EL QUINTO PODER
Nov 16 2016

POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)

John Locke.
John Locke.

La soberbia y la ignorancia suelen cabalgar juntas, creo. Digo esto porque solemos mirar al pasado con desprecio. Acaso por ello también se arrincona hoy tanto a los viejos. Es una pena que nos creamos los inventores de casi todo, cuando las cosas positivas para la humanidad se han gestado lentamente. Por ejemplo, la democracia.

Un inglés del siglo XVII llamado John Locke, médico y filósofo, anglicano, republicano y contrario al absolutismo, escribió obras pioneras sobre el mejor gobierno de los Estados, reconociendo que él bebía de fuentes antiguas. Naturalmente fue perseguido, y pasó años de exilio, volviendo a Inglaterra tras su Revolución Gloriosa. Murió al comenzar el Siglo de las Luces, sin casarse ni tener hijos. A lo mejor no le dio tiempo. El caso es que otros sabios le siguieron la pista, como el Barón de Montesquieu. Éste tuvo una vida más cómoda. En su libro “El Espíritu de las leyes”, publicado en 1748, expuso que el mejor gobierno se basa en separar los Poderes, y que cumplir la Ley es lo más importante de un Estado. Hoy pasados casi tres siglos, seguimos sin aprender esta lección ni en los países que nos consideramos civilizados. Porque a ver quien se cree que el poder judicial es de todo independiente. Qué levante la mano.

O sea, que no hemos aprobado las primeras lecciones de la democracia, y ya andamos inventando otros poderes, para complicar el asunto. Por ejemplo, nadie duda que el cuarto poder son los medios de comunicación. Yo creo que un periodismo de alta calidad, es decir, culto e imparcial, seria sanísimo para la democracia. Pero eso es complicado. Porque todos necesitamos comer, incluidos los periodistas, y a ver quién es el guapo que se arriesga a que lo manden al paro por ir contra los intereses de quien le paga: la publicidad, los lectores o escuchantes, y el político de turno que subvenciona el invento. Los comprendo, no han estudiado para ser Quijotes, y tienen familia. Por eso son raros los representantes del cuarto poder que no intentan controlar a los otros, legislativo, ejecutivo y judicial. Por eso, salvo “Radio Clasica”, no he escuchado ni una cadena que sea independiente. De la tele, mejor no hablar, en lo referido a tertulias políticas. Este verano, en mala hora, escuche a un famoso periodista afirmar con orgullo que él “se había cargado” a un político, no sé a cual, ni me importa. Su poder era tan grande que se adelantó al dictamen del juez para acabar con la carrera de uno al que odiaba. Luego resultó ser inocente, pero este dios- periodista seguía estando orgulloso de su hazaña. A la victima nunca más se le volverá a ver ejerciendo un cargo público. El periodista ejecutor ha aumentado su cache, seguro. Es que “cargarse” a alguien por real gana tiene mucho morbo. O sea, mucha audiencia. Ejemplo palpable de que el cuarto poder pesa más que los tres de Montesquieu juntos.

Pero la cosa no acaba aquí. Ahora ya tenemos encima un quinto poder. Avanza como una apisonadora. Es implacable, y juega con ventaja, porque no tiene rostro, carece de alma, y casi goza de impunidad. Me refiero a las redes sociales. Con ellas se podría montar un golpe de estado en poco rato. Respecto a su capacidad para “cargarse” a alguien, lo del citado periodista es pura anécdota antes los linchamientos que se pueden hacer desde el quinto poder. Utilísimo si se usara bien. Letal cuando lo inspira el odio, la envidia, el resentimiento, o la rivalidad política mal entendida.

Sí, creo que vivimos tiempos complicados y peligrosos por el exceso y la inmediatez de difusión de noticias no contrastadas, o directamente falsas. Creo que urge arbitrar leyes que regulen el uso y abuso del quinto poder. De no hacerlo, muchos nos retiraremos de ese medio de comunicación por asco, o por miedo. Entonces sus amos serán sólo los que no pierden el sueño tras haberse “cargado” a alguien con una difamación. Malvados los hubo siempre. Basta con estudiar como afloraron los peores instintos en nuestra Guerra del 36. La última novela que leí este verano iba de ese tema. Y una gran película de Eterio Ortega, producida por E. Querejeta, que acabo de ver me ha dejado helada la sangre. Por eso al escuchar aquella frase, a ése “me lo cargue yo”, apague la tele asustada. Cuando intenté ponerla otra vez, estaba rota. A lo mejor me compro otra para el siguiente verano. O a lo mejor no. Siempre nos quedará Radio Clásica, y el periódico, con su sudoku y todo, dice mi papelera.

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el quinto poder 20.10.016

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