El SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA FUENSANTA (III) EL COLEGIO, EL RETABLO. Y LA GRAN CORONA
May 29 2017

POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)

Esta casa de Villanueva del Arzobispo fue destinada para colegio de los nuevos coristas, que iban saliendo y en menos de 30 años fue un escogido plantel donde se criaban los futuros sacerdotes trinitarios. Hasta el 1931 fueron muchos los coristas, que desfilaron por esta casa. Con motivo de la llegada de la República (los coristas fueron destinados a otros conventos y desde entonces no ha habido coristas de asiento).

El retablo dorado

El retablo del altar mayor, lo mismo que los dos laterales dentro de la verja eran sencillos, y debido a la munificencia de la muy caritativa y muy piadosa doña Carmen Benavides de Parra (D. Vicente), siendo superior el padre Paulino de Santa Ana, el 15 de febrero de 1928 se hicieron nuevos retablos con sus altares respectivos decorándolos con un dorado finísimo, causando admiración a todos los que visitan el Santuario. Se celebraron grandes fiestas predicando el P. Santiago de Jesús y vinieron coristas de diversos conventos.

Investigando en las escasas publicaciones realizadas sobre el santuario mariano “Breve Historia de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Villanueva del Arzobispo, y de su Santuario” de fray Agustín de la Concepción, en el año 1954 y la del padre Arturo Curiel “La Virgen de la Fuensanta y su Santuario, Patrona de las Cuatro Villas” editada en 1983, nos sirven de complemento para ampliar algunos detalles.

El padre Arturo cita en su libro “El padre Segundo de Santa Teresa, cronista de Villanueva, durante su permanencia en aquella comunidad, nos hace llegar una crónica en las páginas del Santo Trisagio de diciembre de 1928. Gracias al generoso desprendimiento de Doña Carmen Benavides y Millán. Pondera la gran obra, altamente social y cristiana, de la piadosa dama villanovense, realizada sin ruido, como quien no quiere la cosa, frase suya, en favor de la Comunidad de Trinitarios y de todo Villanueva.

Las mejoras son tres artísticos altares, la imagen de la Santísima Trinidad, un Vía Crucis, casullas, ternos, frontales, alfombras, iluminación…Los tres altares se conservan en el presbiterio, una vez restaurados, luego que hubo pasado la persecución de 1936. Estos altares fueron construidos bajo la dirección del afamado escultor hispalense Don Francisco Ruiz en renombrados talleres sevillanos. Los tres son de madera curada, finamente tallados y totalmente dorados con pan de oro, siguen el estilo de los antiguos retablos dorados con pana de oro, siguen el estilo de los antiguos retablos de muchas catedrales españolas.

Las dos columnas salomónicas del altar central, a la vez que recortan el camarín de la Santísima Virgen, agrandan el presbiterio. Merecen ser destacados el Sagrario y el manifestador, ambos realmente singulares. El templete, terminado en cúpula, estaba sostenido por cuatro columnas y tres arcos románicos, verdaderas filigranas en el arte sagrado. Digna de igual mención era la talla de la Trinidad, de corte tradicional, sentada, centrada en lo alto del majestuoso retablo, con dos singulares serafines a ambos lados. Había además, otros cuatro singulares y primorosos ángeles a lo largo del retablo con sus respectivos cofres, invitando al ofrecimiento del corazón a la Divinidad, como mejor don.

Completaban los nichos del altar central las tallas de San Juan de Mata, San Félix de Valois, el Beato Juan Bautista de la Concepción y el estático San Miguel de los Santos.

Desaparecidos y destrozadas todas las tallas en la ‘persecución’ de 1936, fueron mas tarde repuestos en una restauración posterior.

La talla de San Miguel de los Santos fue donada por Doña Dolores Bueno de Romea, la de la Virgen de Gracia, colocada en uno de los altares colaterales, fue pagada por varias familias de la localidad. Otra persona anónima donó un juego de dieciocho candelabros lucentinos, seis para cada altar. Hay que unir la vistosidad del nuevo pavimento de mármol en el presbiterio, las artísticas verjas doradas en sus relieves y el primoroso embrujo del zócalo de mosaico árabe de diminutos azulejos antiguos reproduciéndose estrellas de variados colores, con numerosos arabescos, que cautivan e impresionan al visitante más exigente.

Con motivo de la colocación e inauguración de estos valiosísimos objetos de culto la comunidad de Trinitarios, la Cofradía y el pueblo organizaron solemnísimas funciones sagradas sin regatear esfuerzos, la ocasión lo requería, rayando a gran altura oradores, cantores, organistas y oficiantes.

En las páginas de la revista “El Santo Trisagio” del mes de diciembre de 1928 al hablar de la inauguración del nuevo retablo mayor, escriben: “Hubo un solemne triduo que culminó el 15 de febrero y al que se sumó toda la población de forma masiva. Intervino como orador, el P. Santiago de Jesús y María, superior de Antequera y antiguo alumno de la Fuensanta, que convenció y enfervorizó a los asistentes. El triduo se vio realzado con la cooperación de los religiosos venidos de las Comunidades de Alcázar de San Juan, Belmonte y Algorta, formando un gran coro a modo de orfeón potenciado por el valioso armónium, adquirido recientemente para el Santuario, de fabricación francesa de la casa Dumond, de expulsión con teclado de seis octavas y veintitrés registros.

El altar de la Virgen de Gracia, fue inaugurado el 28 de septiembre del mismo año, coincidiendo con la solemne novena, ocupando la sagrada cátedra Don Pedro de Santa Teresa, provincial de los Trinitarios”.

Esta es la celebración de la festividad del Patriarca San Félix de Valois el 20 de noviembre del mismo año. “Hubo un triduo preparatorio en los días precedentes, entonándose escogidos motetes de Tavoni y Vitoria. En la fiesta principal el coro de la Comunidad cantó la misa de ¡Te Deum¡del maestro Perossi. La ornamentación de los altares ciertamente artística corrió a cargo de las hermanitas de los Ancianos Desamparados y de Doña Carmen Benavides y Millán”.

Una coronación que no llegó

Con las joyas regaladas por varios señores de la localidad y especialmente por el rasgo de caridad de las hermanas Ana y Cándida Medina Marín, que donaron para su hechura cuarenta mil duros, se le hizo una corona a la Virgen, que en el sentir de todos era una obra preciosísima.

Su confección se hizo en un establecimiento de Valencia, por el joyero Merlo y Bonet en el año 1931. Se contó con la generosa cooperación de todos los vecinos de los pueblos de la comarca, principalmente de de Villanueva, Iznatoraf, Villacarrillo, Sorihuela, Beas de Segura, Hornos, Jesús del Monte y Cazorla.

Se nombraron distintas comisiones, presididas por Tomás Bueno Romero. Sus dotes organizativas le permitieron superar los innumerables obstáculos que surgieron. Cuando todo estaba preparado y señalada la fecha para las fiestas de septiembre de 1931. La coronación no llegó a realizarse, como consecuencia de los cambios operados en España con la llegada de la II República.

Años más tarde en 1936 fue sustraída esa misma corona por desconocidos de la caja fuerte empotrada en uno de los muros del castillo, sin que hasta el día de hoy se haya podido conocer su destino.

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