POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Se cumple y se celebra en 2014 el centenario de la publicación de “Platero y yo”, libro lírico de la juventud de Juan Ramón Jiménez, “el andaluz universal” que mereció el Premio Nobel de Literatura casi cincuenta años después de haberlo escrito y residiendo en el exilio de su patria.
Cosas veredes, Sancho, había dicho don Quijote a su escudero en las calendas primarias del siglo XVII. La glorificación siempre llega tarde, cuando llega. Menos mal. España suele ser una madrastra poco agraciable, poco agradecida y nada agraciadora. Pero aún así, vale.
Ya casi no hay burros (“peludos, suaves, tan blandos por fuera que se dirían de algodón”) ni en los campos ni en las aulas, pero la lectura de “Platero y yo” sigue haciendo las delicias de pequeños y mayores por su sabiduría vital y su poética incandescente, que encandila a todos en todas las lenguas del planeta, en papel y en escritura digital. Yo he vuelto a él porque me considero un niño, un Peter Pan soñador volador. Tan igual a vosotros, ojalá.
El bucolismo biológico medioambiental que transpiran las líneas transparentes del ensimismado de Moguer…es para no olvidarlo nunca, ni dejarlo caer de las manos ni del sombrero de las pestañas. Los capitulillos de “el aljibe, el eclipse, los juegos del anochecer, el ángelus, las golondrinas, la cuadra, la casa de enfrente, la azotea, la novia, el pan, el pino de la corona, la flor del camino, el pozo, los gallos, la luna, el vergel…” son estampas de la memoria imperecedera. La literatura no muere nunca; se mantiene fresca y brillante tras la muerte de su creador. ¡Ecologistas a Juan Ramón, que aprendan como yo aprendí!
Apenas otorgarle a JRJ el Premio de la Real Academia Sueca, me lo mandó leer mi maestro. Eso es ser un maestro, estar atento a la novedad editorial. Gracias, Cándido, ahí me hiciste, me hice poeta. Con él y contigo. Después fue todo ir sobre carriles o líneas horizontales del método Urdiales que sigue cultivando su vástago Jorge sobre Delibes. La literatura, lo sabemos, es un camino infinito, no sé si para llegar a alguna parte mejor que nosotros mismos. Me fui muy lejos para oir su voz y la tenía en la niña circular de la mirada. La vida es círculo y circunferencia o referencia de sí misma.
Finalizo el homenaje: Platero es una égloga, una canción campestre, una elegía interminable, un testimonio fidedigno del alma encausada, una realidad transfigurada, una geografía espiritual de sensaciones y emociones, una epopeya lírica…, valgan los oximorones o las paradojas que al mismo término alcanzan.
Platero, platerillo, platerete, yo soy solo un asnillo como tú.