EL PUPITRE – VANDALISMO
Dic 28 2021

POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA.

Actos vandálicos en el belén de la plaza de la Hispanidad en Cuenca

Verdaderamente la sociedad postmoderna no está madura. Hemos conseguido retos increíbles en la tecnología punta: ordenadores autómatas, viajar y pìsar la Luna,  viajar a Marte, robots inteligentes, automóviles que circulan sin conductor y cerebros multifunción, pero no hemos conseguido educar correctamente a la sociedad en la que vivimos, huir del materialismo irreverente, sentir la solidaridad como emblema de vida, convertir el trabajo en uso compartido, sentir la familia como célula fundamental para sentar la clave del ser humano, humanizar el sentir diario, creer en nosotros mismos como individuo social o hacer política para la igualdad y libertad como clave de desarrollo y futuro.

Hemos llegado, algunas generaciones –posiblemente, las que ahora tienen menos peso social- a recordar con alegría la educación recibida y sentirnos privilegiados por haberla tenido y vivir infancia, juventud y madurez –sin apenas lujo alguno- que nos hizo crecer en el respeto como premisa fundamental, y buscar en esa añoranza indeterminada, respuestas a lo que ahora, nuestros hijos, mejor nuestros nietos, transitan olvidando de dónde vienen, lo que han recibido y el por qué de sus acciones.

Por eso, al analizar cuáles han podido ser las causas de que esos hijos o nietos no hayan seguido las normas establecidas como clave de respeto y humanismo, nos vemos en la coyuntura de autoflagelarnos como castigo por algo que no hemos sido capaces de dirigir y qué desconocemos cuál o cuáles han podido ser las causas de llegar a ello  o no impedir la caótica evolución hacia el desenfreno sin razón ni perdón.

Y ¿la educación? Supongo, que mucho tendrá qué decir. Y los legisladores de las normas, se ¿habrán puesto a pensar en su por qué?, y el sistema político donde la corrupción invade el simbolismo, o los medios de comunicación, amparados en el dólar y con ello, invadiendo de programas que derrotan la identidad del ser humano, sin lástima hacia la dignidad –ese bastión que siempre tuvimos como generaciones de la sociedad moderna-.

Y es que se “me revuelve el estómago” cuando esta sociedad, la conquense en este caso, es capaz de destruir, avasallar, atentar, flagelar, romper y desvirtuar tu propia esencia como ciudad, como sociedad pacífica, como emblema de belleza patrimonial, cuando grupos de irresponsables, amorales, imbéciles, necios, ayudan a empobrecer más nuestro ambiente, destruyendo o manseando con escenas como la del Belén de la plaza de la Hispanidad, igual que hacen con bancos, parques, farolas o carteles en ese afán de destruir por destruir, haciendo seña de lo que significa para ellos, una familia, una sociedad, un país, un mundo, un hogar de vida. ¿Qué pretenden conseguir con ello? ¿Qué buscan? ¿Qué consiguen?, destrozando unas figuras de escayola que simbolizan Paz, Fraternidad, Amor y Alegría.

No tienen perdón, porque con ello lo único que consiguen es engrandecer su egoísmo, su rocambolesca incapacidad mental, su poca solidaridad, su educación transgresora, su dejarse ver en la necedad del idiota que, siéndolo en razón cerebral, desconoce el mecanismo de la normalidad por ser imbécil en razón y vida.

El respeto del ser humano está en la moralidad y la educación. Ser creyente o no serlo; ser ateo o agnóstico; ser católico o evangélico; ser liberal o conservador; ser justo o injusto; todo tiene cabida en una sociedad moderna, realista y libre; por eso, quienes no tienen cabida son los que ejemplarizan con su ruptura de convivencia, su hipocresía constante, su actitud beligerante radical, sin sentido ni razón, los que creen que así, llamando la atención, se sienten más idénticos cuando demuestran el poco valor que tiene su cometido y su razón de ser.

Con ello, afean a sus progenitores, a sus abuelos que tanto lucharon por ganar un respeto social, a sus amigos –especialmente a su aamigos-, si es que los tienen como tales, a sus compañeros de viaje –si es que hay alguno que quiere ese viaje sin retorno- y si cabe, a ese mundo que, dentro de un tiempo, será el suyo y recibirán lo que han dado, recogerán lo que han sembrado, porque nosotros –generación tras generación- marcharemos por ley de vida, y ellos serán los que tendrán que asumir la sociedad que idearon, forjaron y tristemente, idearon. ¡Qué lástima¡

FUENTE: https://eldiadigital.es/art/384698/vandalismo-por-miguel-romero-saiz

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