonio sobre el asunto de los judíos

“La plaza del Altozano no era tan frecuentada, porque el arroyo, aunque torcía por donde ahora está el hospital de la Misericordia, alguna vez sobraba y corría por aquella plaza; porque no se había acabado el corriente y madre que ahora tiene en la peña viva. No había allí sino gente forastera y judíos, por lo cual la llamaban Val de judíos, los cuales tenían su sinagoga donde ahora es el hospital de la Misericordia; y expulsos  los judíos, se formó el año 1492 la cofradía , que fue el mismo año de la expulsión de esta canalla”. 

Caro nada detalla sobre esa sinagoga. Solo nos dice que “en el hospital de la Misericordia se crían niños  expósitos, y hay dotes para doncellas pobres, huérfanas y para dar limosna a pobres vergonzantes todos los lunes. Dejóle su herencia  para este efecto Francisco Jiménez Bohórquez”.  

Muro de la judería, descubierto en la calle Mateos Gago.

Don Manuel Morales nos amplía la información de su predecesor en la Crónica utrerana añadiendo que “en el Repartimiento de Sevilla se hizo mención de veinticinco judíos que fueron afincados en tierras y pagos de Facialcázar”, añadiendo testimonios evacuados en los pleitos parroquiales que coinciden en

afirmar que “tenían los judíos la sinagoga en lo que hoy es hospital de la Misericordia” . Y añade que la judería de Utrera tuvo bastante relieve e importancia durante la revuelta y conjuración de 1480 en Sevilla, que fracasó y tuvo eco en la literatura de la época gracias a la hija de Diego de Susán, la Susona llamada también “la hermosa hembra” de la leyenda sevillana, que se recuerda en un rincón del Barrio de Santa Cruz. 

En esos años las crónicas reseñan los nombres de varios judíos vecinos o relacionados con Utrera: Manuel González Saulí, Fraime Abensomerro, que era recaudador de las alcabalas de Utrera, y su sobrino Moisés, Pedro Alfón, y otros, condenados por la Inquisición recién constituida, que los mandó al quemadero.

El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos firman el edicto de expulsión de los judíos. Y a partir de esa fecha, dice don Manuel, “poco rastro queda de los judíos. Antes de la expulsión por los Reyes Católicos y después de edificado el segundo cerco amurallado de la población, tenían su barrio por la Misericordia, Plaza del Altozano o Valdejudíos, parte de las calles de Álvarez Hazañas y Bailén, y bocacalles de las de San Francisco, Ancha y Sevilla poco mas o menos; después de la expulsión quedan en Utrera algunas familias de conversos cuyos apellidos hablan claramente de que son nuevas en la fe, ya que toman advocaciones de santos y santas diversos”.

También se refería nuestro Cronista a otro lugar del pueblo que se denominó Plazuela de los Judios, situado al final de la calle Porras que “acaso fuera lugar de reunión de ellos, quizás vivieran allí algunas familias judías, separadas, cosa improbable, de la judería y… se extendía por las calles de la Plaza, la Alfarjilla, Santa Brígida, Jinetes y la Misericordia”. 

Quedó testimonio de algunos judíos utreranos en actividades de negocios. 

Un Yoná Aben-Núñez, vecino de Utrera, se obliga el 17 de agosto de 1472, a entregar tres cahices de cebada nueva a Juan de Medina, vecino de la collación de San Esteban en Sevilla

Pedro Alfonso de Saucedo, labrador, vecino de Utrera, el 11 de febrero de 1484 se obliga a entregar el día de San Juan Bautista, a Mosé Abencemerro, judío vecino de Sevilla en la Collación de Santa María y en su nombre a don Abrahan Senra, judío, un cahíz de cebada

Gonzalo Moreno se obliga a entregar a los mismos un cahíz de cebada  “para saldar la alcabala que le debe a Abensemerro ‘fasedor’ que fue de la alcabala de Utrera en 1482, por la compra de ciertos bueyes que hizo en Utrera”. Y siguen otros contratos del mismo Abensemerro con Juan García del Toro, Pedro Alfonso de la Puebla, Lope Alfonso de Cepero, y Antonio Martínez de

Valverde, labradores, y Fernando Guillén (herrero), éste último por una casa que vendió en Alcalá de Guadaira

Bartolomé Moreno, marido de Isabel Ruíz de Arcos, vecinos de Utrera, se obliga a pagar a Symuel Abenalfud, judío vecino de Utrera, 600 maravedís que le debe Nicolás Sánchez de Medina, su suegro.

Diego Gómez de Utrera (más adelante se dice en el mismo  documento su nombre como Diego Martínez) “que solía ser judío” con el nombre de Symuel Abenalfud, vecino que fue de Utrera, que el 2 de junio de 1493 vende a Antón Martínez Alcornoque una casa en Utrera por precio de 12.500 maravedís. 

Diego Martínez de Utrera, judío converso que antes se llamaba Symuel Abenalfud, vecino (que fue de Utrera) y ahora de Jerez de la Frontera, el 16 de junio de 1493 se obliga a pagar a Ferrand Martínez, albañil, vecino de Utrera, 3.100 maravedís que éste le prestó y que debe devolver en Sevilla el día de Todos los Santos y como fianza entrega una casa que posee en Utrera “en el arrabal mayor de la Puerta de Sevilla, colindante con las casas de dicho Ferrand Martínez y de Fernando Martínez Almocadan.  

Ya comentamos de pasada el caso de otros judíos utreranos cuando dedicamos algún comentario a la Inquisición y a su “labor” en Utrera y con los utreranos. Allí decíamos que el núcleo más importante de penados por la Inquisición sevillana “lo constituían los marranos o criptojudíos portugueses, que vinieron a España huyendo de la Inquisición en su país, “más dura que la española”. Don Antonio Domínguez Ortíz decía que los judíos que huyeron de Portugal “en Sevilla y en poblaciones importantes de su reino: Morón, Osuna, Utrera, Marchena, Ayamonte encontraron campo apropiado a sus actividades”. 

No obstante, seguían bajo sospecha y desde luego la Inquisición fue absolutamente implacable investigando las desviaciones de la ortodoxia en el culto y en las costumbres. Así, el Auto de fe de 13 de abril de 1660 se celebró tras “el descubrimiento de una extensa complicidad de judaizantes de origen portugués en la villa de Osuna, con ramificaciones en Morón y Utrera”. En total fueron juzgadas y sentenciadas 64 personas mas 34 “en efigie” por no haber podido ser aprehendidos o haber fallecido.  Entre ellos estaba Roque López Montesinos, natural de Bornos, de oficio mercader, vecino de Utrera, que “fue relajado por relapso, pues ya había sido reconciliado en 1653 en un Auto público celebrado en Granada”.  

Todavía en el Auto de fe celebrado en Sevilla el 14 de diciembre de 1721, entre los “herejes apóstatas judaizantes reconciliados en persona” tenemos tres hermanos utreranos: Diego Manuel de León, Isabel y Catalina Núñez de León.

Queda aquí una interesante relación de judíos vecinos de Utrera en varias épocas. Seguramente vivieron en la judería que se va a poner al descubierto, aunque la sede más importante, según dicen los Cronistas de la época, no era otra que la Sinagoga, que estaba donde luego funcionó el Hospital de la Misericordia, que aún se conserva, aunque cerrado, y sigue pendiente de un uso cultural más digno después de algunos años de estar dedicado a otras actividades más lúdicas.  

1) Andrés Bernáldez, Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel , Sevilla, Imprenta que fue de José María Geofrin, 1870.

2) Antonio Domínguez Ortíz, Orto y ocaso de Sevilla, publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1974, p. 79.

3) Miguel Ángel Ladero Quesada, La Ciudad Medieval, en Historia de Sevilla, Universidad de Sevilla, Tomo II, Sevilla 1976, pp. 124 – 125.

4) Rodrigo Caro, Memorial de las  Villa de Utrera, p. 308, Sevilla 1883, edición con una interesante y larga carta de Menéndez y Pelayo dirigida a José María Asensio y Toledo, celebrando el empeño de la Sociedad de Bibliófilos Andaluces por él presidida, que proyectaba editar todas las obras de Rodrigo Caro.

5) Rodrigo Caro, ob. cit. p. 222.

6)  Manuel Morales, Rodrigo Caro, bosquejo de una biografía íntima, Utrera 1947, p. 42

7)  Manuel Morales, Notas para la Historia de Utrera, Vol. IV, La población medieval, Utrera 1980. P. 230 a 246.

8)  Manuel Morales, Notas para la Historia de Utrera, Vol. IV, La población medieval, Utrera 1980. P. 155.

9)  Klaus Wagner, Regesto de documentos del Archivo de Protocolos de Sevilla referentes a judíos y moros, Anales de la Universidad Hispalense, Serie Filosofía y Letras, núm. 42, 1978, p. 28.

10)  Klaus Wagner, ob. cit. p. 51,

11)  Klaus Wagner, ob. cit. p. 52.

12)  K. Wagner, ob. cit. p. 53.

13)  K. Wagne, ob. cit. p. 63,

14)  K. Wagner, ob. cot. P. 64.

FUENTE: Pedro Sánchez Núñez

 

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