POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Cuando los serenos intentaron advertir a los ciudadanos, el antiguo Partido de San Benito, al otro lado del Segura, ya se encontraba inundado. Eran las dos y media de la madrugada. El atronador toque de arrebato desde la Catedral, tan distinto de las campanadas pausadas que alertaban de un incendio, animó a muchos a salir a las calles para comprobar qué sucedía. Les aguardaba la muerte. Los más precavidos se encaramaron a las azoteas. Sólo era el prólogo del desastre.
«Llovía y llovía -advertirá ‘El Diario de Murcia’-. La oscuridad era completa. Solo la llama de los hachones daba un aspecto más pavoroso al terrible cuadro. Se oían gritos por todas partes». Un remolino de gentes corría hacia el puente para comprobar cómo el agua acariciaba los pretiles. De pronto, las alcantarillas de la ciudad reventaron y se anegó el barrio de San Pedro, San Andrés, San Juan… hay quien se aventuró al Carmen, con el agua al cuello, para rescatar a familiares y amigos. El rió creció hasta diez metros y sepultó el Malecón mientras otro estruendo anunciaba el derrumbe de parte del matadero. Luego, el silencio.
Aún llegaría a tiempo José Martínez Tornel, fundador y director de ‘El Diario’, antes de cerrar su edición del 15 de octubre de 1879, de incluir la noticia de última hora sobre la avenida. «Desde la Catedral, toda la huerta es un mar», advertirá preocupado. Y añadió: «Diez mil labradores han perdido esta noche todo cuanto tenían». No se equivocaba. Algunos evocaban la riada de San Calixto que, en otro mes de octubre de 1651, causó unos 2.000 muertos y derribó 300 casas. La de Santa Teresa, ocurrida el 14 de octubre, la superaría. Martínez Tornel, acaso sin imaginar siquiera la repercusión que tendría, inauguró por vez primera en la historia de Murcia -y de gran parte del mundo- una forma inédita de hacer periodismo.
En la edición del día siguiente, 16 de octubre, transformó la publicidad en anuncios que pedían ayuda ante la catástrofe y dedicó todo el número a la riada. Además, la portada estuvo ocupada por una gigantesca esquela que comenzaba así: «Recuerdo fúnebre a las víctimas de la desastrosa inundación acaecida en esta ciudad la noche terrible e inolvidable del 15 de octubre». Y concluía con otra frase que resumiría su objetivo durante los meses siguientes: «Pan para el pobre, amparo para el desvalido, abrigo para el desnudo, una oración para los muertos».
Ya desde el principio advertía Tornel de que España «no podía asistir indiferente a ese fatal cúmulo de desgracias horrorosas». Él se encargaría de ello. Para empezar, consiguió que el Rey Alfonso XII se desplazara a Murcia para conocer el desastre de primera mano. El 20 de octubre confirmó en persona a Tornel que había leído ‘El Diario’ recibido en palacio -era la edición de la gran esquela- y que ante la descripción que hacía el periodista de la riada se había conmovido y decidió visitar a los afectados. Era solo la primera gran autoridad que socorría a Murcia.
El resto de periódicos y revistas nacionales se movilizaron al proponer suscripciones y suplementos en beneficio de los afectados. ‘La Ilustración Española y Americana’ pidió ayuda a sus lectores en América. Entretanto, las cabeceras nacionales se sumaron a la campaña o iniciaron otras nuevas, comenzando por ‘El Imparcial’, que envió un corresponsal a Murcia. Y la noticia llegó a la agencia de noticias francesa Havas, cuyo director tuvo la genial idea de imprimir un papel periódico, ejemplar único, cuya venta permitiría recaudar fondos.
De esta forma se editaron hasta 300.000 ejemplares del recordado ‘Paris-Murcie’ el 14 de diciembre de 1879. La actriz Sarah Bernhardt, los ilustradores Doré y Neville, el político Emilio Castelar, Alejandro Dumas, el papa León XIII y una larga retahíla de reyes, príncipes e intelectuales de Europa llenaron sus páginas con artículos. Víctor Hugo advertiría de que «París es la capital del mundo; y todo el dolor del mundo es un dolor de París».
Esta es, a grandes rasgos, la repercusión que tuvo en Europa el desastre. Pero, al tiempo, Martínez Tornel mantuvo ‘El Diario’ como altavoz desde donde anunciaba el progreso del rescate de víctimas y su relación, las historias de aquellos murcianos que habían salvado vidas y la imparable campaña solidaria que se extendía por toda España, desde las tunas de varias facultades, los institutos de enseñanza, otros diarios y un sinfín de personas que remitían cartas y donativos a la redacción del periódico murciano. La cifra de muertos, más o menos oficial, fue de 761 personas, aunque no faltaron quienes advirtieron de que podían contarse por miles.
Las consecuencias de la tragedia fueron apocalípticas: las cosechas del verano y el grano almacenado, arrollados por la corriente; la leña, el trigo de las sementeras, el pan para el invierno, la ropa, los aperos de labranza… El cronista concluye entristecido: «Ya no habrá, por muchos años, huerta en Murcia». Y eso que desconocía que, apenas unos pocos años más tarde, otra riada asolaría los terrenos que se habían recuperado.
El periodista dio un paso más allá de anunciar los socorros recibidos e impulsó la denuncia de incontables situaciones, como el hambre que pasaban los huérfanos de la inclusa o la necesidad de que se proveyera de trabajo a los afectados. Pronto se encargó a 2.500 murcianos que limpiaran las acequias. Y ni siquiera olvidó a los que denominaba los «pobres industriales», empresarios que habían visto arruinadas sus fábricas.
Esta fue la primera de las grandes campañas que promovió Martínez Tornel y que cambiaron el curso de los acontecimientos. Pero hubo más, tan desconocidas como influyentes en el devenir de la sociedad tal y como la conocemos. Quizá por eso, hace un siglo, cuando el periodista falleció, los comercios cerraron sus puertas, el Ayuntamiento interrumpió el Pleno para honrar sus restos y diez mil murcianos asistieron a su entierro. En su mayoría huertanos sencillos que no olvidaron cómo este gran murciano dedicó su vida a defenderlos.
Fuente: http://www.laverdad.es/