POR ANTONIO MORENO HURTADO, CRONISTA OFICIAL DE CABRA (CÓRDOBA)
No. No nos referimos a ninguna reliquia milenaria de Cabra, ni al conocido puente antiguo del Guadalquivir a su paso por Córdoba. Ni siquiera a los famosos de Mérida o Cangas de Onís o al complejo turístico de Marbella.
Se trata de algo mucho más simple.
A la salida del Rincón de la Victoria, al final del paseo marítimo y paralela a la playa, discurre la antigua carretera nacional de Málaga a Almería.
Una carretera famosa, hace cincuenta años, por los grandes atascos que se formaban al paso por el Rincón, especialmente en los fines de semana.
Algo que sufríamos, en primavera, los padres jóvenes de familias desplazadas a Torre del Mar, huyendo de los rigores de los pólenes del olivo.
Pues bien. En ese lugar, frontero ya con Benagalbón y cerca de la Clínica Rincón, un arroyo casi siempre seco cruza la citada carretera mediante un sencillo puente de medio punto.
Debajo de ese puente se encuentra un sencillo chiringuito familiar conocido como “Casa de la Paca”, que nosotros, hace ya bastantes años, rebautizamos como el Puente Romano, por contrastar, precisamente, con el lujo del marbellí.
Málaga es famosa por la calidad de sus frituras y espetos de pescados. Eso nadie lo duda.
Pero en unos sitios se hace mejor que en otros…
La calidad del aceite
, la frecuencia de su recambio, el punto exacto de fritura? ¿Quién sabe?
Los famosos boquerones victorianos saben distinto allí. Enteros o abiertos. Al natural o al limón. Espetos de sardinas o de especies mayores como el jurel o el voraz, calamares grandes a la brasa, adobillo de cazón…
Para alternar, unas berenjenas con miel de caña y un buen gazpacho casero.
Pero, a pesar de la sencillez del lugar, no puedes presentarte allí a comer sin avisar.
O madrugas y reservas, o te tienes que apuntar, al llegar, en unas tablas de pizarra y esperar tu turno.
La suerte es que la playa está allí mismo y puedes dar un paseo mientras tanto.
Con un poco de suerte, te sirve la mesa toda una licenciada en Lenguas Clásicas, hija de la dueña, que echa una mano a la familia en ciertos momentos.
A ese lugar vamos, con relativa frecuencia, cuatro funcionarios eméritos que, una vez al mes, se reúnen para hacer alguna visita cultural, comer, jugar un rato al dominó y hablar del gobierno.
Antonio vive en Torremolinos, linde ya con Benalmádena.
Cristóbal lo hace en el centro de Málaga en un enclave privilegiado, junto a las estaciones de autobuses y del ferrocarril, lo que le permite tomar unos churros y leer el periódico, en “Los billares”.
Ángel vive en el Rincón, en un lugar ideal para el relax. Tuvo la oportunidad, en su día, de comprar un edificio peculiar. Asido a una pronunciada pendiente, consta de cinco niveles escalonados, en cuya planta baja hay una piscina y servicios, en los niveles dos y tres están los dormitorios secundarios. En el cuarto, al que se accede desde la calle, tienen la cocina, recibidor y un gran salón con dos ventanales grandes al mar. En la quinta planta tienen el dormitorio principal y otros servicios.
Desde el salón las vistas panorámicas de la costa son espléndidas, como si fuera a vista de pájaro.
Ángel tiene, además, un buen telescopio para ver, en todo tiempo, el paso de los barcos. Al menos eso es lo que dice él.
Pues a eso vamos. Fue Ángel a quien, un buen día, se le ocurrió recomendar el Puente Romano para almorzar y luego irnos a jugar una partida de dominó en su salón.
Bendita sugerencia.
Por cierto que, un día, se nos ocurrió llevar un tarrito de uvas en aguardiente a la reunión y el éxito fue total.
No obstante, a sugerencia de uno de ellos, hicimos la prueba con pasas de Málaga y el resultado fue espectacular. Desde entonces, las pasas en aguardiente acompañan al café en la digestión, en casa de Ángel. Su casa es ahora nuestra visita preferida.
Lo que no impide que, si queremos comer de cuchara, nos vayamos a la Casa de la Pepa, en Carratraca, junto al balneario, tras una visita al Caminito del Rey y posterior merienda en Ardales con sus exquisitas tortas.
O alargarnos a Canillas de Aceituno a comer cabrito al horno y comprar unas tortas de aceite magníficas que se hacen allí.
Pero, cuando toca pasar por Cabra, el sitio preferido por ellos, para comer, es el patio del Casino. Lo que no me ha impedido llevarles a otros establecimientos locales de interés.
De modo que se han convencido de que el filete de pez, a la plancha o empanado, de Triano, es mejor que el malagueño y que los flamenquines de Cabra son especiales, frente a lo que nos suelen poner en Málaga.
Que las bizcotelas de las monjas agustinas son únicas y que los gajorros de Cabra tendrían que ir en camiones a la Costa del Sol.
Lástima que ya no se puedan comprar los hojaldres y tortas de aceite de Carlos Buil, aunque nos valgan los que nos llegan de Rute.
Mis amigos ya saben que la morcilla de cebolla y los chorizos de Cabra saben mejor en las ventas de Los Pelaos. Y que no sabe igual si se las llevan a casa.
Fuente: http://www.laopiniondecabra.com/