POR JOSÉ ANTONIO AGÚNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES
Eran las siete de la mañana. Las siete en punto de la mañana. Y allí estábamos, en el alto entre la Charca Frasco Diez y el Barrueco de Abajo. Esperábamos contemplar el primer rayo del sol del solsticio de verano. Terminaba la noche más corta y comenzaba el día más largo del año. Con una treintena de animosos madrugadores asistimos a la ruta «Amanecer en Los Barruecos» que con el esmero y la seriedad que le caracteriza había organizado el Centro de Vías Pecuarias del Ayuntamiento de Malpartida de Cáceres.
El momento fue mágico
El tiempo parecía detenido a la espera del nacimiento de nuevo día, tan único como repetido a lo largo de millones de años. Por fin asomó el Sol, rey del cielo y la vida, y su suave luz pronto se derramó sobre el hermoso paraje que nos rodeaba. Mientras nuestra amiga Carmen Domínguez ofrecía explícitas explicaciones sobre esos momentos tan especiales que son los equinoccios y los solsticios, los expedicionarios ansiábamos atrapar toda esa energía positiva y vital que trasciende de sus rayos.
Luego, renovados con su fuerza, seguimos la ruta hacia el Barrueco de Arriba, dispuestos a ganar mil tronos. Caminando entre una sorprendida vacada, alcanzamos pronto la Ruta de los Sentidos con imprescindible parada en el «observatorio prehistórico solar» descubierto por el siempre recordado y llorado profesor Juan Rosco -al que aún los malpartideños le adeudan un público homenaje-.
Para finalizar en el Lavadero de lanas donde hablamos de lo que supuso aquella importante industria convertida hoy en el Museo Vostell Malpartida. Escribo estas palabras en la noche de San Juan, noche mágica unida al fuego como complemento solar y repleta de ritos ancestrales. La tradición dice en esta tierra que los que madruguen mañana verán en el amanecer bailar al Sol. Anímense.