LOS CRONISTAS OFICIALES DE GUADALAJARA LAYNA SERRANO Y ANTONIO HERRERA CASADO OFRECEN, EN LAS OBRAS QUE TIENEN COMO PROTAGONISTAS DEL PALACIO A LA FAMILIA MENDOZA
El Palacio del Infantado de Guadalajara es el símbolo del arte y de la historia de la ciudad. Sin lugar a dudas, es el monumento más representativo para los guadalajareños o, al menos, el que mayor identificación guarda con los vecinos. Con seguridad, todos ellos mostrarán el Palacio del Infantado como el monumento más representativo y la imagen más definitoria de la propia ciudad.
Ahora la población tiene la oportunidad de demostrar este cariño hacia el Palacio del Infantado para convencer a la UNESCO de que merece el título de Patrimonio de la Humanidad. Hay tiempo suficiente, más de un año para involucrarse en el proyecto y son muchas las razones artísticas, históricas y sociales que lo respaldan.
En octubre de 2015, el Palacio del Infantado entra en la Lista Indicativa de Patrimonio Mundial de la UNESCO, a la que optan un total de 200 propuestas de las que sólo 99 fueron preseleccionadas y, finalmente, sólo se incorporan cuatro a este listado de elegidos.
Desde ese momento, la candidatura cuenta con algo más de un año, casi dos, para convencer a la UNESCO de la idoneidad de este nombramiento, ya que será en 2017 cuando se evalúe todo el trabajo desarrollado para la promoción del monumento y el estudio de esas características que lo hacen único para ser Patrimonio de la Humanidad.
El catálogo de la UNESCO presenta hasta 2015 un total de 1.031 Patrimonios de la Humanidad, de los que 802 son culturales, 197 naturales y 32 mixtos, distribuidos en 163 países. España es el tercer país con mayor número de sitios declarados Patrimonio Mundial, sólo superada por Italia y China.
Ya ha comenzado el tiempo concreto para que el Palacio del Infantado construya su expediente de candidatura que debe ser lo más completo posible. Éste se someterá a la evaluación independiente de dos organizaciones, la ‘Unión Mundial para la Conservación’ y el ‘Consejo Internacional de Monumentos y Sitios’. Su dictamen se elevará a la reunión anual del Comité de Patrimonio de la Humanidad.
Para los más jóvenes, el Palacio del Infantado ha sido el lugar al que acudían a retirar sus libros o películas cuando fue sede la Biblioteca Provincial (1972-2004); además, desde 1992, es la sede del evento cultural más importante de la ciudad: el ‘Maratón de los Cuentos’. Pero lo cierto es que los mayores también guardan en su retina la peor imagen de este monumento por el estado de ruina en el que se mantuvo entre 1936 y 1960, un abandono que, con tristeza, plasmó también Camilo José Cela en su ‘Viaje a la Alcarria’.
Determinar si el Infantado merece la declaración de Patrimonio de la Humanidad forma parte de un largo proceso que tanto desde las instituciones como desde la propia sociedad de Guadalajara se espera que fructifique porque el Infantado es más que un monumento para la ciudad: es su mayor orgullo y el principal reclamo para atraer visitantes. Más, si se tiene en cuenta que este edificio se levanta junto a otro enclave importante, el Torreón de Alvar Fáñez, por donde cuenta la leyenda que entró el lugarteniente de El Cid en una noche de San Juan para conquistar la ciudad.
La construcción del Palacio del Infantado comenzó en el año 1480 bajo la dirección del arquitecto toledano Juan Guas que contó con la colaboración de Egas Cueman y Lorenzo de Trillo. En tan sólo tres años, se había levantado la fachada y a finales del siglo XV se daba por concluida una obra que presentaba un edificio predominantemente de estilo gótico pero con una decoración muy rica en cuanto a los artesonados y la azulejería utilizados para la ornamentación interior de las estancias, motivos todos mudéjares.
El Infantado vivirá su primera remodelación entre los años 1570 y 1580 por orden del quinto duque del Infantado, Íñigo López de Mendoza, que quiere incorporar elementos renacentistas para que guarde la mayor similitud con el Monasterio de El Escorial que construye el rey Felipe II. Para ello, contará con Acacio de Orejón como director de obras, además de Rómulo Cincinato para la decoración de las salas más representativas del edificio con frescos relativos a la mitología o a ensalzar la figura de los Mendoza en distintas batallas, encargará una chimenea realizada con mármol de Carrara por Juan Bautista y Domingo Milanés o el diseño de un jardín mitológico.
Esplendor de una época. Los cronistas oficiales de Guadalajara Layna Serrano y Antonio Herrera Casado ofrecen, en las obras que tienen como protagonistas a la familia Mendoza, detalles históricos y artísticos que señalan la influencia que tuvo este linaje entre los siglos XIV y XVI, durante su estancia en Guadalajara, tanto a nivel político, por su estrecha relación con la Corte de Carlos V y Felipe II, así como su interés artístico y cultural por los foros que se celebraban habitualmente en palacio.
Después de esta época esplendorosa, los Mendoza se marchan de la residencia construida por el segundo duque «por acrecentar la gloria de sus progenitores y la suya» y el edificio queda en desuso hasta finales del siglo XIX, en 1878, cuando el XV duque del Osuna y del Infantado realiza una venta-cesión del palacio como colegio de huérfanos. El Ayuntamiento de Guadalajara se hace cargo de la compra de la mitad del edificio por valor de 350.000 pesetas porque el colegio no tiene fondos. Eso sí, se establece una cláusula para que en el momento en el que el uso del palacio deje de tener dicho fin social, la propiedad revierta a sus propietarios. La historia hizo que la disposición se hiciera efectiva tras el bombardeo de diciembre de 1936 que destruye completamente el monumento.
Patrimonio nacional. En el año 1960, familia y ayuntamiento ceden gratuitamente al Ministerio de Cultura la propiedad del edificio para que proceda a su restauración, que se alarga por un periodo de diez años. En ese documento de cesión se establecen dos cláusulas. Por una parte, la familia solicita el derecho de uso privativo de unas dependencias de manera ocasional, sin señalar claramente qué salas del palacio serían. Desde 1960, la familia Mendoza no ha podido materializar este acuerdo. Por ello, hace una década, se interpuso una demanda judicial que ha dado la razón a la familia y que lleva implícita que las próximas obras que se acometan en el Palacio del Infantado sean para albergar un nuevo espacio para la Casa Ducal.
En el caso del Ayuntamiento, una segunda cláusula le reservaba el derecho a utilizarlo para actividades culturales, como habitualmente ocurre en la ciudad, además de ser gestor y le encomendaba la conservación de los jardines, derechos y obligaciones que hoy mantiene.
En realidad, la titularidad del Infantado pertenece al Estado, pero la transferencia de competencia deja la gestión a la Junta de Comunidades.
Demasiados actores, quizás, para un monumento que aspira a ser de todos. De la Humanidad.