EL OBISPO NORVIETNAMITA, MONSEÑOR TRUONG-CAO-DAI ASISTE EN ULEA A LA ORDENACION SACERDOTAL DE UN ULEANO
Ene 30 2015

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA. CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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El día 6 de julio, en la plaza mayor de la Villa de Ulea, ante los suyos, tuvo lugar la ordenación sacerdotal del uleano Damián Abellán Cascales, como presbítero de la Diócesis de Cartagena (Murcia). La Ordenación de Damián, corrió a cargo del Obispo de Sila (Vietnam del Norte), Monseñor Truong-Cao-Dai.

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Durante su estancia en Ulea, en donde pernoctó, recorrió las calles angostas y empinadas del pueblo y fue entrevistado, el mismo día 6 de julio. Entrevista que le realizó el Corresponsal en Ulea, del periódico murciano «LaVerdad» y que publicó íntegramente dicho diario, el día 7 de dicho mes.

Monseñor Truong, a las preguntas del Corresponsal, respondió diciendo que, abandonó la Diócesis de Sila en Vietnam del Norte en el año 1954, cuando Vietnam quedó dividida en dos mitades, la del norte y la del sur y, según los acuerdos de Ginebra de aquél mismo año, se autorizó a los ciudadanos vietnamitas a salir del territorio en que habían quedado confinados. Al principio premió la libertad y el respeto por la opción que tomaran, pero, al poco tiempo, las autoridades comunistas boicotearon el acuerdo de Ginebra. Yo, abandoné el país acompañado por 70,000 católicos; entre religiosos y seglares. Hoy, continúa diciendo, quedan en Vietnam del Norte unos 300 sacerdotes y 11 Prelados Católicos. La fe, entre los vietnamitas religiosos, está muy arraigada. Los no católicos, en su mayoría, son budistas, pero; apenas saben nada de Buda.

Las autoridades comunistas entorpecen la convivencia y, algunos corren el riesgo de perder su integridad física. Sin embargo, siguen allí; sufriendo una velada persecución, comenta pensativo Monseñor Truong-Cao-Dai.

A una nueva pregunta del Corresponsal, el Prelado Norvietnamita responde de forma pausada: El Gobierno de Ho-Chi-Min, es más moderado. A pesar de todo, en los últimos tiempos, el número de mártires de la Iglesia Católica, en Vietnam, supera las 130.000 personas.

Monseñor se acuerda, con nostalgia, de su país y, aunque tiene billete de regreso, su delicada salud no le permite retornar: responde con gran sufrimiento.

Se rehace y prosigue: He vivido muchos años con españoles; tanto cuando estudié en Hong Kong, como en Filipinas. La mayoría eran Dominicos y Franciscanos españoles: además, mis padrinos religiosos, son españoles.

Prosigue sin que el periodista le haga una nueva pregunta, y cuenta: ahora vivo en Madrid desde el año 1966. Allí estoy sometido a un tratamiento médico muy delicado y específico. En principio salí de Saigón hacia Roma y allí asistí al Concilio. A continuación arribé en España y, aquí sigo estando. Sigo añorando mi tierra pero, contemplo con tristeza, que jamás regresaré al país que me vio nacer. Al preguntarle que se desenvuelve perfectamente, hablando español, aclara: he estado muchos años en contacto con españoles, franceses e ingleses y, por consiguiente, hablo bastante bien los tres idiomas.

Ahora estoy en: este pueblo murciano bello; muy bello. He venido para ordenar, como Presbítero de la Diócesis de Cartagena (Murcia), al uleano Damián Abellán Cascales y, dada la hora que se nos ha hecho, pasaré la noche con los uleanos y, mañana, regresaré a Madrid.

Lo que sí os diré, prosiguió Monseñor Truong de forma pausada, es qué, este pueblecito de unos 1.400 habitantes- según me han contado- asentado en la ribera del río Segura y engalanado por su maravillosa huerta, es tranquilo y encantador. He paseado por algunas calles y me he enamorado de él: de buena gana me quedaba aquí a vivir; replica esbozando una ligera sonrisa. De broma le he dicho a vuestro párroco «si me aceptaría como Clérigo Beneficiario, cuando sea más viejecito».

La gente uleana, se asoma a la puerta al verme pasar y, algunas, se atreven a hacerme preguntas. Otras; las más tímidas, se quedan tras las cortinas de sus puertas y ventanas, para verme pasear por sus calles. Una anécdota interesante; que he agradecido sobremanera, es qué, al verme portando mi vestidura talar, totalmente de blanco y, el crucifijo sobre el pecho, me han bautizado con el nombre de «El Papa Blanco» respondían las madres a las preguntas curiosas de los niños que me seguían en comitiva.

El Corresponsal, al preguntar cómo era mi Diócesis, en Vietnam del Norte; le respondí: Mi Diócesis era un Vicariato Apostólico que abarcaba cuatro provincias administrativas; en donde estaba enclavado el puerto marítimo más importante del país. Allí desembarcaban armamento bélico los rusos y los chinos. Por tal motivo, estaban siendo bombardeados, sus arsenales, por la aviación norteamericana.

Entre el millón y medio de habitantes de las cuatro provincias, 135.000 eran católicos. Al quedar Vietnam dividida, alrededor de un millón de vietnamitas del norte, emigraron al sur y, lo hacían en barco ya que, por tierra era imposible.

En aquella época, yo era el encargado de recibir a los inmigrantes y les facilitaba la salida del país, generalmente en barcos franceses y norteamericanos. En el último embarqué yo y……aquí estoy, con los habitantes de este bello pueblo que es Ulea. Aunque tengo billete para regresar a Saigón, no puedo hacer uso de el: «somos perseguidos….hasta la fecha».

El Corresponsal le formula una nueva pregunta sobre ¿Cual ha sido su labor en Vietnam? a la que Monseñor Cao-Dai responde con naturalidad: «Me he encargado de la formación del Clero Nativo y de la conversión de los infieles». La obra de preparación del clero vietnamita se inició hace tres siglos. Cada Vicariato cuenta al menos, contaba antes de salir con un seminario Mayor y otro Menor.

Todas las familias tienen unas «tablillas», en donde anotan las fechas de las defunciones de sus parientes más cercanos, a los que dedican, sin excepción, toda clase de ceremonias.

El Corresponsal, que ha efectuado la entrevista, dando un paseo con Monseñor Cao-Dai, por las angostas y ajardinadas calles uleanas, acaba la misma al llegar a la plaza mayor, en donde se encuentran los edificios emblemáticos de Ulea: «La Iglesia Parroquial, El Ayuntamiento y la Casa Parroquial».

Aquí, a los sones de ¡Viva el Papa Blanco! se acaba la entrevista.

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