POR ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (CANARIAS)
Era una mañana cualquiera de un día como tantos otros. De pronto mi lectura fue interrumpida por el timbre telefónico. Al descolgar el auricular, una voz me interpeló ¿es el Cronista Oficial de la Ciudad de Telde? De inmediato contesté afirmativamente. Soy Pepe Dámaso y yo añadí: ¡el artista más importante de Canarias! Después de una risa cómplice de ambos, empezó nuestra conversación.
El pintor estaba interesado por saber si desde Telde se había organizado alguna actividad para homenajear a don Benito Pérez Galdós, dada por más que cierta la estrecha vinculación de éste con Fernando de León y Castillo y, por tanto, con nuestra ciudad. Después de aclararle su duda y manifestarle que desde la Biblioteca Saulo Torón de Arnao se estaba dedicando el año a una lectura galdosiana por mes, nos enredamos en otras cosas y llegamos a don Luis Doreste Silva.
Para quien no sepa, vamos a reseñar que fue don Luis natural de Las Palmas de Gran Canaria y médico de profesión en sus primeros años postuniversitarios. Un tiempo más tarde, aceptó ser secretario particular del embajador de España en París, nuestro admirado paisano León Castillo. Un secretario no era solamente el que llevaba la agenda y asistía en todo lo burocrático al Señor Embajador. Tenía la capacidad para entender en todo aquello que, bajo el paraguas de protocolo, se puede pensar.
Así, don Luis, hombre de una gran cultura humanística y exquisita sensibilidad artística, procuró atraer hasta la sede diplomática española a cuantos compatriotas artistas plásticos, músicos y literatos vivían o pasaban por la capital del Sena. Desde don Juan de la Cierva, Pérez Galdós, Juan Valera, Azorín, Pio Baroja hasta Unamuno, todos fueron contertulios de don Luis y don Fernando. Picasso, Juan Gris, Sorolla, los Madrazos, Victorio Macho…, Manuel de Falla y otros tantos bailarines, cantantes líricos, etc., tuvieron el honor de ser recibidos en el Palacete que la Reina doña María Cristina había comprado para establecer allí nuestra delegación.
Nos comentaba la hija mayor de don Luis, Chita, que su padre hablaba un francés nada común, lo que admiraban por igual los españoles que lo visitaban como los franceses con los que hablaba habitualmente. El poeta con socarronería propia de grancanario decía: hablo un perfectísimo francés, no podía ser menos, lo aprendía en la calle Triana de Las Palmas de Gran Canaria. A nadie le explicó que en esa calle vivía un viejo y arruinado aristócrata francés, que para mal vivir daba clases de francés a una serie de niños de la pequeña y mediana burguesía laspalmeña.
Me comentó mi amigo Pepe Dámaso que don Luis fue su descubridor y que gracias a él viajó a Madrid para estudiar allí todo lo concerniente a las Bellas Artes. Parece que el poeta, ya de regreso en la isla, visitó una exposición del joven Pepe Dámaso en la archiconocida Galería Wiot y quedó encantado con lo que el de Agaete entregaba con generosidad al público. Un artículo en un rotativo insular titulado “La pintura sorprendente de un Novel”, causó el efecto deseado y muchos se interesaron por el joven pintor. Pepe me confiesa que no lo conoció en profundidad, pero que siempre le pareció una persona interesantísima con una educación extraordinaria. Yo le contesté que según me dijeron algunos, entre ellos el profesor don Alfonso Armas Ayala, Don Luis era todo un Don, porque tenía todo aquello que un verdadero gentleman debía poseer: elegancia en el vestir, excelente porte, verbo cultivado y sobre todo un gran corazón. No era altivo, pero si grandilocuente.
Telde le debe la existencia de la Casa-Museo León y Castillo, pues él se empeñó en que tenía que ser en la natal del político y diplomático en donde se guardara y se expusieran todas las cosas que en vida poseyó. Así como albacea testamentario del propio don Fernando, animó a doña María de las Mercedes de Retortillo, su viuda y al hijo de ambos para que entregaran: pinturas, esculturas, porcelanas, condecoraciones, muebles, cientos de objetos en los más variados materiales y su epistolario como fondo archivístico y museístico.
El M.I, Ayuntamiento de la ciudad de Telde nombró a Don Luis, asiduo visitante en nuestra ciudad, Hijo Adoptivo de la misma, y a principio de los años setenta, cuando se abrió la urbanización de El Quinto en el sector de San Juan, se nominó una importante calle con su nombre y apellidos. Así don Luis sigue hoy presente en la ciudad que supo agradecerle en vida su altruista labor.
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