POR BERNANDO GARRIGÓS SIRVENT, CRONISTA OFICIAL DE XIXONA (ALICANTE).
El Monumento de Semana Santa hace referencia a la capilla o altar donde se reserva la segunda hostia consagrada en la Misa in Coena Domini del Jueves Santo hasta la celebración de la Muerte del Señor en el Viernes Santo, cuando se administra. Así se pretendía expresar la unión entre la Eucaristía y la Cruz. Normalmente se guarda dentro de un arca, caja o urna.
Esta tradición puede arrancar del hecho de que antiguamente algunos días no se consagraba, en especial los viernes. Entonces se solían reservar algunas hostias consagradas en los días anteriores, para administrar la comunión a los moribundos y para comulgar el sacerdote en dichos días. Debido a ello el Jueves Santo el oficiante solía consagrar dos hostias, una que era consumida en la ceremonia y otra que se llevaba en solemne procesión y se reservaba en el Monumento hasta el día siguiente, Viernes Santo, en el que no se consagraba.
El ritual se iniciaba tras la misa del Jueves Santo cuando el oficiante se dirigía procesionalmente desde el altar mayor hasta el monumento y depositaba en un arca, caja o arqueta el cáliz con la forma reservada. Al día siguiente, en el transcurso de la celebración eucarística, se extraía y se llevaba al altar.
El Monumento se dispone en una capilla lateral del templo, sin que pueda celebrarse en ella ni la misa del Jueves ni la solemne liturgia del Viernes. Debe tener un altar sobre el cual se dispone un sagrario vacío, que reciba en su interior los copones con las formas consagradas. Este sagrario o urna no ha de tener forma de sepulcro. Además disponía de una cerradura con una llave, que debía guardar el sacerdote oficiante del Jueves Santo. Sin embargo, en algunas iglesias y catedrales existía la costumbre de entregar dicha llave a un noble o a algún representante del poder civil.
Puede adornarse el Monumento con todo el aparato festivo, colgaduras, frontales blancos, flores, 12 velas, columnas. Sin embargo, no podrán ponerse ni paños negros, ni trofeos de la pasión, ni tampoco reliquias, ni imágenes de santos. En algunas iglesias y catedrales la decoración empleada parece ser más una especie de retablo construido con madera, con el empleo de columnas, frontones, etc.
Los Monumentos hunden sus raíces en las ceremonias paralitúrgicas bajomedievales relacionadas con la Pasión de Cristo. Sin embargo, alcanzarán su esplendor con el barroco, y especialmente tras el Concilio de Trento cuando se desarrollen las festividades del Jueves Santo y del Corpus Christi.
EL MONUMENTO DE XIXONA.
Poca es la información recabada sobre el Monumento Eucarístico de Semana Santa en Xixona. Sabemos que alguna estructura arquitectónica debería tener; ya que en la sesión plenaria del 29 de marzo de 1752 se acuerda “(…)se haga libransa de quatro libras y ocho sueldos por la madera, trabaxos, que ha tenido en componer el monumento tornillos y demás”. En el inventario parroquial de 1884 se constata su presencia: “Un tabernáculo con las demás maderas para hacer el Monumento”.
El Monumento debería adornarse con telas. En 1722 se planteó un problema debido a que como ni el Ayuntamiento ni la Iglesia Parroquial disponían de telas y ornamentos adecuados para cubrir el Monumento era ya tradicional el recurrir a los vecinos para que prestaran los adornos necesarios. Sin embargo, en este año Vicente Picó, el Mayordomo encargado de administrar los gastos que se ocasionaban durante la Semana Santa y demás festividades de las que se hacía cargo la ciudad, había manifestado al pleno de la corporación que “se halla en el día martes de Semana Santa sin poder acabar de perficionar el monumento para el Jueves y Viernes Santo por falta de ropas para su adorno”. En los años anteriores se había recurrido a los vecinos, sin embargo en esta ocasión: “por muchas diligencias que havia echo, no ha podido encontrar ninguna ropa por escusarse los vecinos de no querer dexar las que tienen a causa de algunas desgracias que suceden”. Los capitulares acordaron que, dado el escaso tiempo que faltaba para concluir el Monumento, se preguntara a los vecinos si les facilitaban los adornos necesarios para este año y que para los años sucesivos ya se buscaría una mejor solución. Esta búsqueda se manifestó infructuosa, por lo que el Monumento se tuvo que concluir de la mejor forma posible: “lo indecente que ha estado dicho monumento este año y los demás por la falta de ropas que ay en este común por los muchos saqueos que han padecido los vecinos en las guerras pasadas”.
Una vez pasada la Semana Santa los regidores se volvieron a reunir el día 5 de abril y tras reconocer el fracaso de dicho año, decidieron construir un nuevo monumento del cuyas gestiones se encargarían Vicente Picó y Hipólito Garrigós, regidor, “para que hagan la diligencia en buscar persona que lo entienda y asistan a ver como se compone y merquen lo que fuere necesario y se pague de los propios y regalías de la ciudad”.
Era el Ayuntamiento quien sufragaba los gastos de su montaje y desmontaje anual, y quien elegía al encargado de realizar esta tarea: “Otro si fue acordado que se encargue el cuidado de el relox, plantar el Monumento, y cama de la Asumpcion de Nuestra Señora a Jayme Miralles”. Parece ser que en 1739 se acordó que Jaime Miralles se hiciera cargo del mantenimiento del reloj municipal, del montaje y desmontaje del Monumento en la Semana Santa y de la cama de la Nuestra Señora de la Asunción. Por todo ello iba a recibir un salario de 12 libras, que cobraría 3 de ellas en dinero y el resto lo obtendría del huerto del castillo, en caso de que la ciudad pudiera disponer de él.
Cuatro años más tarde, el 4 de abril de 1743, Jaime Miralles reclamaba al consistorio municipal la cifra de 20 libras, a razón de 5 libras anuales por montar y desmontar el Monumento y la cama de la Virgen. Los regidores acordaron satisfacer esta cantidad adeudada.
Posiblemente a principios del siglo XIX cambió la situación respecto al pago de los gastos derivados por la colocación del Monumento. Si bien, hasta ese momento las cantidad salían directamente del erario público municipal; ahora ya no, puesto que el 20 de mayo de 1806 se acuerda que “se pagase de los fondos de la fábrica”, es decir que el dinero se aportara de las cantidades que tenía la propia parroquia.
Debido a que el Ayuntamiento ejercía un patronazgo sobre la iglesia parroquial conservaba una llave del sagrario, aunque no sabemos si la que abría sus secretos u otra de carácter honorífico. El 6 de mayo de 1754 se acordó que la llave del Monumento “en los años siguientes la lleve el síndico Procurador que fuere y en su ausencia o enfermedad el capitular más moderno”.
FUENTE: https://bgarrigos07.wordpress.com/2020/04/09/el-monumento-de-semana-santa