ARTÍCULO QUE CITA A JUAN JOSÉ DOMÍNGUEZ CARAZO, CRONISTA OFICIAL DE SIERO (ASTURIAS).
La reconocida obra de Sánchez del Río, cuya rehabilitación ha sido recientemente galardonada, «fracasó» en su concepción inicial.
«Era todo lo contrario a lo que no tenía que ser un mercado de ganado, por eso se acabó tirando todo». El proyecto de urbanización del entorno del Paraguas de Ildefonso Sánchez del Río en Pola de Siero, se ha alzado recientemente con el Premio Asturias de Arquitectura en su vigésimo quinta edición; sin embargo, la reconocida construcción del ingeniero harense resultó un «fracaso» como recinto ganadero, como bien relata el cronista oficial poleso, Juanjo Domínguez.
«El Paraguas, para la finalidad que fue creado, fue un desastre absoluto», valora. Recuerdan también los mayores del concejo, como Benigno Menéndez, que el aire tendía a hacer «embudo» y el ganado que se refugiaba bajo los aleros de la imponente estructura se revolvía ante las continuas corrientes.
No fue el primer parasol de la localidad. En la zona oeste del recinto se erigía un pequeño paraguas, de la envergadura aproximada del que todavía se alza en Oviedo, como «prueba». Junto a él Sánchez del Río levantó otras tres cubiertas de hormigón armado con el mismo problema de corrientes. Hoy en día, solo se conserva la cubierta de la actual comisaría de la Policía Local.
Es la cara y la cruz de las construcciones de Sánchez del Río, una historia que se repite al hablar de la plaza cubierta. Su obra se inició en el verano de 1929 y se inauguró a finales de 1931. «La gente tenía miedo a meterse, porque no tenía ningún punto de apoyo», narra Domínguez sobre la construcción, durante la cual «se hicieron pruebas con cargas a ver si flexaba». «Es una de las tres obras arquitectónicas más relevantes de España», valora. Sin embargo, lamenta que «la finalidad de la plaza no se podrá cumplir nunca porque tiene que tener decantación de las aguas, no se puede verter a la red general, y para eso no hubo ningún plan».
Todavía recuerda cuando el mercado de abastos se convirtió en «una ciudad dentro de una ciudad». Se refiere a la reforma de 1985 que acabó convirtiendo la diáfana estructura en un laberinto de «tres niveles con bar y todo, tenían una especie de torreta que parecía un púlpito». Detalla que se pegaba con las esquinas y resultaba incómodo de transitar. «Aquella fue la mayor barbaridad que se pudo hacer», sentencia.
El actual uso, como espacio para eventos, tampoco convence. «Te vuelve la cabeza loca, la acústica es terrible», explica el cronista. Con él coinciden aquellos que han podido disfrutar de actividades como el reciente festival de la cerveza. «Tuve que salir, había demasiado ruido», confiesan asistentes al Oktoberfest.
Su destino, no obstante, ha sido más amable que el de la nave industrial que yace cerca del polígono de Llames, en Granda; hoy en día en ruinas.
En lo que respecta al depósito poleso, «está como estaba». Por su parte, fuentes municipales apuntan que no habrá más obras de conservación o mejora a corto plazo en ninguna de las obras del célebre y polémico ingeniero.