EL OVNI DE MALANQUILLA
Ago 14 2017

POR ANTONIO SANCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA).

Rememorando estos 40 años del “despertar de Malanquilla” no podemos pasar por alto lo que supuso la aparición de un OVNI “sobrevolando nuestras cabezas…”.

Sobre este misterioso suceso he rescatado de la hemeroteca de Heraldo de Aragón un interesante comentario escrito en su blog, del que es autor Mariano García, que por resumir lo acontecido, traigo hoy a estas páginas para general conocimiento.

http://www.heraldo.es/blogs/tinta/?p=1569

En este enlace, además del artículo en cuestión, pueden ver los comentarios variados que suscitó 33 años después.

El ovni que se dio una vuelta por las faldas del Moncayo

Publicado el Noviembre 27, 2009 por Mariano García.

Javier Martínez Aznar me escribió hace unos días sugiriéndome que recordara el tema del ovni avistado hace treinta años en Malanquilla. Javier está de Erasmus en Finlandia pero es presidente de la Asociación Cultural La Cocuta y, claro, quiere que se hable lo más posible de Malanquilla. Yo el caso ya lo conocía pero, como esto de los ovnis tiene siempre mucha audiencia, me lo reservaba para algún momento en que el blog anduviera un poco de capa caída. El caso es que detrás del avistamiento hubo mucho más, una historia apasionante que yo ignoraba por completo, que me ha descubierto Javier y que me estaba muriendo de ganas de compartir con ustedes. Pero no se la contaré yo, que lo hará él. Y en cuanto entre aquí y cuente esa ‘segunda parte’, publicaré un reportaje en el que se hablaba de los seis niños/jóvenes que avistaron el ovni. Pero vayamos por partes. Esto es lo que se publicaba el 1 de agosto de 1976:

El pasado día 26, cerca de la localidad de Malanquilla, en las estribaciones del Moncayo (a unos 40 kilómetros de Calatayud, por la carretera de Soria), seis jóvenes que pasan sus vacaciones en el pueblo divisaron lo que -según ellos- parecía ser un ovni. Los muchachos, José María y Antonio, de 16 y 18 años de edad, Marisol y María Luz, de 13, y sus hermanos Jesús, de 9, y Marcelino, de 10, realizaron esa tarde una excursión al Aguadero -lugar situado a unos 7 kilómetros de Malanquilla-. Alrededor de las seis de la tarde observaron un objeto plateado que se desplazaba a gran velocidad y que, después de detenerse en el aire unos instantes, continuó su ‘viaje’, perdiéndose entre los montes de Montalbo y La Mueda.

En Malanquilla estaban cuatro de los seis muchachos, Marisol, María Luz, Jesús y Marcelino, y sus relatos del hecho coinciden lo suficiente como para poder afirmar que sí vieron algo; ovni o no es algo que escapa a lo que aquí podemos determinar.

La versión de lo sucedido, según las cuatro narraciones, podría ser la siguiente: “Nosotros habíamos ido a merendar al Aguadero -me dicen-. Estábamos cantando canciones de ‘Viva la Gente’ y cosas así cuando nos dimos cuenta de que por detrás aparecía un objeto plateado que daba vueltas y se movía a gran velocidad. Nos tiramos al suelo, porque teníamos miedo -afirman Jesús y María Luz-. Se detuvo sobre donde nos encontrábamos, ¡a lo mejor nos vio! Luego se fue rápidamente, despidiendo una luz de color rojizo intenso, y desapareció entre dos montañas”.

-¿Cómo era?

-Se trataba de algo parecido a dos platos unidos por el centro por una circunferencia roja que destellaba brillos amarillentos. Luego, al alejarse, se formaron en el cielo unas pequeñas nubes grisáceas que debieron producirse por los gases que dejaba escapar el ovni.

-Y más tarde, ¿qué sucedió?

-Desapareció entre las montañas y nosotros nos levantamos muy asustados. Al principio no teníamos seguridad sobre qué era aquello, pero José María y Antonio, los mayores, dijeron que tenía que ser un ovni, por la forma, por cómo se trasladaba de un sitio a otro, girando sobre sí mismo y a gran velocidad.

-¿Leéis habitualmente libros, revistas o artículos de periódicos sobre cosas del espacio?

Dudan un poco antes de responderme, como sorprendidos, y luego contestan que no mucho, “algunas veces, cuando lo de la Luna, o ahora lo del ‘Vikingo’ que ha llegado a Marte, pero libros nunca».

La historia es ésta, así de sencilla o de compleja -como ustedes quieran-, y seguramente pasará a engrosar ese sinnúmero de noticias sobre objetos volantes no identificados, que tal vez sean naves de otros planetas, de otras galaxias, pero que por el momento sólo sabemos esto, testimonios como el de estos muchachos sobre algo extraño que apreciaron cuando iban a merendar un día al campo, y poco más.

“Ahora -me dicen-, si algún día vemos otro, nos fijaremos con más atención, porque tuvimos bastante miedo”.

Lo curioso del asunto es que el autor del artículo, Jesús Rivasés, después de hablar del ovni, en un giro copernicano, pasaba a hablar de la decadencia en la que había entrado el pueblo, que se había ido despoblando en los últimos años. Que si tenía 150 habitantes, que si las calles estaban sin asfaltar, que si no llegaba la concentración parcelaria, que si el kilo de trigo se vendía a nueve pesetas y el kilo de pan se compraba a treinta y cinco, que si en invierno había “solo tres mozas y cuatro mozos de menos de cuarenta años”… Vamos, que a Malanquilla le hacía falta un ‘empujoncito’. Pues, créanlo o no, quien acabó dándole ese ‘empujoncito’, directa o indirectamente, fue el ovni. Pero dejemos que Javier nos lo cuente, y luego yo ‘cuelgo’ otro reportaje para completar la historia. ¡Javier, no tardes mucho!

ACTUALIZADO EL 27-XI-2009 A LAS 12.45.

Bueno, como Javier Martínez ya ha desvelado el misterio, continúo con la historia. Pues resulta que los ‘chicos del ovni’ aprovecharon la fama del momento para hacer cosas buenas por el pueblo y dinamizar su vida cultural. Y vaya si lo consiguieron. Hoy casi nadie cree en los ovnis, pero a los escépticos hay que recordarles que antes y después de aquellos hechos se han visto ovnis en Malanquilla. Que en la zona son un fenómeno frecuente.

Pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente insólito es que un grupo de jovencitos, en muy pocos meses, logró desplegar una increíble actividad nacional e internacional que redundó en beneficios notables para su pueblo. Lo contaba (magistralmente, por cierto) Luis J. García-Bandrés el 16 de octubre de 1977:

Durante casi una hora, la redacción de este periódico ha sufrido el ‘asalto’ de cuatro mozos. Porque ha sido un asalto. Realizaciones, proyectos, fechas, nombres, idas y venidas se han sucedido a una velocidad de ráfaga, casi sin dar tiempo a que el bolígrafo recargara tinta. Ustedes ya los conocen. Son los mozos de Malanquilla. Los del ovni de hace un año y los del molino de hace un mes. Los conocen en la Embajada de Méjico, y en la Diputación, y en el Museo del Prado, y en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y en el Museo de Arqueología Nacional, y en los museos de Zaragoza y Soria. Este último ‘ataque’ por sorpresa ha tenido el motivo, grato, de la concesión a este grupo incansable del Trofeo de Oro de ‘Misión Rescate’. “Ponga que es la primera vez en once años que se lo dan a un grupo de Zaragoza, y además que recibimos el telegrama el día del Pilar. Es significativo, ¿no?”.

Y qué remedio: yo pongo. Sus nombres. Pues: Antonio Sánchez, de 17 años; José María Sánchez, de 17. Viven en Madrid. En cuanto pueden, veraneos, fiestas, se van al pueblo. ¿Qué estudiáis? “Banca”. Luego, Carlos Gómez, 16 años. Va a comenzar primero de Medicina. Reside en Zaragoza. Enrique Soria, 15 años. Estudia segundo de BUP. También, cuando pueden, hacia Malanquilla. Es lo que se llama estar fuera de la tierra -a ver si no-, pero cerca. “Mire, hace un año o dos, en el HERALDO se publicó un artículo que decía que en 1980 Malanquilla, junto a otros pueblos pequeños, iba a desaparecer. Es lo que no queremos. Desde entonces estamos trabajando juntos, como podemos, para rescatar al pueblo del olvido y sacar a la luz las cosas interesantes que tiene”. ¿Quieren mayores y mejores razones?

Pero la patrulla de ‘Misión Rescate’ no acaba ahí. Faltan veintidós nombres, más el del jefe de la patrulla, don Miguel Velilla, profesor del Instituto Joaquín Costa de Zaragoza. Pero yo creo que todo el pueblo está metido en el ‘ajo’. El primero, el alcalde. Le han hecho firmar de todo. Hasta comunicados quincenales de la ‘Misión Rescate’, dato que los organizadores del asunto han resaltado. Le han pedido autorización para ‘revolver Roma con Santiago’. Y lo han revuelto. Todo para bien. Y que “si esto no es un molino, que es un castillo”. Y ellos, “que no, que es un molino”. El único molino de viento que existe en Aragón. Y que “si esto no es una fuente romana”.

Ellos, “que si, que es una fuente romana”. Y encuentran papeles en los que se dice que fue mandada construir por el procónsul Viterio Fabio. Y que “si no vais a poder limpiar los cuadros de la iglesia”. Y ellos, “que a base de aspirador y aceite de linaza dejan todo bien limpio”. Datan obras. Sacan conclusiones. Escuchen: “Malanquilla es el único pueblo de esa zona que no tiene río. Está a mil doscientos metros de altitud. Luego resultaba lógico que allí, que no podía haber un molino de agua, hicieran uno de viento. Además, con el viento del Moncayo aquello tenía que funcionar de maravilla. No sé cómo no se les marchó el molino a otro pueblo”.

En Malanquilla viven unas ciento treinta personas. “Hay muchos abuelos”. Y estos mozos-emigrantes por las circunstancias, que son generales para todo Aragón, quieren sacar su pueblo a flote. Pero la historia del molino tiene su miga. Al enterarse de que Méjico quería levantar, o reconstruir, un molino en la Mancha, como homenaje a Cervantes, pues, ni cortos, ni mucho menos perezosos, le escribieron al señor López Portillo ofreciéndoles el de Malanquilla. Y el presidente de Méjico les contestó. Luego, los dos de Madrid acudieron a la Embajada para ver en qué quedaba todo eso. Los recibieron con las siguientes palabras: “¡Ah, vosotros sois los del molino!”. Y la cosa iba a quedar bien, hasta que organismos provinciales les dijeron que el molino se reconstruiría con dinero de aquí.

Por no sé qué lío entre piedras del solar patrio y cesiones o ventas a foráneos. Total, que ya tenían más o menos la palabra de la Diputación para restaurar el molino, cuando les dan el premio de la ‘Misión Rescate’”, que, entre otras cosas, cubre la restauración de un monumento de interés.

El molino -todo son datos que ellos han ido encontrando- data de 1600. Manuscritos de 1695 encontrados hablan de él. De las tres plantas se conservan dos. También las piedras de moler y las puertas. Estos mozos se han llevado a Malanquilla a los directores de los museos arqueológicos de Zaragoza y de Soria, al obispo de Tarazona. La lista de visitantes no parará ahí, que más altos vuelos, mucho más altos, tienen. También televisión les ha visitado, y ellos, ante las cámaras, han ido explicando sus investigaciones y hallazgos. Yo me temo, me temía, que algún ‘enchufe’, alguna influencia, hubiera por en medio.

Pero, no. Les pregunto. “Qué va. Ninguna. Nos presentamos y nos presentaremos donde haga falta. Hablaremos con quien sea”. En Madrid abordaron a López Portillo en plena plaza Real. Han llamado a la puerta del marqués de Lozoya. Se han hecho amigos del subdirector del Museo del Prado, que es quien les animó para constituirse en patrulla de ‘Misión Rescate’. A él, una y otra vez acudieron buscando fechas, pidiendo certificación de obras. Y como tenían material suficiente, pues se las dieron.

Pero vayamos con su trabajo en “Misión rescate”, el que les ha valido el Trofeo de Oro. “El grupo como tal, mejor dicho, la patrulla, comenzó a funcionar en febrero de este año. Pero ya mucho antes habíamos comenzado a trabajar. Lo que pasa es que desde entonces los objetivos fueron más concretos; el trabajo más continuado, y los esfuerzos de cada uno coordinados con el de los demás. Esto de estar separados, unos en Madrid, otros en Barcelona, otros aquí en Zaragoza, otros en el pueblo, pues ha sido un pequeño inconveniente que hemos solucionado estando en contacto. Generalmente en verano nos encontrábamos todos en el pueblo y, con el material que reuníamos, nos íbamos moviendo en Madrid o en Barcelona, ya durante el curso, para llegar a unas conclusiones. También ha habido viajes necesarios. En total nos ha costado tres mil pesetas. Piense que la memoria lleva cincuenta fotografías; y los viajes, y el papeleo”.

¿Saben de dónde sacaban el dinero? Pues en el pueblo, en Malanquilla, durante el verano improvisaban pequeños recitales gratuitos. Al final ‘pasaban la gorra’. Y con la voluntad de los asistentes fueron reuniendo fondos. Claro que sacar han sacado más dinero. Le hicieron venir al señor alcalde a Zaragoza para que hablara con la Diputación. Objetivo: desecar una balsa para hacer en ella un jardín. Total, una hectárea. Y la balsa se desecó. Y las calles de Malanquilla mejoraron su firme. Los pasos previos a la entrevista los realizaron ellos. “Balance de una campaña” se titula el trabajo que les ha valido el triunfo. Estos son sus logros: Inventariar todo lo existente en la iglesia parroquial, desde el retablo hasta el archivo, que han ido traduciendo en parte para saber qué encerraba y para que no se pierda.

Datos de fechas sobre obras y objetos sacros guarda su informe. (En la iglesia tienen en proyecto organizar un museo de arte sacro). Han llegado a catalogar una fuente que hay en el pueblo y que se tenía por neoclásica, cuando en realidad es romana. Leyeron libros de historia, y de arte; para cerciorarse, se llevaron a los arqueólogos a Malanquilla, quienes han prometido volver. En el Ayuntamiento del pueblo han estudiado su archivo con el fin de saber la historia del pueblo. Y han encontrado datos desde 1338. Un pergamino censal de un metro cuadrado fechado en 1550 está siendo restaurado en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. “Existen muy pocos de esas características”. (El alcalde les ha cedido una casa del XVII donde, después de restaurarla, piensan instalar un museo etnológico. Para lo cual también van a requerir los favores de la Diputación. De momento, parte de ese museo, “para ver cómo funciona, qué se necesita, cómo hay que organizarlo”, lo han montado ya en la planta baja de una casa particular). Y como final de su balance: el molino de viento, principal objetivo del grupo.

Y como lo del molino y Méjico, pues no llegó a cuajar, porque éste lo va a reconstruir Bellas Artes, le piensan ofrecer a López Portillo un solar -para esto ya tienen permiso- junto al antiguo molino, para que levante otro en homenaje a Cervantes.

El Trofeo de Oro significa que cinco miembros del grupo recibirán una cartilla con mil pesetas. El jefe del grupo, diez mil pesetas. Estancia de dos días en Madrid para recibir el premio. Posible audiencia del Rey. Restauración del molino. Un viaje de una semana por alguna región española y material deportivo, libros de arte y cámaras fotográficas. Esto, todo esto, además del trofeo: una interpretación de la ‘Victoria de Samotracia’, chapada en oro.

Pero lo que menos les interesaba durante el momento del ‘asalto’ a la redacción eran los premios. Bueno, uno sí: la reconstrucción del molino. Estaban entusiasmados porque su labor había sido valorada. Preparan nuevos ‘ataques’, nuevos proyectos. Desde este periódico -eran las once y cuarto de la noche-, todos trajeados, se iban no sé a dónde, para ver a alguien que estaba en esos momentos en una cena oficial. Al final me piden si pueden ‘saludar’, y comienzan a nombrar una larga lista. Son sus ‘colaboradores’. “No se olvide de ninguno”. Al marqués de Lozoya; al subdirector del Museo del Prado; al obispo de Tarazona; al señor Caballero, encargado de arqueología romana del Museo Nacional; a los directores de los museos arqueológicos de Zaragoza y Soria, don Miguel Beltrán y don José Luis Argente; al alcalde de Malanquilla; al vicepresidente de la Diputación; a don Miguel Palacios Massó…

La verdad que a mí, después de hablar con ellos, me entraron ganas de coger un pico, o un paño, o una máquina de lo que sea, y marchar con ellos a Malanquilla para hacer lo que me dijeran.

¡Qué bueno puede ser el futuro de Aragón!

Afortunadamente Malanquilla no ha desaparecido. Lo que ya no sé es la vida que habrán llevado el molino, las obras de arte de la iglesia o el museo etnológico. A lo mejor alguno de sus vecinos puede aportar datos. O mejor, ojalá alguno de los protagonistas de la historia nos mande un comentario.

Y ya ven cómo acabó todo. Creo que he equivocado el título del texto de hoy. Sería mucho más acertado éste: “El ovni que ‘restauró’ un molino cervantino en Malanquilla”.

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