POR PEPE MONTESERIN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El Siete es una de las cumbres más notables y estratégicas del macizo de Ubiña, próximo a Oviedo y al cielo, el más alto de aquí a América. Desde estas cumbres puede verse el fin del mundo: Finisterre, en La Coruña; Pembroke, en Gales; Land’s End, en Cornualles, y la isla de San Barandán, que está donde me da por la gana; un despejado día de invierno, hay que fijarse bien, vi el Siete desde el cabo Dezhneva, en la Península rusa de Chukotka. El sábado partí de Tuiza con Víctor, su hijo Juan, un Antonio, Helio, Juan Miranda, Irene y Pablo Lavilla, subimos al Meicín, remontamos hacia los Portillines, valle de Covarrubia arriba, las Cinchas del Planón, la Pasada del Siete por la senda de la Merina y trepamos por la sureste hasta el Siete, yo hasta el Seis, y los Castillines. Algo más de mil metros de desnivel; duele algo la cabeza cuando uno está bajo de forma, pero aún duele más apalancado en la chiringuitanga de Porlier.
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