POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
No suele ser habitual que una columna de este tipo sea desdoblada en dos partes, como es el caso, pero este tema da para mucho y prefiero ampliarlo un poco más, podríamos decir que por entregas, para dar más detalles y más amplios. Y tampoco aquí finalizará el tema que, por obra de su preocupante grieta, será tema que estará en boca de los ciudadanos durante algún tiempo.
Algún aspecto más de su extraordinaria arquitectura, medieval y potente, una construcción mudéjar, una cara vista de nuestra piedra “rajuela” colocada a espejo, entre verdugadas de ladrillo, con un alma de calicanto, es decir, hormigón a la cal, que es heredero de la mejor tradición constructiva romana. Y esas características se aprecian perfectamente, en las potentes bases de sus arcos apuntados y en esa “simetría decorativa” de los recuadros que los enmarcan. Una evolución lógica y significativa de esas arquitecturas arcaicas, como se aprecia en los otros magníficos puentes arevalenses, el de Valladolid, sobre el Adaja, que debe ser anterior en más de un siglo, en este caso con numerosos arcos, pero mucho más achaparrados y el de Los Barros, también en el río Arevalillo, semejante, pero de un solo ojo de medio punto.
Estas arquitecturas, ahora llamadas infraestructuras viarias, cumplieron durante siglos su cometido y cuando sus fábricas se vieron “cansadas”, recibieron numerosas y continuos aderezos o arreglos. Cómo los refuerzos graníticos en las bases de sus robustos pies, piedras berroqueñas de Cardeñosa, labradas al modo almohadillado, del renacimiento, no en vano están documentadas obras importantes durante el s. XVI en estos tres puentes.
Y cuando bastante tiempo después esos descarnados muros fueron perdiendo la argamasa de su estructura, fue revocado. Tenemos un documento gráfico magnífico, un grabado de Muirhead Bone con el título “Caminando hacia el mercado, Arévalo”, fechado en 1928 y en el que se le ve descarnado. Por tanto el revoco de cemento ha de ser de fecha posterior.
Habría de llegar 1981 para que se realizara su restauración necesaria y le devolvieron a su magnífico y saludable aspecto, en una de las mejores y más respetuosas restauraciones que en nuestro patrimonio histórico artístico se ha realizado, obra de una empresa abulense, Construcciones Mayoral, que nunca debió de abandonar Arévalo, porque encontró con pulcritud el alma de nuestra arquitectura y la ejecutó en consecuencia, mimando los materiales, de tal forma que después nadie ha vuelto a entenderla de ese modo.
El año 1983 fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional y después siguió recibiendo todo el tráfico habitual, hasta que poco después se construyera el nuevo puente sobre el Arevalillo, el de Los Lobos y éste puente histórico, por fin, fue aliviado del tráfico pesado, después de varios siglos.
Ahora los técnicos, con la alarma sonando por esa llamativa grieta, dicen que no corre riesgo ni peligro, y yo creo que será así, que los daños no deben ser estructurales. Pero, ¿no están alertándonos de algo? Y nos preguntamos, ¿hasta cuándo aguantará tan magnífica construcción? Se la ha maltratado con zanjas no imprescindibles, y su mantenimiento mínimo deja que desear, cada año alguna vez el agua de la lluvia fuerte se embalsa increíblemente ¡sí, tiene desagües! pero la mayor parte del tiempo están atrancados. Falta un vigilante y correcto mantenimiento. Es un puente fuerte, pero… ¿Podrá con todo esto?