POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Ayer, y así se lo conté, estaba yo en vena poética. Y todo porque un buen amigo, hostelero y poeta, me había regalado «unes fabines japoneses» que, como nuestra Virgen de Covadonga son «pequeñines y galanes».
Mi amigo tiene su negocio-zumería en Viesques (Gijón) y en Viesques también reside otro gran poeta, profesor de Lengua y Literatura, conferenciante y novelista (yo tuve el honor de presentar su última novela), autor de un precioso poemario, «ESCRITURA DEL SACRIFICIO», pleno de sensibilidad, belleza y hasta nostalgia.
Su nombre: PEDRO LUIS MENÉNDEZ.
Mientras estofaba les fabines AZUKI, e «iben fervollando pocu a pocu», no se la causa de mi conducta, me dio por releer el libro de PEDRO LUIS. Y de repente me encuentro con estos versos:
«Dulzura de este mar
constante sombra
quietud del pensamiento demorado
sobre la imagen
húmeda del cielo…»
Y anterior a este poema, casi al inicio del libro, ya me habían entusiasmado estos sentires:
«Al paso del dolor
pasan los hombres
pasa la soledad,
pasa el invierno…
…y al paso del dolor
pasan titanes
las guerras del amor
la virgen blanca
y un mar desvanecido por la altura
que fluye de tus plantas
a tu sombra»
Mares de dulzuras, cielos húmedos de lágrimas dolidos por el dolor de la soledad, por el frío de la invernía y mares, otra vez mares, que añoran alturas y amores.
¡Demonios!, me dije.
Estos versos merecen un plato de gala; un plato que ensamble belleza, poesía… y buen sabor de boca pues, como decimos en Colunga, «en comer va la ganancia».
Y así, entre versos e inventiva, preparé este plato de MERLUZA A LA ROMANA, SETAS A LA PLANCHA Y MEJILLONES AL AJILLO.
Frutos de mar y de tierra; suavidad y alimento en el cuerpo y en el alma.
Así lo hice:
Compré una merlucina (más bien pescadilla grande) de «les del pinchu» y la hice filetes eliminando pieles y espinas.
Compré 1 kg de mejillones gallegos y, abiertos al vapor, seleccioné su carne.
Compré una bandeja (400 g) de setas de cultivo (Pleurotus ostreatus).
Y así:
1.- Los filetes de merluza, sazonados con sal, los rebocé en harina y huevo y freí en abundante aceite bien caliente («a la romana»)
2.- Pasé las setas a la plancha con un poquitín de ajo y perejil
3.- Preparé los mejillones «al ajillo»
4.- En planto llano y grande dispuse los filetes de merluza en su centro: en su mitad exterior coloqué unas setas; después completé con los mejillones al ajillo.
La ramita de perejil puso el adorno correspondiente.
¿Les cuento el resultado?
Pues igual que se hacía antaño en los pueblos cuando el Obispo de la diócesis (también se decía «el Ordinario del lugar») realizaba una visita pastoral: NIÑOS CON BANDERITAS SALUDAN A SU ILUSTRÍSIMA».
¡Vaya! Un plato digno de la corte celestial.