POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA.
Tal vez, la figura del Santo Niño de la Bola no ha sido fiel a su costumbre, por eso de ser enero tiempos de festividad. Sin embargo, en Valera de Abajo, las gentes del lugar y los visitantes habituales, han cantado sus vítores en estos idus de marzo, con sentimiento constreñido por esos dos años sin alabanza, y si cabe con mayor cantidad de lágrimas a flor de piel.
Es, sin duda, una fiesta grande, importante por su recorrido histórico, magnífica por su tradición consolidada y majestuosa en eso de rendir pleitesía y fervor a su imagen del Santo Niño y a su Virgen del Rosario. Por eso, mi modesta opinión es que tiene que ser ya Fiesta de Interés Turístico Regional, por merecimiento, por pasado histórico, por peso específico y por riqueza tradicional donde la cultura también premia sus bondades. Y es que ha sido maravilloso escuchar los Dichos este año, con ese acento teatralizado que los ha hecho, si cabe, más grandes, y que Moro y Cristiano, en caballo blanco cada uno, han sabido dirimir su dialéctica con el orgullo de querer ser los mejores, recordados en años y sempiternos valerosos para rendir cuentas a su Santo Niño.
Las Vísperas y el Día Grande, llenaron de público con sus mejores galas, mujeres hermosas las de aquella tierra, hombres bien adornados en ese rojo carmesí con filos dorados en los moros, mientras el negro en capa elegante rinde pleitesía a los cristianos. Todo un lujo visitar la población de Valera en estos días, y todo un privilegio compartir con sus gentes cada tiempo, germen de hospitalidad intachable, desde el alcalde hasta el último paisano que sabe ofrecer amistad y respeto.
Por eso, Valera de Abajo ha sabido estar en otro tiempo, pasando de enero a marzo y lo ha hecho a “lo grande” como bien suelen saber hacerlo, imaginando que todo tiene el mismo sentido, donde la pólvora invadió su espacio, las flores colmaron de olor y belleza, y la iglesia grande, como bien la llaman, dedicada a la Asunción, se invadió de excelentes voces con música acorde a tiempos de modernidad en composiciones musicales que brillaron por sí solas, magnífico ese coro y magníficas sus músicas. Una misa sentida, donde la espiritualidad lo definió su Santo Niño, con andas de madera nuevas, elegantes en dibujos y escorzos bien delineados por esos maestros ebanistas que ha dado Valera y sigue dando en tiempo y forma.
Y entre ese fervor de espiritualidad, el presidente honorífico de la hermandad, el cura párroco José María, lanzó sus vivas con entusiasmo, generoso en su plática de homilía y quiso hacer el buen honor en su Reo del Cura, generoso y agradecido.
Autoridades presentes, Generales de cada Compañía, cumplidores del año, desde el cabo al capitán, Generales de Dichos, tropa y músicos de dulzaina y tambor, todos, sin excepción supieron estar a la altura de un año diferente en credo, tiempo y música, pero especial por vivir unas fiestas emblemáticas.
Ahora queda un camino que hay que recorrer y que hay que ganar. Conseguir la Declaración de Interés Turístico Regional bien merecido, porque deben concedérselo, así de claro por quienes, desde fuera, sabemos lo que bien merecen; y ver la puesta de largo de su Museo del Santo Niño, museo que reunirá la historia de esta población, su etnografía, sus tesoros fotográficos, sus enseres de antaño y de ahora, las tradiciones en su propio emblema, sus banderas y su creencia puesta en valor para el futuro de esas generaciones que llegan con la misma fuerza de sus progenitores y ancestros, los que dejaron la herencia de una tradición solemne en un pueblo elegido, donde el olor a madera ha sabido congeniar presente y futuro.
Pero queda, un reconocimiento que apenas escriben esas páginas de libro abierto y, sin embargo, son claves en el desarrollo festivo y en la esencia de la tradición consolidada. Las mujeres de Valera de Abajo, las que portan elegante figura, belleza a raudales y ofrecen su ayuda ejemplar en base a amor y sentimiento, porque sin ellas, nada sería posible, ni siquiera el colorido de ese ropaje aderezado con sus curtidas manos, ni las olorosas recetas culinarias en gusto y sabor, sin el recrear de las flores que adornan iglesia, andas y recorrido. Ellas son, si cabe, unas protagonistas especiales en prestancia, esfuerzo, amor, sencillez y sentimiento. Lo viven, lo creen, lo sienten, lo sufren y apenas hay vítores para su ejemplo. Vaya pues para ellas, mi propio ¡Viva las valerosas¡, porque además de nuestra Virgen del Rosario, del Santo Niño, del pueblo de Valera y las dos Compañías, también ellas merecen su vítor.
FUENTE: https://eldiadigital.es/art/392681/hubo-un-viva-valera-a-trastiempo-por-miguel-romero-saiz