EL CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA), EDUARDO JUÁREZ, QUE HA GANADO SU BATALLA CONTRA EL COVID-19, ASEGURA QUE HA SIDO UNA EXPERIENCIA “TERRORÍFICA”, AUNQUE AFIRMA QUE “SALDREMOS ADELANTE”
Ya en su casa en el Real Sitio de San Ildefonso, donde se recupera después de haber superado una neumonía bilateral provocada por el Covid-19, y cada día con más fuerza, el historiador y cronista oficial del Real Sitio, Eduardo Juárez, habla de su experiencia, “terrorífica”, según sus propias palabras, tras más de veinte días ingresado en el Hospital de Segovia, aunque atendido por un personal sanitario, al que agradece su enorme trabajo, “porque están haciendo un esfuerzo bestial”.
El también colaborador de El Adelantado de Segovia explica que aún está muy débil y caminar en el salón le supone un esfuerzo tremendo, “como si hubiera subido a Peñalara”. Pero ya, en su “paraíso”, tiene ahora mucho tiempo para recordar y contar cómo empezó todo, tras un pequeño resfriado, que se complicó después de que el 10 de marzo, como un día más, se desplazara hasta Madrid para dar sus clases en la Universidad Carlos III, en Getafe, participara en su programa de Radio Nacional y presentara un libro. Eduardo cree que allí es donde cogió el virus, y se acuerda de que aún entonces la gente no entendía que los chinos eran los únicos estudiantes y ciudadanos que llevaban mascarilla. “Si llegamos a saber lo que se nos venía encima”, lamenta. Dos días después asistió a un acto en Toledo de la Fundación Ortega y Gasset y al regresar a Segovia, “vine conduciendo hecho polvo, con fiebre y como si me hubieran dado una paliza”. Aguantó en casa con síntomas que él pensaba más bien que eran de gastroenteritis, cinco días más, hasta que se decidió a ir al médico, donde ya con una saturación de oxígeno en sangre del 89%, fue ingresado en el hospital. Allí le hicieron una placa y un TAC y le diagnosticaron una neumonía biltateral por coronavirus.
Y ahí empezó su lucha, agarrado al oxígeno y viéndose “morir” por momentos. “Los primeros días parecía que iba a peor, aunque luego me estabilicé un poco; y a los quince días me trasladaron a una UVI provisional que habían adaptado en la cafetería del hospital”, cuenta Eduardo. “Sin toallas, sin pijamas, con camas donadas, allí estábamos, pero tengo que decir que el ingenio español es tremendo, y se demuestra en la instalación de tres UVIs en el Hospital de Segovia, en la cafetería, en el salón de actos y en la sala de rehabilitación”.
Ahora se ríe, al recordar que parecía Dar Weider, el personaje de ficción de la famosa saga ‘Star Wars’, con su máscara para poder respirar, que no le quitaron hasta que ya empezó a respirar bien y la pesadilla empezaba a remitir.
Fue trasladado a la tercera planta del hospital, donde cada vez se fue encontrando mejor, aún con oxígeno. Allí coincidió en la habitación con Luis Herranz, de Aldea Real, al que ya considera su amigo. “Un tío genial, que me ha cuidado, porque él estaba un poco mejor, y avisaba a los médicos para cuando yo les necesitaba. Le estaré agradecido toda la vida”, afirma.
Su experiencia en el hospital fue muy dura, por su propio estado, llegó hasta un 78% de saturación, cuando los niveles normales son entre 95 y 100%, y por lo que veía a su alrededor. Eduardo vio morir a dos personas, pero quiere tranquilizar de alguna manera a los numerosos familiares que estos días no pueden despedirse de sus seres queridos, y contarles que los que se han ido no han sufrido en el último momento, “porque falla el corazón y se quedan como dormidos”.
A Eduardo le ha ayudado en esta experiencia su positivismo y sus ganas de vivir. Reconoce que “piensas mucho en lo que puede pasar, pero en mi caso, con determinación, me dije, no voy a dejar solos a mi mujer y a mis hijos, y así he salido”. Y subraya especialmente la profesionalidad del personal sanitario del Hospital de Segovia y su compromiso con la sanidad pública. “Con turnos de hasta 30 horas y con sueldos que en algunos casos son inferiores a los 1.000 euros, el esfuerzo que están haciendo es inmenso, a pesar de las condiciones en las que han estado trabajando”, afirma Eduardo.
Y ahora, mira ya para adelante, con confianza en que “saldremos de ésta”, aunque el mundo ya no será como antes. “Vamos a ver el mundo como algo que hay que cuidar, y el consumismo creo que va a caer”. Él ve cambios en sí mismo, en su forma de ver la vida a partir de ahora. “Lo que de verdad me apetece ahora es ir a dar un paseo al pinar, o charlar con un amigo… Esta experiencia te devuelve a las pequeñas cosas. La felicidad se construye así, con cosas pequeñas que llenan la vida de sentido”.
Todavía no puede ir a su querido pinar, a seguir buscando bares, pero Eduardo Juárez ya sueña con subir hasta el Vado de Oquendo, disfrutar del paisaje y de la compañía de familia, amigos y vecinos.
Fuente: https://www.eladelantado.com/