EL PRECLARO MÉDICO ULEANO, JOAQUÍN MORENO SÁNCHEZ
Mar 11 2015

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Entre los más preclaros uleanos de la época, ocupa un lugar de privilegio, el prestigioso médico, humanista y pensador Joaquín Moreno Sánchez.

Nace Joaquín en Ulea, en el año 1900. Hijo del empresario, político y hombre de finanzas Francisco Moreno y de Jesualda Sánchez Abenza. Tuvo dos hermanos menores llamados Francisco y Jesualdo. Era sobrino de Joaquín Sánchez Valiente; quien fue alcalde de Ulea desde 1895 a 1899.

Ya de pequeño, su maestro Juan José Ripoll, observó unas cualidades innatas en Joaquín, que le hacían distinto a sus compañeros de clase. Coincidió en el colegio con los uleanos –y grandes amigos- Rafael Fernández Moreno, Gregorio Tomás Ramírez, José Antonio López Garro, Joaquín Cascales Pérez, Damián Abellán Herrera, Antonio y José María Vargas (los parrales), Joaquín González (cañero), Jesualdo Cascales Valiente, José Cascales Pérez, Joaquín Carrillo Martínez, Gabriel Carrillo López, José Moreno Carrillo, Blas Carrillo Moreno, Isaías Garro Valiente y José Antonio Molina (el manco).

Observamos que no tenía compañeras de colegio ya que había separación por sexos; cuyas clases eran impartidas por maestras, aunque jugaban juntos durante el recreo; como era lógico y natural.

El maestro, Juan José Ripoll, observó que con cuatro años, en el “callejón de las balsas”, destripaba a los perros y gatos muertos que arrojaban al basurero público. Se llevaba un cuchillo de su casa, abría la barriga de los animalitos para ver lo que tenían dentro y después, lavaba el cuchillo en el brazal y lo guardaba en la carpeta de clase.

Como es lógico, el maestro que estuvo observando una de sus intervenciones, quedó estupefacto y le preguntó: Joaquín ¿Qué haces? El chiquillo, al sentirse observado, volvió la cabeza y sin inmutarse, le contestó: quiero saber lo que tienen los animales por dentro y, de qué han muerto. Así, cuando sea mayor y estudie, entender como funcionan las personas por dentro, porque, maestro ¿sabe lo que quiero estudiar cuando sea mayor? No, le contestó el maestro, completamente perplejo. Quiero ser médico o veterinario, le replicó con una seguridad pasmosa.

Cuando Joaquín tenía cinco años, el ayuntamiento contrató a un veterano músico del ejército que, tras jubilarse de la milicia, se dedicaba a adiestrar a grupos musicales, y en Ulea, comenzó a enseñar a quienes en un futuro próximo formarían una laureada “Banda de Música”. El señor Zinzas (así se llamaba el maestro de música) reclutó a quienes tenían la ilusión de pertenecer a dicha banda y, entre ellos, con cinco años, estaba nuestro personaje. Aunque no desafinaba con otros instrumentos musicales, destacaba tocando el flautín.

Los alcaldes de la primera década del siglo XX, Antonio Tomás Sandoval y  Damián Abellán Miñano—a los que se les unió el cura propio de la parroquia Juan Antonio Cerezo Ortín, gran aficionado a la música, no en vano, durante sus estudios en el seminario, fue organista y solista del coro. Pues bien, los tres apostaron fuerte por la formación de esta agrupación musical. Poco a poco se fue perfilando la que durante 17 años sería la Banda de Música más laureada de todos los pueblos de la comarca y, Joaquín Moreno Sánchez, a los 10 años (siendo el más joven de la banda), en el año 1910, formó parte de la inaugurada “Banda de Música de Ulea”.

Dicha inauguración quedó inmortalizada en una foto de la época, realizada en las escalinatas de la Iglesia, junto al transformador.

Joaquín era un niño polifacético y, además de ser aplicado como estudiante y como músico, le gustaba jugar con los amigos, y cuando se introdujo el juego del fútbol en Ulea, por influencia de Juan O´Donnell, era uno de los que corría detrás del esférico para darle puntapiés como los demás.

Dotado de un gran don de palabra, pronto se dedicó a promover “Asociaciones Culturales” en las que se erigió como líder indiscutible. Durante los años que permaneció escolarizado en Ulea, el maestro Ripoll, le sacaba junto al encerado, para que explicara temas específicos a sus compañeros de clase. Era un joven religioso y liberal y, en sus “arengas”, no dejaba insensible a nadie: a todos les hacía recapacitar.

Cuando regresaban los soldados heridos de las contiendas de África y les internaban en el Hospital Militar de los Baños de Archena, las autoridades regionales y locales iban a visitarles y hacerles agasajos como “héroes de guerra”.

El alcalde  Emilio Carrillo Valiente, el cura párroco, Juan Antonio Cerezo Ortín y el maestro Juan José Ripoll, se hacían acompañar por el preclaro Joaquín Moreno Sánchez quien con su fácil oratoria arengaba a los soldados y autoridades, para que cesaran las guerras que solo sembraban odio y desolación y, a las que concurrían, mayoritariamente, los soldados mas menesterosos. No desaprovechaba la ocasión para pedir a las autoridades civiles y militares, allí reunidas, que se preocuparan en fomentar el nivel cultural y laboral de los ciudadanos, con la creación de escuelas y servicios para los más necesitados.

Tras acabar su edad escolar, pasó a Murcia, con el fin de estudiar el correspondiente bachillerato y obtener el pase para incorporarse a la Facultad de Medicina de Valencia. Sus notas fueron excelentes y, junto a sus compañeros uleanos que accedieron a estudios superiores en Murcia, Rafael Fernández Moreno, José Antonio López Garro, Isaías Garro Valiente y Damián Abellán Herrera, se vieron reflejados en artículos de la prensa murciana.

Una vez cursando los estudios de Medicina en la Facultad de Valencia, participó en los movimientos estudiantiles de los inciertos años 20. Fue el enlace entre profesores y alumnos y un gran trabajador en pos de los derechos de los estudiantes. Ni que decir tiene que esta actitud de liderazgo estudiantil, le granjeó grandes satisfacciones pero también, muchos contratiempos: “la clase acomodada de aquella sociedad, no toleraba que un estudiante de pueblo fuera a la Facultad a darles lecciones de derechos y obligaciones a los estudiantes y licenciados” Sin lugar a dudas se significó como un hombre comprometido con la sociedad, en general. “Se mostraba intransigente ante los privilegios de unos pocos”.

Fue Joaquín un cerebro privilegiado, sacando las asignaturas de la carrera de medicina con gran brillantez. Tanto por sus valores académicos, como por su concepto liberal de la sociedad, se hizo acreedor al nombramiento como Jefe de Estudios. A pesar de la distancia y el escaso tiempo de que disponía, siempre estaba involucrado en cualquier evento que se realizaba en Ulea. Regresaba, tantas veces como podía, pero siempre, menos de las que deseaba.

En los corrillos de jóvenes se comportaba de manera informal y desenfadada; era jovial y dicharachero, como los demás, siendo coherente con sus principios y su forma de proceder. En la Banda de Música, el maestro Turpín (relevó al Sr. Zinzas que murió joven, de forma repentina), le esperaba con los brazos abiertos, cuando venía de vacaciones, ya que era una pieza clave en el engranaje de la “Agrupación Musical de Ulea”.

Era notorio qué, los demás miembros de la banda; y la sociedad uleana en general, agradecieran el comportamiento de Joaquín Moreno Sánchez, por promocionar, en Valencia, los valores de Ulea y de sus gentes, aunque algunos- una minoría—discrepara de su comportamiento liberal y amante de la cultura, como pilar básico para formar a la sociedad en libertad pero, con compromiso con los menesterosos. Ya era mayor y tenía asumida tal eventualidad y, por tanto, se atenía a las consecuencias de su ideario personal, profesional y político.

Él, que heredó la religiosidad de su madre, “era un hombre de Iglesia” y dialogaba claro y profundo, con los sacerdotes del pueblo; que eran amigos de sus padres y, también, de sus hermanos Francisco y Jesualdo.

En una ocasión, concretamente el año que acabó la carrera de médico, cuando vino de vacaciones de Navidad para pasarlo con su familia, le llama el padre de un íntimo amigo, para que fuera a su casa a visitarlo ya que estaba gravemente enfermo y temía un fatal desenlace. No lo dudó y marchó con el padre de su amigo para intentar serle útil, en este difícil trance. El amigo de su infancia tenía 23 años, los mismos que el, y se encontraba al borde de la muerte a causa de unos vómitos de sangre (tuberculosis). Se fue con él, sin pensarlo y, al verle tan mal, le dijo al padre que avisaran al párroco para que acudiera a darle los últimos auxilios espirituales; ya que su amigo estaba agonizando.

Joaquín, como amigo, como médico y como persona, permaneció en la cabecera del enfermo hasta que expiró. Limpió la sangre de los últimos vómitos y ayudó a la familia en el amortajamiento de su amigo. Una vez acabadas sus últimas atenciones, salió de la habitación cabizbajo y sin decir nada; en busca del cura qué, en un trance tan difícil, “brilló por su ausencia”.

Joaquín caminaba con pasos ligeros y sollozando; lamentando el fatal desenlace de su amigo, en plena juventud y descorazonado por la inasistencia de quien estaba llamado a confortarle- a él y a la familia- con los últimos auxilios espirituales.

Le encontró en la puerta de la iglesia y, allí, exteriorizó toda la desazón que llevaba dentro. Sin que el clérigo dijera palabra alguna le espetó: ¿Qué clase de sacerdote es usted? ¡Es una mala persona y un peor cura! Mirándole con rabia, terminó diciendo: Dios los quiere más humanos. El sacerdote, un poco aturdido, alzó la mirada y respondió: Tenía miedo de que me contagiara la tuberculosis…..Sí, ya lo entiendo, respondió Joaquín: Allí, en el lecho de la muerte, estaba su familia y yo. Sí, he estado, con ellos, hasta el final.

Su historial académico, en la Facultad de Medicina de Valencia, fue brillante y, allí, impartió clases como ayudante de Cátedra de Anatomía. Sin embargo, sentía que le faltaba algo; era consciente de que tenía que darle otro giro a su profesión y obtuvo la plaza de Médico en Ayora (Valencia) y, a la vez, Jefe de Sanidad de la comarca.

Allí se implicó en la problemática social de la población y, además de ejercer como Médico, participaba en los eventos lúdicos, sociales y culturales del pueblo. Se enroló como futbolista en el equipo del pueblo; el Ayorense C. F, y se hizo miembro de la Banda de Música Municipal, tocando el flautín y el clarinete. Por su forma de proceder, era una persona muy querida en el pueblo de Ayora.

Al estar tan cerca de la capital valenciana, su residencia oficial la tenía en una pensión de Valencia y, desde allí, se desplazaba a Ayora. Muchas veces estaba en el pueblo de lunes a sábados; según el trabajo y sus otras ocupaciones lúdicas, como futbolista, músico o conferenciante. En una palabra; alternaba en los dos domicilios.

En la década de los años 1930, la sociedad española estaba muy agitada; se palpaba el desasosiego y el descontento. Las personas comprometidas con la problemática social, tomaban posiciones o se retiraban de ellas y, con esas alternancias se llegó al mes de julio del año 1936 en que la situación se hizo insostenible. Todos sospechaban de todos; la inseguridad era patente y, cualquier interlocutor podía ser un enemigo en potencia.

Sin embargo, Joaquín Moreno Sánchez siguió en su puesto, como médico y Jefe de Sanidad, yendo y viniendo a Valencia, como si nada ocurriera; hasta qué, el día 18 de noviembre de 1936, no acudió a su trabajo. Tras las pesquisas pertinentes, fue encontrado muerto en la pensión de Valencia; en extrañas circunstancias.

Los periódicos, silenciaron su muerte. Sin embargo, el diario republicano de la Región de Murcia “Nuestra Lucha” del día 1 de diciembre de 1936, daba la siguiente reseña: El Inspector y Jefe de Sanidad de Ayora (Valencia) D. Joaquín Moreno Sánchez, natural de Ulea (Murcia) fue hallado muerto en la pensión de Valencia, donde se hospedaba, el día 18 de noviembre de 1936. Su padre Francisco Moreno Miñano, su madre  Jesualda Sánchez Abenza y sus hermanos Francisco y Jesualdo, así como el resto de la familia, comunican a todos sus amigos tan sensible pérdida.

En su reseña, el periódico indica que el cadáver fue traído a Ulea, en donde ha sido velado, con todos los honores y respeto, en “la Casa del Pueblo” Desde Valencia, tras haberle practicado la preceptiva autopsia, su féretro fue trasladado a Ulea, por compañeros de profesión, amigos y simpatizantes; así como una nutrida representación de Ayora. Cuantos uleanos- y de los pueblos colindantes- se acercaron a darle el último adiós; que fueron innumerables, portaban una rosa roja que depositaron junto al féretro con los restos mortales de Joaquín. ¡Paradojas de la vida! Este local de “la Casa del Pueblo”, tras la contienda civil fue habilitado como “Hogar de Falange”.

Cuantos se acercaron a dar el pésame a su familia, lo hicieron en silencio y de forma respetuosa. En Joaquín Moreno Sánchez veían al hombre joven que trabajó con denuedo, con tal de conseguir libertad, justicia y progreso de la sociedad y, “por trabajar por esos ideales se encontraba de cuerpo presente”.

Al sepelio acudió la Banda de Música de Archena qué, durante su recorrido, entonó sones acorde con la trayectoria social y cultural del finado. Durante la homilía, el sacerdote, Jesús García García, exhortó los valores de Joaquín Moreno Sánchez, durante los 36 años de existencia y, sobre todo, sus valores humanos y su firme convicción de seguir trabajando para conseguir una sensible mejoría en las condiciones de vida de sus semejantes; tanto a nivel social, cultural y laboral.

Acabadas las exequias fúnebres en la iglesia de San Bartolomé, el féretro, a hombros de simpatizantes de todas las ideologías, fue trasladado hasta el cementerio Santa Cruz, seguido de innumerable público, que portaban su rosa roja. Todo el cortejo fúnebre siguió amenizado por la banda musical archenera.

Allí, en el panteón familiar, depositaron todas las rosas de sus vecinos y admiradores. Sí, junto a los familiares fallecidos, reposan los restos mortales de este insigne uleano.

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