POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Por Colunga -hablo de tiempos pasados- se decía un refrán que advertía así respecto al «aumento o crecida de los días» una vez superadas las fiestas navideñas: «Hasta la Navidad, en su ser está; de Navidad p´arriba, al pasu la gallina».
Se pretendía explicar con ello que una vez sobrepasado el solsticio de invierno los días, aunque lentamente, iban creciendo y, en consecuencia, las noches siendo más cortas.
Los romanos, que hacían fiesta por los motivos más nimios, celebraban en estos días «ya crecientes» las llamadas «fiestas saturnales», en honor de Saturno, dios romano de la agricultura y de las cosechas. Y las celebraban, además de bailar, saltar y dar vueltas al aire, elaborando unas tortas a base de harina de trigo, higos pasos, uvas pasas, dátiles y miel que repartían entre familiares, amigos e incluso esclavos. En cada una incluían una moneda y a quien la encontraba, especialmente si era niño, se le concedía el título «temporal» de «Rex regum» o «Rey de reyes».
El cristianismo incorporó esta fiesta y esta tradición de la torta a su festividad de la Epifanía y Día de los Reyes Magos, elaborando una rosca grande (de ahí el aumentativo de ROSCÓN) con sorpresa incluida.
Caro Baroja,si no estoy en un error, cita sus inicios en Navarra en tiempos del siglo XIII o XIV; pero consta que más de un escritor árabe atribuye esta dulcería a siglos anteriores a la que denomina «al-hasú», con significado de «el relleno».
Este «al-hasú» pasó al castellano con el nombre de alajú, alhajú, alhejor, alejur y por la zona de las Alpujarras ajalú.
Consiste en una pasta elaborada con miga de pan (o pan rallado), almendras, nueces, piñones, especias finas (canela, matalahuva, alcaravea…), ralladura de limón o de naranja y un almíbar de miel muy subido de punto.
El Roscón de Reyes, o «galette des rois» fue puesto de moda en Francia en tiempos del rey Luis XIV y siempre con su sorpresa interior (en la corte regia suponía una joya de valor). Quien la encontraba, suponiendo que era una haba (una fabona seca) era nombrado ROI DE LA FEVE (Rey de la haba).
Y así, año tras año, sigue en nuestras casas, y en nuestras confiterías y obradores, la tradición del ROSCÓN DE REYES.
En unos casos es de pasta tipo bollo suizo y en otros de hojaldre. En unos casos lleva un relleno de nata, crema pastelera, cabello de ángel… y en otros no. Siempre va decorado con frutas en almíbar de colores variados, espolvoreo de azúcar y rematado por una «corona real», o no.
Y la figurita sorpresa no es joya alguna sino una «plasticada» de nulo valor, pero que tiene su gracia en el hallazgo.
¡Y menudo hallazgo si se trata de uno de los ROSCONES que elaboran en la CONFITERÍA CASINO, de CORNELLANA (SALAS-ASTURIAS), pues en uno hay una SORPRESA DE 500 EUROS y en otro la SORPRESA ES DE 200 EUROS!
Quien la encuentre no será ROIS DE LA FEVE sino EMPEREUR DE L´EUROPE.