En Sevilla, Esp. está el Alcázar del Rey que es un palacio medieval de gran atractivo turístico. La persona que visite a Sevilla sino lo conoce, podría decirse que no vino a este lugar. El alcázar es a Sevilla como La Alhambra es a Granada, como la torre Eiffel es a París, como La Plaza de San Pedro o el Coliseo Romano son a Roma y la Puerta del Sol o la de Alcalá son a Madrid. El Real Alcázar de Sevilla es uno de los palacios reales que siguen estando en uso en Europa y además es Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1987.
Para entrar a este lugar se requiere formarse en una larga fila de personas que algunas ocasiones son como tres cuadras de distancia y esa “cola” tan larga, produce desánimo. Sin embargo, venir desde México y no entrar a este castillo, parecería imperdonable.
Ya formado en la fila, alguien dice que ya se debe traer el boleto. El boleto se compra en otro lugar. Se busca la taquilla y ahí hay otra fila en espera. No hay remedio, se tiene que hacer. Se avanza lentamente hasta llegar a la recepcionista, misma que no acepta el pago con dinero en efectivo, sólo acepta con tarjeta de banco. Quien trae tarjeta bancaria compra el boleto mediante la máquina que valida su moneda a precio de euros. Luego hay que formarse en la fila de entrada al alcázar que ya no está tan extensa. Casi al llegar a la entrada, una trabajadora solicita el billete y observa que es para las catorce horas. El reloj marca la una de la tarde. Nunca revisé ni me fijé en el billete, así le dicen aquí al boleto.
Ni modo de llorar, para la otra vez, lo compro en línea y me evito estos contratiempos.
Entonces fui a tomar una foto al Arco del Perdón que está en la majestuosa Catedral de Sevilla y que me había quedado pendiente el día de ayer. No sé por qué lo hago. La palabra perdón hace mucho ruido en mi memoria. Antes, mucho antes, era una de las personas que casi de todo pedía perdón. Perdón porque llegué tarde, perdón porque hablaba mal, perdón porque maltraté a alguien, perdón por ser así, perdón por respirar, etc. Luego platiqué con una trabajadora de turismo sobre el perdón y dijo que ella pedía perdón cuando actuaba mal. Lo malo de mí es que estoy consciente del pecado y aún así lo cometo. Solo que ahora ya no pido perdón porque estoy consciente de lo que hago. Habría que saber el concepto de pecado que cada quien tiene. Bueno, para “hacer tiempo” seguí tomando fotos. Encontré, aquí en el centro de Sevilla, La Fuente de los Faroles, de quien tenemos una réplica en Tacuba en la ciudad de Zacatecas. La fotografía es obligada.
Cerca de las dos de la tarde, había que formarse para entrar al alcázar. No había muchas personas formadas en la fila. A la entrada la vista se detiene en la majestuosidad del Real Alcázar. Ahí está la puerta del León. Un prado verde cubierto con pétalos rosas y violetas adorna la entrada. Entonces algo raro sucedió. El prado multicolor no lo vi con mis ojos sino con los tuyos. Pensé que andaba solo, pero no, tú me acompañabas. No se puede creer en tanta magia sin traer la varita, pero lo sensorial existe. Todo el esplendor de la naturaleza estaba guardado en el interior del palacio en los arcos de lo que llaman La Montera. Luego está el patio y la fachada del edificio de Pedro I, llamado “El Cruel” o “El Bondadoso” según sus amigos o enemigos. La fachada traslada al arte de La Edad Media. Es una exageración barroca de la vista. El frente tiene dos pisos y la fachada central es impresionante por sus depurados arreglos. Después se asciende al piso de los azulejos que es toda una lección de colores. No tiene uno idea de cuál es el azulejo más hermoso. Los muros, los techos y las escaleras adornadas con azulejos dan una imagen indescriptible del arte. Si los vieras, te llenarías el corazón de azulejos.
Enseguida está el cuadro de “La Virgen de los mareantes” a quien le rezan todos los hombres del mar. Después se llega al Patio de las Doncellas donde los arcos del primer piso y el jardín llenan la vista. Otra vez tú en mi pensamiento. Pienso verte con turbante medieval y al mismo tiempo veo tus ojos vivaces que refulgen en el recuerdo. Aquí me pregunto ¿Quiénes serían las doncellas del Rey? ¿Y si yo fuera rey, bueno, al menos, príncipe? La magia del ensueño. Este alcázar es un sueño del que no se puede despertar tan rápido. Todo el patio es una exacerbación de una cultura arquitectónica junto con sus muros, las puertas, los arcos, las ventanas, los techos y los pisos; es imposible no detener la mirada en los muros de esta maravillosa construcción. De oídas se sabe que el rey Salomón tenía un palacio así. Es posible que éste lo supere. Este alcázar fue construido por Abderramán III en el siglo IX. Los reyes árabes que vivieron en Sevilla eran muy poderosos y dominaron a España casi ocho siglos hasta que fueron expulsados por los Reyes Católicos en el siglo XV.
Después está el “Patio de las Muñecas” y el asombro no tienen límites de una belleza barroca o renacentista. Este estilo brilla en todos los muros, ventanas y arcos. Entre la gente, te vi embelesada, contemplando aquella joya universal de la arquitectura. Te vi sin mirarte. Tus ojos me acompañan. Se que traigo tu corazón y lo voy a dejar aquí junto con el mío. Si un día vienes, lo encontrarás latiendo en este Real Alcázar, esperándote en el derroche de formas arabescas.
Se siente el éxtasis del arte y de la vida pero aún no termina la admiración para ver la sala de los Reyes Católicos y su techo rectangular. En la recuperación de estas tierras, ellos expulsaron a los árabes pero se quedaron con sus mezquitas y castillos. Aún, a la fecha, este lugar es de descanso para la familia del actual Rey de España. Enseguida está la Sala del Techo de Carlos V con muchas figuras geométricas en forma redonda. También está el salón del techo de Felipe II. Si es Carlos V o Felipe II aquí está invertido la plata y el oro de América. No pasa nada. Lo pasado, pasado. Los reinos se pierden por las traiciones y por falta de estrategias. Hay que seguir construyendo reinos.
Después está el salón de Alfonso X, el salón Gótico que atrae por ese arte del cristianismo europeo.
Bajando una escalera está el Jardín de la Galera. Soy débil ante la poesía que me vence con sus imágenes naturales. Algunos reyes eran poetas y tenían sus jardines donde reposaban sus metáforas. Prométeme que si algún día vienes al Alcázar de Sevilla me recuerdes en este jardín y me pienses como una utopía barroca de un sueño árabe. Es pecado, dirán los que nunca han pecado, pero yo estoy consciente de lo que hago y si peco por amor y muero por ese amor, puedo decir que la vida valió la pena vivirla. Esté donde esté, la belleza es para disfrutarla. Gocemos el arte de la vida.
Estemos donde estemos, mi pensamiento y el tuyo estarán aquí en este alcázar de Sevilla. ¿Es malo? Estoy consciente de ello y no me puedo arrepentir ni tampoco pedir perdón. Tampoco lo hagas tú, estamos cerca de Los amantes de Teruel. Ya sabes que yo soy pasajero de esta vida. Hoy te amo y mañana me voy. Yo no vine para quedarme. No soy de aquí. Solo puedo decir una cosa, te esperaré en Sevilla, en este alcázar a través del tiempo. Cuando vengas, aquí me escucharás todo lo que no puedo decirte en este momento de película. Hay que recordar que el amor rompe todas las murallas, incluso la china. El amor es así, de existencia mortal y de vida eterna. Ahí están los grandes amantes viviendo en la literatura universal mientras que en lo cotidiano vive el aburrimiento conyugal.
En el trascurso de esta visión paradisiaca está El Jardín de Troya y la Fuente de Mercurio. Al fondo está un muro que divide los jardines. Con este dios de la mitología romana te envié un mensaje y una crónica para que la procures en su wasap. La lees entre líneas y luego la quemas.
Este amor no es para todos, mucho menos para los mojigatos inteligentes. Después está el camino hacia los jardines amplios del palacio. Se observa grande la Puerta de Marchena. Me faltan palabras para contar las maravillas de este castillo. Tengo que dejarlo. Mis piernas están agotadas y mi cerebro está lleno de tantos objetos, plantas, jardines, recámaras palaciegas, que ya no puede más. También la belleza cansa como cantara José José. Debo terminar el viaje por este palacio. Aún hay más lugares que ver. Decido salir. Son las 4 de la tarde. He llegado el cuaderno de mi memoria. Aquí voy a dejar tu recuerdo. Lo puse en un búcaro (un jarrito pequeño de Chapala, Mex.) en una sala del Real Alcázar de Sevilla para que vengas por él.
Con un romanticismo tardío, termino esta narrativa con unos versos de Lord Byron, “Oye mi última voz, no es un delito rogar por los que se fueron. Yo jamás te pedí nada. Cuando expire, te exijo que vengas a (este lugar) a sollozar”. Dedícame una lágrima en pago a tanto amor. El Real Alcázar de Sevilla te está esperando. Sevilla, Esp. 19 de octubre del 2022.