POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
En nuestro deambular por la ciudad en la que vivimos, ahora que el tiempo empieza a acompañar al andariego después del cálido verano, nos volvemos a encontrar con viejos edificios, abandonados o no, que incitan a curiosear sobre su verdadero origen y el porqué de ese lugar para su ubicación. Uno de esos edificios, que aun marcado por la desidia no ha perdido su peculiaridad arquitectónica, es el viejo polvorín que se encuentra en uno de los extremos del popular Paseo Alto. Mi curiosidad ha venido alimentada por ciertos comentarios leídos en las redes sociales donde es definido como una vieja construcción de la Guerra Civil. Nada más lejos del origen de este histórico edificio.
El 3 de Julio de 1849, el arquitecto municipal de Cáceres, Calixto de la Muela, envía al alcalde de la ciudad, José María Morera, las condiciones que deben regir para la construcción de un edificio destinado a polvorín que habría de construirse en el sitio del Rollo, un lugar cercano a la recientemente inaugurada plaza de toros, donde tradicionalmente se venían celebrando las ejecuciones de los reos condenados a muerte. El edifico se debía construir a petición del Gobierno Civil, para ser usado como almacén de la pólvora y dinamita que había en la ciudad, fuese esta para barrenos, cartuchos de escopeta u otros usos que no tenían que ver con la actividad militar. De manera que este importante material explosivo se encontrase a buen recaudo de posibles robos que proporcionasen su uso indebido, así como aislado del núcleo urbano en caso de accidente que pudiese provocar una explosión de fatídicas consecuencias, en una villa que carecía de servicio de bomberos y donde gran parte del caserío era propenso a la combustión.
El polvorín se edifica a lo largo de 1850, siendo su ejecutor el alarife cacereño Manuel del Amo que lo construyó con un coste de 6.758 reales pagados por el ayuntamiento de la ciudad. El constructor levanta un edifico de dos cuerpos, con techo de lascas de pizarra colocadas a escamas de pez y anchos muros de mampostería con garitas de defensa y vigilancia en sus vértices. El edificio no debió de usarse durante mucho tiempo, quizás debido a estar más alejado de la cuenta del casco urbano y ser complicada su seguridad ante el robo. En 1855 cuando el consistorio decide crear el primer parque público de la ciudad, el actual Paseo Alto, el polvorín ya se encontraba en estado de abandono, llegando a ser requerido para casa del guarda, cuestión de la que al final se desistió. Se utilizaría como lugar para la estación sanitaria que se trae a la ciudad para combatir la terrible gripe de 1918, incluso en 1941 fue solicitado para instalar unos baños turcos alejados de la ciudad, en un lugar discreto.
Desde 1850, el polvorín del Paseo Alto, como es conocido por los cacereños, sigue presente en el Cerro de Teso, solitario y triste, fiel testigo de un tiempo que lo proyectó como edificio necesario para la seguridad de la ciudad, la misma ciudad que lo relegó al ostracismo cuando ya no tenía funciones que cumplir.