POR ANTONIO PÉREZ CRESPO, CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA
Autores cristianos como San Agustín y Lactancio, grandes admiradores de Cicerón, fueron, con sus amplias citas y comentarios sobre el libro VI del Diálogo Sobre la república, quienes permitieron conservar íntegramente lo que se creyó era una parte independiente del texto conocido con el nombre del Sueño de Escipión. La obra se perdió en el siglo VII, aunque algunas citas de autores del siglo XII presuponen un uso del texto íntegro.
Los humanistas del Renacimiento, interesados en la recuperación de libros clásicos, facilitaron su rescate. En este caso concreto, el cardenal Angelo Mai, prefecto de la Biblioteca Vaticana, anunció el 7 de noviembre de 1819 el hallazgo de estos textos entre los fondos del antiguo Convento de San Columbano de Bobbio, publicándose la primera edición en 1922.
Las largas citas literales de San Agustín, Macrobio y Lactancio, permitieron la recuperación de gran parte del Sueño de Escipión, que transmite la impresión de encontrarnos en el pensamiento ciceroniano una interpretación cristiana, en el que puede oírse como voz de fondo la voz de un cristiano.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que este comentario está hecho sobre las partes conservadas en el palimpsesto Vaticano (Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente). Algunas de estas citas están consideradas como citas problemáticas y aún imposibles; han sido calificadas de “sede incierta”, habiéndose colocado en el lugar en que presumiblemente le correspondía, supliendo parcialmente algunas lagunas.
La deficiente transmisión del texto se debe a que los folios del códice pergamino en letra uncial del siglo IV que contenía De re pública, fueron utilizados desordenadamente para componer un nuevo códice en el que aparece el texto de las Enarrationes in Psalmos de San Agustín, del que se conserva una parte de los Salmos, trabajo que debió realizarse en el mismo Convento de Bobbio en el siglo VII.
Pese a que el pagano Macrobio se había interesado por su aspecto místico, el pensamiento escatológico de la Edad Media facilitó la interpretación cristiana de este pasaje. Los renacentistas como Erasmo consolidaron la fama de un Cicerón “naturalmente cristiano” a pesar de que Dante lo hubiese dejado en su Infierno, junto a Séneca y otros del cortejo de Aristóteles: «Al cristianismo fueron anteriores,/ y a Dios debidamente no adoradon: / a éstos tales yo mismo pertenezco. / Por tal defecto, no por otra culpa, / perdidos somos, y es nuestra condena / vivir sin esperanza en el deseo» «Y al que las plantas observó con tino, / Dioscórides, digo; y via Orfeo,// Tulio (Marco Tulio Cicerón), Livio y al moralistas Séneca». (Dante, Canto IV, La Divina Comedia)
Dada la complejidad del texto del Sueño de Escipión, y la doble personalidad que Cicerón asume como el Escipión que narra el sueño y el Cicerón que se interroga sobre su contenido. Algunos de los principales estudiosos del Sueño de Escipión fueron cristianos, entre ellos San Agustín, que aporta un total de 36 comentario diferentes, algunos muy extensos; San Ambrosio, con un solo comentario; San Isidoro en sus Etimologías conserva citas literales sobre la guerra justa; y el católico Lactancio, con trece citas. Además, otros diecinueve autores reprodujeron parcialmente diversas partes del Sueño de Escipión, y a los pocos años de haberse publicado aumentó el interés por su estudio.
Cicerón ratifica en esta obra la superioridad del hombre de acción sobre el teorético (teórico) que culmina llevando a la gloria celestial, no al gran filósofo, sino al virtuoso gobernante. Esta afirmación avala la tesis de que Cicerón, al hacer esta afirmación, tuvo presente el verso de Ennio: «La república romana se funda en la moralidad tradicional de sus hombres».
La teoría política sobre las formas de gobierno no era nueva para Cicerón, al estar inserta en una tradición del pensamiento griego que empezó a influir en su confrontación con la realidad romana. La novedad de esta obra de Cicerón está en que la especulación teórica se mezcló con una consideración histórica de la experiencia política romana, estableciendo dos vías de acceso a su teoría: la especulativa, al modo griego; y la pragmática, o romana.
Frente al idealismo platónico, se opone una teoría realista fundada en la historia, en la experiencia del pueblo que ha asumido un indiscutible protagonismo histórico: Roma.
El principal mérito de la concepción ciceroniana es el haber sabido insertar una reflexión pragmática, fundada en la experiencia del pueblo romano, dentro de una alta visión de la vida política como parte del cosmos, cuyo apoteosis se consuma en el maravilloso epílogo del Sueño de Escipión, en el que trascendiendo los límites humanos llega a dar la impresión de una escatología cristiana que estimuló la admiración de autores como Lactancio y San Agustín.
En consecuencia, las fuentes que utilizó Cicerón en la redacción de este diálogo, unas son filosóficas, y otras históricas. Antes de situarlo en la fecha remota del 129 a.C. solicitó autorización de su amigo Atico para utilizar la gran biblioteca que tenía en Roma; pocos días después, le escribió para informarle que no podrá mencionar a Varrón, pues sería anacrónico incluirle en un diálogo que se iba a situar en fechas anteriores. Sin embargo, utilizó muchos datos históricos de Varrón, el más erudito de los sabios de su tiempo. Cicierón utilizó como fuente para su diálogo De república la tradición platónica-aristotélica; y para De legibus, a Platón.
Cicerón no utilizó una fuente única para escribir su diálogo Sobre la república, pudiéndose afirmar que otras muchas lecturas griegas pudieron influir en él: Heraclides Póntico, Demetrio Fareo, Teosfrasto, Dicearco… sin olvidar la analítica romana a la que Cicerón tenía fácil acceso, y a la que menciona expresamente en algunos lugares del diálogo, aunque sea muy difícil determinar en que proporción.
Unas y otras fuentes fueron utilizadas por Cicerón, siendo difícil una mayor concreción dada su gran cultura literaria.
En su conjunto, el modelo platónico está presente, aunque sea más en la forma de sueño convulsivo del diálogo de Platón.
La idea de inmortalidad celestial ocupa a Cierón muy superficialmente, como creencia privada, y aparece como rectificativa del anhelo de la gloria. La novedad de Cicerón está en enmarcar la idea de la insatisfacción de la gloria dentro de un conjunto de perfección cósmica. En la minusvaloración de la gloria aparece en Cicerón un momento de excepción.
DOCUMENTACIÓN: SOLEDAD BELMONTE