POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA.
Sin duda no es nada fácil entender adecuadamente la Constitución, como norma genérica de funcionamiento social si no entendemos los condicionantes metodológicos que sirvieron para crearla.
Ese contexto normativo constitucional al que me refiero es la clave para poder llegar a entender cada una de las Constituciones que España llegó a tener y así poder valorar en consecuencia, la que ahora tenemos y acaba de cumplir 40 años.
Por ejemplo, uno de los aspectos más discutidos y si cabe, más contradictorios que estuvieron en su origen y que siguen estando ahora en estos tiempos modernos, es el de soberanía nacional. No tiene nada que ver, tal como lo entendió Sieyes –sobre el llamado Tercer Estado- en la francesa de 1789, con la que los españoles de las Cortes de Cádiz, imitadores del constitucionalismo francés revolucionario aplicaron en la famosa Pepa, ya que ese concepto se formula al margen del ordenamiento jurídico-institucional vigente en la Francia de Luis XVI o en la España de Fernando VII.
Y claro está, ahora cómo lo vemos, cuando varios pueblos del puzle español pretenden la autodeterminación e independencia dentro de ese paradigma constitucional, cuando no entendemos de la misma manera eso que llamamos soberanía nacional y que tan clave es para entender la democracia como tal. Y no quisiera entrar en la separación de poderes –clave de las constituciones democráticas-, cuando ves que el poder judicial está ahí, a expensas de decisiones de políticos, cuando debería de ser totalmente libre, independiente y soberano, ¡ah, qué bonita palabra esa de soberano!
Según el CIS, el 73 % de los españoles está dispuesto a reformar la Constitución Española, donde la mayoría son los jóvenes –clave del futuro del país- y sin embargo, tal y como algunos periodistas se reafirman, ese es el caso de Juan Luis Cebrián cuando dice que “el Estado de las Autonomías es lo más confuso de la Constitución española”, o Adela Marquina cuando dice que “fue el inicio de una ética común en todos los españoles”, y que no parecen seguir esa misma línea de una mayoría, tal y como por ejemplo la opinión de Pablo Simón cuando dice “que si la Constitución no se reforma estará perdiendo capacidad”.
Yo creo que ya ha perdido esa capacidad desde el momento en que grupos sociales la han pisoteado al no creer en ella como Carta Magna de una sociedad democrática, al no obedecer sus exigencias legales –establecidas y consensuadas- y ni siquiera el español más fiel, más firme a un estado constitucional, es capaz de reafirmarse en ella con la seguridad que lo hicieron nuestros padres especialmente. ¿Por qué se ha llegado a esta situación? Ahí quisiera llegar yo, porque una Carta del pueblo debe ser respetada mientras esté en vigor –en toda su dimensión- y eso no quita que deba de ser reformada porque en cuarenta años, España ha modificado mucho sus hábitos socio-políticos, se ha generado una conciencia social diferente y hay necesidad de adaptaciones a los nuevos pensamientos dentro de un mundo globalizado más exigente y más diverso.
Esas reformas tendrán que hacerse con normalidad y sin impugnaciones a la totalidad, como diría Simón, pero claro está que ahora es nuestra Carta Magna, aprobada con el consenso de todos los grupos políticos de un momento decisivo en la España política contemporánea –aunque quede lejos aquel 1978- y hay que alabarla, homenajearla y, sobre todo –esto parece olvidarse- cumplirla, sin que con ello, trastoquemos el ideario socio-generacional que exige un cambio, unas reformas, una adaptación a las necesidades, requerimientos y adecuaciones que un referéndum determinará y que unos representantes políticos sabrán llevar a buen puerto. No se puede, ni se debe, pisotear una Constitución aprobada y en vigor, porque eso es propio de pueblos “bananeros” y España no debería estar en ese ranking, sino en el de los pueblos diversos pero demócratas, constitucionalistas de verdad, modernos por dignidad, respetando a las Instituciones, seguros y libres con capacidad de decisión y pluri-diversos cuando esa diversidad es el fruto de la convivencia, la solidaridad y la democracia real.
FUENTE: https://eldiadigital.es/art/383027/carta-magna-por-miguel-romero-saiz