POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Hace unos días saltaba el comentario, han comenzado las obras de restauración del puente del cementerio, que es como se conoce popularmente al puente de Valladolid. Entraba dentro de lo normal, porque es una de esas obras que están al comenzar. Ya se realizaron unas catas arqueológicas para conocer algunos detalles de su pasado histórico, no en vano es una de esas reliquias arquitectónicas de mi ciudad que el historiador Gómez Moreno databa “del tiempo de la repoblación”. Una intervención que buscaba la base de esa torre-puerta de la muralla que estaba sobre el puente a la salida de la antigua villa hacia el norte, Olmedo y Valladolid, una suerte de teoría avalada por numerosísimos documentos y, al margen de los pocos restos que se conservan de las murallas, así como los barrios que ocupaban y nos muestran cómo era un rincón del casco histórico, el barrio norte desaparecido hace siglos.
Este puente medieval, es una extraordinaria muestra de arquitectura mudéjar, aunque está muy reformado y con numerosos parches que durante tanto tiempo de vida le fueron “apañando” como decimos aquí.
Pero, aunque su restauración es inminente, no eran estas obras las de su restauración. Recordemos que hace bastantes años, una gran avenida del río, antes de cerrar la presa de Las Cogotas, nos presentó un dique más que un puente, con los ojos cerrados de agua, ramas y aún árboles arrasados por aquella corriente descomunal que prácticamente cerraba el ojo más alto de los siete que tiene el puente, siete distintos de tamaño y conformación. Pero no fue esta avenida la que deterioró tan gravemente esta reliquia histórica. Fue una tormenta unos años antes cuando llenando la calzada de agua hasta las barandillas, porque los desagües no daban de si para tanto agua a evacuar, e incluso algunos estaban cegados e inutilizados, ese fenómeno fue el que hizo reventar los varias veces centenarios muros. Con el tiempo el daño se ha ido incrementando, además del deterioro provocado por la construcción del nuevo de hormigón, porque si era poco, arremetió con el enlace norte a su salida. Todo estaba en contra del puente. De esto hace tantos años… una espera larga y casi sin fin, muchas promesas y buenas intenciones hasta ahora que parece va en serio, pero habrá que esperar unos días.
El puente nuevo de hormigón, que también se hizo esperar, en la encrucijada entre Segovia y Arévalo, por eso tiene unos escudos relacionados, además de otros del MOPU el organismo que lo construyó. En esta visita que relato, había unos operarios en faena, y es que se estaba ejecutando otra obra, independiente de la anterior, el arreglo de las barandillas metálicas del puente nuevo, muy erosionadas que también estaban necesitadas. Soldaduras y algunos elementos nuevos se estaban soldando a la estructura metálica a la que prácticamente solo le falta una mano de pintura.
Pero hay otra obra pendiente de iniciarse y que es la que en un principio no parecía la causante de ese trajín, simplemente era el desbroce de la maleza que estaba invadiendo los alrededores de ambos puentes y árboles pegados a los muros, o debajo del puente nuevo… se estaba marcando la trayectoria del camino que se construirá en la segunda fase del paseo fluvial, en este caso la del río Adaja y que dará continuidad al camino verde desde los pies del castillo hacia el paraje de “La Isla” después de serpentear entre alamedas junto al río. Un tramo más accidentado que el anterior y que seguro que tendrá tanto éxito como el del Arevalillo. Un proyecto de Fran Durán que dará continuidad a ese cinturón verde que en parte ha transformado nuestras “cuestas” siempre sucias y abandonadas, pero recuperándose para uso y disfrute de todos.
Y alguna sorpresa que otra porque en ese desbroce de malezas, vergueras, zarzas y algún chopo que ocultaba el puente, han dejado al descubierto la construcción e incluso algo de los ojos menores que estaban colmatados, estructuras reveladoras… hay más.