POR ÁNGEL DEL RÍO, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE MADRID Y GETAFE
La Ley 8/1984, de 25 de abril, declaraba fiesta de la Comunidad de Madrid la jornada del 2 de mayo, en conmemoración del levantamiento de los madrileños contra el ejército de Napoleón, en 1808. Desde entonces, se ha celebrado todos los años con actos oficiales solemnes y festejos populares variados, en todos y cada uno de los 179 municipios de la región. Ni siquiera en 2004, con el luto reciente por los atentados del 11-M, se suspendieron, y los actos oficiales estuvieron centrados en el homenaje a las víctimas de esa matanza terrorista. A partir de ese año, a la tradicional ofrenda de una corona de laurel, en la fachada de la Real Casa del Correo, en la Puerta del Sol, en homenaje a los héroes del 2 de mayo de 1808, se le añadió otra, dedicada a los madrileños que cayeron, víctimas de los atentados terroristas del 11-M.
El estado de alarma ha hecho que, por primera vez desde que se instituyó, este año no haya festejos populares. El 2 de mayo de 1808, los madrileños salieron a las calles para sublevarse contra los franceses; doscientos doce años después, los madrileños se quedan en casa para combatir al coronavirus, sólo habrá un acto oficial muy restringido de homenaje a los madrileños de entonces y a los de ahora. Aquél levantamiento tuvo un notario que dio fe sobre el lienzo: Goya; ahora los notarios de esta batalla son los periodistas, a cara descubierta, sin mordazas, y a veces, sin mascarillas.
Lo mismo ocurre con las fiestas de San Isidro, en la capital, que tampoco las habrá, y 2020 quedará marcado como fecha histórica en este sentido, porque los festejos isidriles sólo dejaron de celebrarse durante los tres años de la guerra civil; después, durante algún tiempo, no se celebraron en la Pradera del Santo, porque había sido escenario de fusilamientos durante la contienda nacional. El estado de alarma confina ahora a las verbenas, al organillo, al chotis, a las rosquillas y a la fritanga de gallinejas.
Esa idea que aún ronda por la cabeza de algunos, de aplazar varios meses la celebración de las fiestas, no parece acertada, porque, fuera de contexto de calendario, no tiene sentido la celebración. Las de San Isidro, en concreto, no aportan nada a le economía de Madrid, tan solo un sentido emocional, y si este año no pueden celebrarse, pues no pasa nada. La verdad es que no tenemos el cuerpo para farolillos, churros, ni barquillos.
Fuente: https://www.larazon.es/