POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA (ALICANTE)
Las salinas, antes un trabajo menos mecanizado, era comida y sustento, junto a la mar, de las familias de Torrevieja en la era anterior al turismo de masas. Volvedores, pinches, encuartadores, carreteros, apiladores y maquinistas formaban los oficios que se estilaban en torno a las blancas garveras. Todos ellos exigentes y de gran dureza eran entonces entendidos como más propios de los varones, sin embargo, en la trastienda también hubo mujeres que, lejos de sus hogares, lo dieron todo por la principal industria de la ciudad. Así lo han redescubierto la doctora en Antropología Amparo Moreno, y el cronista oficial, Francisco Sala. El pasado viernes ambos hacían partícipes de esa memoria rescatada a todos aquellos congregados en torno al salón de actos del Casino de Torrevieja.
Los dos investigadores recalcan que las mujeres fueron colaboradoras necesarias e imprescindibles, por ejemplo, a la hora de luchar por una condiciones laborales dignas y, además, desde bien temprano. Prueba de ello fueron las funestas protestas de 1913. En aquel año, una oleada de despidos puso en pie de guerra a los salineros contra la administración de la compañía arrendataria con graves altercados en las instalaciones e incluso intercambio de disparos entre trabajadores y capataces. En aquella ocasión al menos siete valientes mujeres fueron detenidas por la Guardia Civil.
Del trabajo directo de mujeres en las salinas en el siglo XIX no ha quedado constancia escrita. Con motivo de esta investigación, Moreno y Sala han recabado varias fichas de filiación laboral de estas mujeres que compartieron espacio con sus compañeros hombres entre las salinas. La mayoría eran naturales de Torrevieja, aunque también las había que llegaban de otros puntos como San Miguel, Elche, Abanilla y Murcia.
«La edad media de todas ellas superaba los 43 años. En su mayoría se trataba de mujeres que se encontraban ya fuera de la etapa reproductiva de su ciclo vital, lo que en aquella época se denominaba mujeres de edad madura. En las tres cuartas partes de los casos se trataba además de mujeres viudas o solteras, a las que se les aplicaba el adjetivo de ‘solas’ por no tener marido, aunque tuvieran ascendientes o hijos a su cargo. Casadas también las había, pero muy pocas», relata Sala.
Fontaneras y oficinistas
Como los hombres ,muchas de estas trabajadoras eran temporales y atendían a cubrir la demanda en momentos concretas, pero también había fijas. «El abanico laboral que desempeñaban se desplegaba en faenas dentro de los estereotipos de tareas femeninas. Hasta los años 80 del siglo XX, antes de las últimas modernizaciones de la explotación, se encontraban mujeres fontaneras, limpiadoras, dependientas del economato y oficinistas». A todos estos oficios la memoria de los salineros añaden los de coser los sacos de sal y el servicio doméstico de la conocida como casa de administración para el personal directivo de la empresa».
En los años 80, Torrevieja inicia su transformación al ritmo del turismo y las mujeres cambian sus roles en las salinas. Las nuevas necesidades derivadas de una mayor especialización abrieron la entrada a las primeras salineras con estudios técnicos superiores. Así, en 1997 es contratada como jefa de Mantenimiento Marta Pérez y, en los primeros 2000, se nombra a Lidia Aldeguer como jefa de Calidad y Medio Ambiente. Una estela que hoy continúa Ana Raquel López como responsable e impulsora de la apertura de las salinas al turismo con catas, rutas y visitas guiadas.