POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Ulea, dada su ubicación, tenía unas infraestructuras muy primitivas y, a partir del año 1850, con la llegada a la alcaldía de D. Joaquín Miñano Pay, se comenzó a pensar, en serio, en el futuro de nuestro pueblo. Pero ¿eran tantas las cosas por hacer? Sí, con empeño y una voluntad férrea, se embarcó el alcalde de turno.
El núcleo de población acababa en donde hoy se ubica la casa de “La punta del pueblo”. De ahí para abajo- hasta llegar a “La Capellanía” se le denominaba camino de “Las Eras, o Paseo de las Eras”. Las personas que visitaban nuestro pueblo arribaban por el camino que les unía con Villanueva, cruzando el río Segura por medio de las barcas.
En el lugar donde se erguían frondosos, “los árboles grandes” en terrenos propiedad del Conde Heredia Spínola, en un espacio de unos 35 metros, se había colocado una bardiza de cañas, con el fin de que el personal- sobre todo los niños- no se aproximaran a la aceña ubicada en la finca qué, posteriormente, fue de la familia Ortega Garrido. Sí, se colocó una bardiza pero no había donde sentarse; bien para descansar o para ver pasear a la gente.
Ante esa tesitura, El Padre Dominico, Fray Jesualdo María Miñano López, que hacía poco tiempo que había regresado de Filipinas y se instaló, definitivamente, en el pueblo que le vio nacer, ayudó al Alcalde- que era su sobrino—en las tareas de mejora de las infraestructuras de Ulea. Como diríamos en el argot huertano: “se remangó la sotana y se puso mano a la obra”.
El Padre Miñano, llevado por su espíritu emprendedor, regaló una barca para cruzar de Ulea a Villanueva y viceversa que la bautizó con el nombre de “Esperanza—Concordia”. Madoz relata que la preocupación por restaurar cuanto estaba deteriorado, en la Iglesia Parroquial de san Bartolomé, de Ulea, le llevó a arreglar el órgano de la Iglesia, donó varias casullas, compró varias arañas y sufragó el importe de las campanas de “Santo Domingo y el Rosario”.
Su ámbito de actuación no se circunscribía, solamente, a la Iglesia sino que pensaba en todos los uleanos- creyentes o no- y puso en marcha el molino harinero de la acequia mayor, en el paraje del Henchidor, colocando a trabajar a seis familias de Ulea.
También pensó en los ancianos del pueblo- y en los más jóvenes- y, donde estaba ubicada la bardiza de los árboles grandes, la hizo desaparecer y, en su lugar mandó construir “un poyo” de unos 35 metros, de piedra amasada con yeso, en donde podían sentarse los vecinos de Ulea, bien a descansar, bien a ver pasear a la juventud uleana o bien para contar y compartir temas confidenciales con sus amigos y convecinos. Este poyo, que según el diccionario de la lengua española significa “asiento de piedra, yeso, madera o cualquier otro material, adosados a casas, fincas o paseos; que sirven para reposar y charlar, viendo pasar a los transeúntes”
“El poyo de los Árboles Grandes” dejaba a sus espaldas “la aceña del Carrón” también llamado Carrerón y, al frente, en todo lo alto “la contra—aceña”, que se accionaba para regar los bancales altos de la finca propiedad de los Condes Heredia Spínola.
El Padre Miñano, para darle solemnidad pública, instó a su sobrino, el Alcalde D. Joaquín Miñano, para que inaugurara, el día 24 de agosto del año 1865, las campanas de santo Domingo de Guzmán y la de Nuestra Señora del Rosario, así como el emblemático “poyo de los árboles grandes”. Tras la inauguración, cogió el hisopo y su libro de oraciones; procediendo a su bendición.