POR ALBERTO GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
El puente de Gévora o Cantillana se sitúa a cuatro kilómetros de Badajoz como paso crucial en los caminos a San Vicente de Alcántara, Cáceres y Mérida que canalizaban la relación de esta ciudad con la Meseta. Se trata de una obra de piedra con diecisiete arcos, 220 metros de largo, diez de alto y cuatro de ancho, básica para la vida económica y social de la población, hasta hace poco en servicio.
Lo erigió entre 1531 y 1535 el ingeniero Gaspar Méndez por encargo de la ciudad de Badajoz cuando era su corregidor Don Pedro de Espinosa, costeándose con los ingresos de la bellota del común. Es decir, con dinero del vecindario.
Dañado por riadas, guerras y otros avatares, su mantenimiento fue preocupación constante del municipio, que realizó grandes esfuerzos para conservarlo operativo. Para la reparación de 1697 el ayuntamiento pidió «todos los papeles que sobre esto hubiere». Prueba de su importancia para toda la zona es que en 1683 la ciudad de Elvas, pese a que el puente fue volado poco antes por los portugueses en la Guerra de Restauración, solicitó al Concejo de Badajoz su reparación, «por su gran utilidad para el comercio de gentes y mercancías». En 1700 fue reedificado casi por completo, de nuevo con las bellotas del común. Hasta 1845, en que lo reconstruyó por última vez el ingeniero Valentín Falcato, fue objeto de otras muchas reparaciones por parte de la ciudad de Badajoz.
Sobre la certeza de que el puente lo hizo la ciudad de Badajoz, que lo pagó con sus fondos, y lo ha mantenido y usado como propio durante cinco siglos, sin objeción de nadie, porque nadie podía aducir derecho alguno sobre él, y que su propiedad es una realidad axiomática; esto es, tan evidente que no necesita demostración, el monumento se está cayendo a trozos por su abandono desde hace mucho tiempo mientras las instancias públicas discuten sobre su titularidad.
Mucha letra chica y mucha leguleyalidad a la que por fin se va a dar solución por parte del ayuntamiento que, dejando el tiquismiquismo y aplicando la lógica, ha decidido asumir de facto sobre el puente la propiedad que de iure le corresponde desde siempre, para abordar su reparación y puesta en valor como parte importante de la historia de la ciudad. Medida que solo merece aplausos, en la seguridad de que ninguna de las partes que hasta ahora se han dedicado a incordiar, diga esta boca es mía.
Fuente: https://www.hoy.es/