POR EMILIO ESTEBAN HANZA, CRONISTA OFICIAL DE CANJÁYAR (ALMERÍA)
Apenas da tiempo a digerir la incesante actividad y el contenido de las ideas que emite el nuevo Pontífice. Todos los días leemos y escuchamos los comentarios sobre algún nuevo mensaje con sus bien definidas convicciones (los jóvenes, la mundanidad, la lucha contra el príncipe del mundo, Jesús, modelo de constructor de “puentes”, los “carrieristas-trepadores” y los servidores, misión de las cofradías etc., etc.)
Yo me he fijado ahora solo en su proyección en el diálogo interreligioso. Y, revisando antecedentes, me ha parecido que Francisco I lo había asumido como bandera especial de trabajo fogoso desde sus tiempos episcopales argentinos. Veamos un ejemplo de cara al judaísmo: En la lejana edición de 20 de septiembre de 2004 el diario “La Nación”, de Argentina, recogía un hecho histórico del Arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio. El prestigioso periodista Jorge Rouillón lo titulaba “El gesto entre dos amigos” y eran éstos el Cardenal Primado Bergoglio y el Rabino de la Comunidad Beni Tikvá, Rector del Seminario Latino-Americano, Abraham Skorka. Se celebraba el Año Nuevo judío, y el Arzobispo bonaerense asistió al “Selijot” (ceremonia de petición de perdón). Ante el templo repleto, Skorka dijo a la Comunidad judía: “Tenemos la presencia de un hombre de fe del cristianismo. Estamos delante de ustedes y de Dios tratando de empezar a hacer aquello que nos enseñaron nuestros sabios”.
Después de unos rituales, Skorka invitó al Arzobispo al estrado y el hoy Papa habló así: “Como dijo mi hermano Abraham estamos en la presencia de Dios para escuchar preguntas que nos muevan por dentro y nos hagan transparentes”, Y, así, entre rezos, lecturas, de la Torá, Tanaj, el A y N. Testamento, la invocada “Adonai” (benevolencia de Dios), la alusión al mes“Ellul” que introduce en el Año Nuevo, Rosh Hashana, y la invocación “para retornar al Creador”, finalizó la importante ceremonia religiosa entre los líderes religiosos judío y cristiano.
Bergoglio proclamaba su voluntad firme de estrechar lazos entre los hermanos de distintas religiones, sin sentirse timorato en la ceremonia judía, como tantos nos sentimos ralentizados, simplemente, al considerar la muy estimable distancia entre judaísmo y cristianismo.
Pero saltemos al 2013. Al día siguiente de su elección, sin más espera, envía el Pontífice un mensaje al Rabino de Roma, Ricardo Segni, expresando su decisión de “contribuir al proceso de las relaciones entre judíos y católicos”. Y la carta inmediata enviada por la Secretaría del Estado Vaticano firmada por Francisco I transmitía literalmente a la Comunidad Judía :“les pido que recen por mí a la vez que yo rezo por ustedes”
En este claro contexto de avance urgente, el Rabino de Israel, Yona Metzger, ha asegurado que “las relaciones entre el cristianismo y el judaísmo mejoran contribuyendo a una disminución de los actos antisemitas en el mundo”. Es indicativo asimismo que el líder político del pueblo judío S. Peres ha cursado invitación formal al actual Papa a visitar Israel.
Es cierto y claro que el Concilio Vaticano II en la Constitución “Gaudium et Spes” nº 92 exhorta al diálogo y entendimiento, y los Pontífices anteriores lo han practicado; y hay Comisiones vaticanas y extravaticanas que realizan este contacto y estudio. Como muestra señalamos el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso en el que – ya con Francisco I – el pasado 25.04.2013 en la fiesta budista Vesakh, se firmó el mensaje “Cristianos y budistas juntos en el Amor”. Es conocido desde antaño en su labor interreligiosa el “Atrio de los Gentiles”.
Pero lo que se palpa y he querido resaltar especialmente es que Francisco representa hoy un hito de suma aceleración en el diálogo interreligioso.
El pontífice de Roma nos estimula predicando la doctrina de Jesús en el campo del “acercamiento a los otros”, incluidos los desviados, a los que no quiere que esperemos en “nuestros propios templos” sino que los busquemos en la calle y en sus mismas residencias para ofrecerles nuestro más preciado mensaje.
Podríamos entenderlo –yo así lo entiendo- como una advertencia de que no nos paralicemos por la anquilosis del miedo, el temor o la excesiva prudencia. Indudablemente Francisco no quiere estaciones de parada, ocios ni siestas. Es imparable.