POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Cuando yo era «nenu» y don Valentín Gorostiaga, Licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Ciencias Bíblicas, era párroco en San de Duz (Colunga-Asturias), en un día como mañana, festividad de Nª Sra. del Pilar, los «nenos y nenes» del Catecismo cantábamos aquello de:
«Es María la Reina de España
que un día en Zaragoza (bis)
quiso visitar.
Rodeada de angélicos coros
llegó a Zaragoza (bis)
en carne mortal
El Apóstol Santiago rezaba
a orillas del Ebro (bis)
y la vio llegar.
¡Dios te salve!, le dijo el Apóstol;
cayó de rodillas (bis)
y se echó a llorar…»
El Apóstol Santiago, venido a nuestra nación para evangelizarla, no parece que encontrara fruto a su predicación; de ahí su desánimo y pena. La Virgen, en consuelo materno, le prometió su ayuda y su reinado en la Hispania que en el futuro sería una nación fiel al cristianismo como «unidad de destino en lo universal» (así me lo enseñaron en mi bachillerato aunque nunca lo entendí).
En virtud de esta promesa mariana, terminaba el cantar religioso afirmando que:
«Y por eso los hijos de España
la llamamos Madre (bis),
Madre del Pilar.»
El Día del Pilar, 12 de octubre, fue asociado al «orgullo de ser español» y por eso se le denominó DÍA DE LA HISPANIDAD y también DÍA DE LA RAZA, extendiendo su celebración a todas las naciones de influencia española como, por ejemplo, las hispanoamericanas.
¡Qué curioso! Hoy, día 11 de octubre, juega la selección española de fútbol (¡Animo, Luis Enrique!) y leo en Facebook que algunos futbolistas no desean participar en esa selección porque no se sienten españoles ni entienden el porqué del orgullo de ser español.
¿Qué quieren que les diga? Responderé con aquel adagio latino: «Quod natura non dat, Salamantica non praestat «.
Bueno, bueno… Pues para ensamblar Asturias y Zaragoza en unión de hispanidad, prepararemos para mañana un «PITU PINTU» (raza autóctona asturiana) al VINO DE CARIÑENA, (D.O. zaragozana).
Trocearemos un gallo de edad aproximada al año, ya limpio y eviscerado, en unos 8 trozos. El buen animal deberá tener un peso aproximado de 2 a 2,5 kilogramos y su carne ha de ser rojiza y prieta.
Macera durante una noche en un adobo hecho con 3 dientes de ajo, 2 zanahorias, una cebolla, un pimiento, un puerro grande, aceite, sal y medio litro de vino tinto D.O. Cariñena.
Al día siguiente, ya escurridos, se fríen las carnes y se llevan a una cazuela. En ese aceite pochan las verduras de maceración y se incorporan a la cazuela junto con el vino y un poco de caldo de ave y el aceite de fritura.
Cuece todo a fuego mediano-fuerte hasta que la carne esté blanda y despegue bien del hueso.
Se ofrece muy caliente complementando con pimientos morrones asados, patatas fritas y ensalada.
La salsa de cocción, previamente pasada por el chino, se ofrece en salsero aparte.
Acompañen con un buen vino tinto de Cariñena y al terminar la comida pueden cantar aquel pasodoble que comenzaba así.
“El Ebro guarda silencio
al pasar por el Pilar.
La Virgen está dormida,
no la quiere despertar…»
¡Feliz día a todas las Pilar, Pilarina, Piluca , Pili….!