EL CRONISTA OFICIAL SOSTIENE QUE LA POBLACIÓN DE TELDE ES DISTINTA A LA DEL RESTO DE GRAN CANARIA
«Los teldenses somos distintos al resto de los grancanarios», sostiene Antonio González Padrón, cronista oficial de la ciudad y conservador de la casa museo León y Castillo. Esta afirmación la sustenta en el señorío y abolengo que le dan su historia, pero no queda aquí la cosa. Dentro de la ciudadanía teldense, González Padrón distingue cuatro arquetipos según su residencia, pero las nuevas tecnologías, opina, terminarán por dejar un único ‘ejemplar’.
La población de Telde, según expone el cronista oficial de la ciudad, Antonio González Padrón, es una suerte de rara avis [que tiene características que le hacen diferente a los demás] porque le viene dado por su condición de ciudad antigua y no de nuevo cuño. Una característica que comparte con Gáldar, la otra gran urbe de los aborígenes en Gran Canaria, pero la ciudad de los faycanes parece que tiene un punto más de rareza o de exotismo, según se mire.
González Padrón, que expone esta opinión en su argumentación sobre el paisaje y el paisanaje, idea que recoge de Alfonso de Armas Ayala, considera que Telde presenta unas características bien diferenciadas del resto de los grancanarios. Pero hay más, también dentro del municipio el factor climatológico y geográfico ha creado a lo largo de su historia hasta cuatro arquetipos de teldenses. Con este panorama, digno del pensamiento de Aristóteles [siglo IV antes de Cristo] que ya escribía sobre la estrecha relación entre clima y el carácter de los pueblos, el lío es mayor si cabe: el teldense es distinto de los que no lo son, pero también se diferencia del que lo es.
La forma de desenmarañar este complejo tejido antropológico es ir por partes y es lo que hace Antonio González, aunque no lo tiene fácil -al menos para el que no sea de Telde- porque la tarea es ardua y hasta peliaguda. «En los últimos 25 años he realizado numerosos estudios antropológicos, sobre todo de la población de Gran Canaria, aunque también de otras islas, y la conclusión que he sacado es que los teldenses somos distintos al resto de los de la Isla».
Ser de una ciudad tan antigua como Telde que, al igual que Gáldar, poseían una importante población que se fue mezclando entre los aborígenes, los conquistadores y la llegada de esclavos y en el caso de la cuarta ciudad del Archipiélago, ha definido su identidad diferenciadora, dentro y fuera de su territorio.
Diferentes, dentro y fuera
«En Telde», expone el cronista oficial, » ha habido siempre dos realidades, las de los barrios de San Juan y de San Gregorio, sus habitantes no eran de las mismas condiciones socioeconómicas o no votaban lo mismo. Pero es que frente al resto de Gran Canaria, destaca que en esta ciudad se prefirió el ron al vino por nuestra industria de ingenios azucareros, tenemos distintas realidades sociales según donde vivamos, aunque esto ha ido cambiando en los últimos tiempos por el avance de la comunicación y las nuevas tecnologías que abundan en la sociedad».
Del rara avis teldense insular pasa también a diferenciar a los nacidos o residentes en el municipio en cuatro arquetipos, en cuatro formas de ser teldense. Así, la costa, la cumbre, las medianías y la vega o centro de la ciudad han moldeado con sus climas y orografía la forma de ser de sus moradores, no solo en su forma de ganarse la vida, sino también en la concepción que tiene de ésta.
Así, según el argumentario de González Padrón, el residente en la vega, en el casco de la ciudad, es una persona abierta, que se dedica al comercio, que está en contacto con la industria y con el mundo exterior porque también se dedica a la exportación. El de la costa tiene otro perfil, es agricultor y ganadero de cabras y ovejas, que mantiene granjas porcinas, que cultiva tomates con agua salobre, tabaco o cebollas, ajos o alfalfa. Sin olvidar a los que viven más pegados al mar, los marineros que no solo faenaban de bajura, sino que se dirigían también a Fuerteventura y a África. El teldense de montaña, de frío, de bruma, de cultivos autárquicos, de subsistencia. El de Medianías, aunque parezca igual al de la Cumbre, tiene sus diferencias, completa este cuarteto made in Telde. El clima, la alimentación, el espacio en el que se mueven cada uno marca a fuego lento sus diferencias.
El conservador de la casa museo León y Castillo, no obstante, matiza y avisa de que estos arquetipos son los tradicionales, pero que han ido cambiando por los avances tecnológicos y de comunicación.
En su primer ejemplo de la diferenciación tradicional entre los propios teldenses, evoca el caso del residente en la cumbre del municipio. «El hombre de la montaña ve como el día amanece tarde, pero oscurece temprano, gran parte del día está entre neblina, frío y el chipi-chipi que no le abandona. Debe saber cómo enfrentarse a un territorio hostil para vivir, pero que por mucho esfuerzo que realice, sabe que nunca será rico. Procura tener muchos hijos para que ayuden y con una familia unida».
Su entorno es el de la falta absoluta de servicios, sin farmacias cercanas, con una escuela unitaria, donde no hay médico, donde no circula el dinero, donde tiene que apañar con lo que hay, donde no hubo luz hasta bien pasados los años 80. La carretera no existía y estuvieron abandonados a su suerte, donde dar a luz o tener una enfermedad se debe solucionar con los remedios naturales.
Este panorama, aclara Antonio González, ha cambiado y poco a poco irá suponiendo la uniformidad de los teldenses en sus modos y costumbres. «En los últimos años han mejorado la enseñanza, las comunicaciones, la llegada de la radio y de la televisión, la telefonía fija y la móvil han obrado la transformación de estos cuatro tipos de vecinos de Telde, aunque todavía quedan años para que la mayoría de los teldenses sean casi un único sujeto en sus gustos y vida».
La transformación de la costa
No solo van cambiando las circunstancias de los teldenses de la zona interior o cumbrera, también los de la costa o la ciudad han sufrido en sus carnes la transformación.
Y es el segundo ejemplo que pone el conservador de la casa museo León y Castillo. «La población de la costa de Telde ya no es de aparceros ni de labradores o de marinos. Hoy es una población de unos 30.000 habitantes, con una población por debajo de los 40 años, siendo la más joven del municipio». Pero la llegada de nuevos residentes merced a la construcción de los grandes polígonos residenciales de Las Remudas, primero, y de Jinámar, después, fue un cambio muy brusco para Telde y, según Antonio González, transformó para siempre a la ciudad.
Llegados de otros municipios e incluso del Sahara, como fue el caso de Las Remudas, supuso un aluvión de nuevos vecinos, con desarraigo, con problemas y cuyos primeros años se definieron por los conflictos. No es ese caso ahora.
Hay un tercer ejemplo, el de la población de Medianías. Es hombre de campo, pero tiene barniz veguero, de ciudadano del casco. «Vive a caballo entre el centro de la ciudad y la zona agrícola, pero tampoco es el cumbrero», apunta González, quien añade: «Ellos saben que pueden llegar al centro de la ciudad caminando y regresar a sus casas de la misma manera, con un servicio de guaguas desde los años 30 del siglo pasado, que sus hijos podían venir a estudiar al colegio Labor o al colegio de las Monjas o al instituto a estudiar».
Medianías y vega
El entorno también es distinto en las Medianías frente al de la Cumbre. Las fincas son mayores, no solo depende del agua de lluvia, sino que tienen regadío, el valle tiene una de las heredades más antiguas de Canarias e incluso mujeres que trabajan para casas del casco de la ciudad lavando la ropa de hogar y personal gracias al agua que corre por las acequias.
Otra característica de los vecinos de Medianías es que no son pastores como los de la cumbre, «ya que tiene a sus animales estabulados, en corrales, no sueltos por el campo». Como agricultores, los hombres del Valle eran los proveedores en sus huertas de las frutas y hortalizas al resto del municipio, «eran las gran despensa de Telde».
Por último, llega el turno de los vegueros, de los residentes en la antigua y fértil vega del municipio y que se ha transformado en zona residencial y emporio comercial.
Pero antes, González Padrón retrocede y apura un subtipo de medianero conforme a sus cultivos. Así, considera que el residente en Higuera Canaria, zona de cítricos, frente a Lomo Salas, Lomo Guinea y Lomo Bristol y allí lo que había era lentejas, garbanzo, trigo y centeno en sus cultivos.
El centro de la ciudad tiene también sus características diferenciadoras, enfatiza el cronista oficial. «Era una ciudad con una tarea administrativa -juzgados, médicos, registradores de la Propiedad, Ayuntamiento o cárcel en San Juan, pero en San Gregorio había tenderos, cines, farmacias, talleres, zonas de empaquetado, era una zona más burguesa. En San Juan, en las votaciones ganaban los conservadores, mientras que en Los Llanos lo hacían los republicanos federales de Franchy Roca, el PSOE, el Partido Comunista de España y los anarquistas o la izquierda republicana los burgueses».
Pero a partir de la década de los años 60 del siglo XX, con una explosión demográfica de gente que viene del norte y del sur de Gran Canaria y la agricultura cambia. La agricultura se torna en invernaderos, la industria cambia y se crean los polígonos industriales, con capital peninsular y con jefes foráneos con decisiones que se toman en Madrid.
El temor por la creación de la autopista, que podía aislar a Telde como hizo en su momento con Ingenio o Agüimes, pero que no ocurrió, o la gran circulación por Gando que ha ido cambiando también la actividad en Telde. Un sinfín de circunstancias que han hecho diferente a Telde, aunque terminará por uniformarlo al resto insular.
Fuente: http://www.laprovincia.es/ – Pedro Hernández