EL PINO EN EL IMAGINARIO SOCIAL GRANCANARIO
Sep 08 2023

POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS).

Las ofrendas sumaron más de 22 toneladas este 7 de septiembre. Cober

El Pino siempre estuvo, de una u otra forma, en el imaginario social grancanario, transformando y asentado costumbres, tradiciones y leyendas.

La presencia en Gran Canaria del culto y la devoción a Ntra. Sra. del Pino, con un fervor que se amplió y cobró un arraigo enorme a lo largo de cinco siglos, contribuyó de forma ostensible a generar, en el seno de la colectividad insular, un conjunto de celebraciones, de comportamientos, de actitudes sociales, de conceptos y de símbolos que han conformado una forma muy determinada de ver y entender el propio orbe grancanario, tanto en su ámbito material, como en su percepción inmaterial. Surge así un, digamos, ‘imaginario social’ (para este concepto se hace interesante ver ‘Cornelius Castoriadis. La pluralidad de los imaginarios sociales de la modernidad’. ‘Revista Anthropos’, n. 198, 2003), a partir del cual los grancanarios desarrollaron una actividad transformadora eficaz tanto de su entorno, de sus usos sociales, de sus costumbres, como de su forma de entender y aceptar en su pensamiento el ámbito isleño y sus tradiciones.

Referirnos a ‘El Pino’ va mucho más allá de una devoción con un arraigo irrevocable, de unas celebraciones populares de hondas raíces, de unas instituciones sociales levantadas entorno a ello. Hablar de ‘El Pino’ es, si tenemos en cuenta lo expuesto por el ‘Diccionario del español actual’ de Manuel Seco (1999) al referenciar el término ‘imaginario’, acercarnos a un conjunto de símbolos, conceptos e imágenes propios de un individuo o de una colectividad que se relacionan entre sí y que ayudan a conformar su manera de ver el mundo.

En el imaginario social grancanario mencionar ‘El Pino’ es hablar de la Patrona de la isla, del fervor y la devoción que a través de los siglos le han tenido a la madre y señora de los insulares, de lo que su presencia ha significado, generación tras generación para cada persona, para los ámbitos familiares y sociales. Algo que se percibe ya en la crónica que, a propósito de las celebraciones del Pino en septiembre de 1862, publicó el Boletín Oficial Eclesiástico de las Diócesis de Canarias y Tenerife (30/09/1862, p. 6 y 7), donde se resaltaba como «Desde el día 7 hasta el 8 al mediodía reinó en aquellos contornos el alegre movimiento que se deja suponer, atendido el fervoroso entusiasmo, que tradicionalmente abrigan los canarios hacia la Virgen del Pino, bajo de cuyo título se complace la excelsa Señora en derramar abundantes mercedes sobre los que afectuosos la invocan».

Pero es también una referencia al entono devocional, al orbe festivo, a usos y costumbres, al espacio donde su ubica y al mismo paisaje y a la naturaleza de la isla, algo que también se aprecia en la mencionada crónica de 1862, cuando resalta como «en armonioso conjunto los fieles procedentes de todos los confines de la isla, que con sus extraños y variados trajes e irradiando el júbilo que siempre inspiran a los hijos de la iglesia sus augustas solemnidades, imprimían maravilloso realce al risueño panorama que se desarrollaba en de rededor, formado de prominencias y vertientes sombreadas por grupos caprichosos de álamos, sauces, higueras, palmas y frutales de toda especie, coronando la encumbradas cimas de los montes una vegetación imponente y robusta, donde se refrescan las brisas que mitigan el ardor del sol, bajando placidas y suaves al valle donde se sienta el magnífico templo y se agita la multitud que en semejantes días le circunda», o cuando recoge costumbres y actitudes personales que se mantendrán en el tiempo y como propias de esta devoción y sentimiento, y recoger que «tuvo lugar la procesión publica con la imagen de la Virgen ricamente vestida y llena de exquisitas joyas, llevando este año a sus pies una elegante corona de plata sobredorada, que la piedad de un hijo de esta isla había hecho labrar a sus expensas en América, trayéndola como prenda de gratitud a la Reina de los Cielos, por verse de vuelta en su patria con notables adelantos de fortuna».

Un imaginario popular que se asienta y se adentra en el ser y sentir grancanario también a través de la prensa, y en la segunda mitad del siglo XX con la radio -resaltar que los primeros pregones del Pino son pronunciados a través de las ondas- y luego con la televisión, cuya presencia y transmisiones en directo no sólo influyen en horarios de actividades como la romería, sino que conllevan un cambio de parámetros en ese mismo imaginario, pues ahora en los más distantes lugares, y entre quienes no pueden desplazarse hasta la villa mariana, ya no se construyen imágenes sustentadas en referencias, en recuerdos o en memoriales recibidos por tradición familiar o popular, sino en la visión exacta de lo que acontece en esos momentos.

Pero aún en las décadas centrales del siglo XIX, con los primeros periódicos grancanarios, como es el caso de El Canario en 1860, el imaginario de El Pino se acentúa y se difunde aún más en todo el espectro social insular. Uno de los primeros textos extensos sobre la celebración de El Pino en el Teror septembrino es la que publica, entre el 30 de septiembre y el 28 de octubre en cuadro capítulos y una conclusión, el sacerdote, escritor y abogado Emiliano Martínez de Escobar y Luján, bajo el seudónimo de José Gongles y Gonales, con el título de ‘Teror. Fiesta de Ntra. Sra. del Pino’. Una pormenorizada mirada a la esencia social de esta festividad y sus celebraciones, que inicia de forma muy elocuente refiriendo como «Tienen para mí un no sé qué las fiestas campestres, que cada vez que se acerca uno de esos días en que todo se pone en movimiento en los pueblos, y cada cual, dejando a un lado los penosos trabajos que le agobian durante el año, y olvidando las fatigas, relega a un rincón los aperos de la labor, y descuelga la empolvada guitarra y se agrupa en la plaza, donde todo es contento y algazara…». En la que también pone voz al imaginario popular, al recoger como un anciano, que viene desde Telde, le relata que «hace muchos años que tenemos la costumbre entre mi familia de ir en este día a visitar el templo de nuestra Sra. del Pino; y por la última vez quizás vengo hoy con mis hijos que son ese muchacho que toca la guitarra y las dos mozas que cantan, porque la otra es la mujer de mi Antonio y esos dos jóvenes son hijos de un vecino, y se han ofrecido a acompañarnos en nuestro largo viaje».

Y esa expresión de «largo viaje» desde Telde (hoy incomprensible) no sólo era compendio de una distancia física, sino de lo que entrañaba recorrer la isla, de lo que significaba llegar a un lugar sacralizado en el imaginario insular, como lo era ya entonces Teror. Y lo hace ver el cronista Domingo J. Navarro, en sus ‘Recuerdos de un noventón’ (1895), que abre el relato de ‘Una expedición a la Fiesta de la Virgen del Pino’ subrayando como «Por más que os empeñéis en comprender las inmensas dificultades y obstáculos que, en principios de este siglo (XIX), se presentaban para hacer una excursión al campo, no es posible que lo consigáis vosotros, mis jóvenes lectores que disfrutáis de buenas carreteras, de abundantes coches (y se refería aún a coches de caballos), etc.». Pero así y todo reconocía como «La renombrada fiesta del ‘Pino’ debía su fama a la enorme concurrencia de los pueblos atraídos por la muy arraigada devoción a la milagrosa imagen de la Virgen…», a lo que se aunaba «el continuo y desapacible sonido de guitarras y tiples, el interminable bailoteo, los desacordes cantares, los alegres ajijidos, los innumerables ventorrillos…».

El Pino siempre estuvo, de una u otra forma, en el imaginario social grancanario, transformando y asentado costumbres, tradiciones y leyendas, contribuyendo a transformar espacios y a interpretar el paisaje, modelando el ser y el sentir isleño. Hoy el imaginario social tiene a El Pino como santo y seña de la isla; pero no sólo es la fiesta oficial insular, la ‘fiesta mayor de Gran Canaria’, sino que es el compendio de una mirada que recorre siglos e instituye una identidad que se rehace en el presente y mira al futuro. Y por ello, sobre todo ello, se va, una y otra vez, caminito de Teror, que linda allí espera la ‘Madre’, una madre grande en la más amplia de las acepciones que se pueda tener de ella.

FUENTE: https://www.canarias7.es/canarias/gran-canaria/juan-jose-laforet-pino-imaginario-social-grancanario-20230908091956-nt.html

 

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