POR ÁNGEL DEL RÍO LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GETAFE Y MADRID (CAPITAL).
Hay una parte de nuestra juventud cuyo reto inmediato no es avanzar en los estudios, buscar un trabajo o marcarse objetivos de superación personal. Ahora, los retos más de moda para un colectivo importante de jóvenes es graduarse en “botellonero” integral, nada de dado al uso normal del botellón de fin de semana.
Los tiempos de ocio recurrente adelantan que es una barbaridad, y ya no se lleva citarse en un parque con el grupito de amigos para meterse unas birras o unos cuantos tragos del tradicional, y ya en desuso, calimocho. No. Con la pandemia han cambiado los hábitos y ha evolucionado la mala praxis del bebercio al aire libre. Ya no son citas grupales para beber, sino quedadas multitudinarias por las redes sociales que concentran a miles de jóvenes. Y a partir de ese momento comienza el reto, la superación personal para conseguir el récord del botellón más numeroso, más dañino, más violento, más agresivo y delictivo.
El botellón tradicional ha muerto. Ahora hay que superarse y enfrentarse a la policía, liarse a pedradas con los agentes, incendiar coches, cruzar contenedores, estercolar las calles, romper lunas de escaparates, y si se tercia, protagonizar robos, desmanes y agresiones. Y para ello, los más bisoños, cuentan con la ayuda inestimable de pandilleros, alborotadores, guerrilleros urbanos y ladronzuelos expertos que ejercen de instructores incontinentes y así formar a los que han dejado de ser botelloneros al uso y quieren graduarse en la rama de “botellonero” integral. Ángel del Río