POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)

Una gran construcción medieval y mudéjar, este extraordinario puente durante siglos ha desafiado el paso del tiempo las tropelías de los hombres, ¡Qué gran construcción que ahí está, desafiante y altivo, más seguro de él mismo que de nosotros.

Pues señores, ahora tristemente, está de nuevo en la palestra.

Situado en un punto estratégico, en un nudo de comunicaciones de la meseta norte, en una encrucijada de caminos y calzadas, desde muy antiguo fue un paso de primer orden. Y no tanto por cruzar un gran río, que el Arevalillo es bastante humilde, sino por ser el acceso y salida del noroeste de esta antigua población medieval, importante en las comunicaciones.

Una potente construcción y muy elevada sobre la profunda cárcava por la que fluye apenas un hilillo de agua de este pequeño afluente del Adaja, los cuales que se juntan al pie del castillo. Un hilo plateado que a veces se enfada y arrastra veloz un buen caudal capaz de inundar y encharcar muchos términos. Aún recuerdo de niño aquella riada inmensa que arrastró todo a su paso, desde Las Berlanas hasta “la junta”, media cuenca.

Un recio puente que era parte de las defensas y murallas de esta antigua villa, que tenía una gran torre a la entrada de la ciudad, y que era al mismo tiempo torre y puerta de ese recinto que antiguos cronistas dirían inexpugnable. Construcción que en los apoyos de sus arcos tiene diversos accesos raros que suben por su interior a un destino desconocido, dicen que era parte de su sistema defensivo.

Un puente con tres elevados arcos apuntados, de varias arcadas de ladrillo enmarcadas en alfiz, como todo lo mudéjar de estas tierras y además tiene otros dos arcos menores cual aliviaderos.

Muy ponderado por los ingenieros de obras públicas, pasa por ser una gran obra de ingeniería del s. XIV.

Y mira que ha aguantado trasiego, la trashumancia, los antiguos y famosos arrieros, los de aquí y los maragatos. El tráfico creciente de todo el noroeste, de la Calzada de Galicia que después pasó a ser Carretera Nacional Radial Madrid-La Coruña, de tantos camiones de creciente tonelaje que portaban la riqueza de nuestros regadíos, toneladas y toneladas de remolacha y todo esto, hasta antes de ayer. Nuestra desviación de la N-6 fue muy temprana, pero siguió soportando la Comarcal 605. Pues… todo ese trajín ininterrumpido no había afectado a su potente y sólida estructura.

Hace apenas dos decenios cuando el tráfico pesado le fue desviado, y no por su riesgo o por que estuviera afectado, sino por lo que el tráfico pesado afectaba al propio casco urbano.

A principios del s. XX se le recubrió de un enfoscado de cemento “Porlant”, que en esa época todo se enfocaba para ocultar las antigüedades despreciables, en aras de una modernidad que se quedó en la piel…

Pues está en boca de todos por una grieta. No es nueva, aunque se ha agrandado últimamente y no parece que dañe la estructura, pero ahí está, amenazando a este coloso medieval que ha aguantado todo, durante siglos, todo menos la incomprensión… continuará.