POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE TORREVIEJA
El teléfono, transmisor de la palabra, determinó que cientos y miles de kilómetros se reduzcan a un corto número de segundos.
¡Cuánto debemos a los que al cultivo de la ciencia se dedican, que investigando descubren lo que la naturaleza encierra y que puede ser utilizado por el hombre!
El teléfono, aparato científico, que hace vibrar al agente electricidad, produciendo el fluido de forma corriente y que canalizado nos proporciona la comodidad de comunicarnos a grandes distancias como si estas no existiesen.
Las ondas hertzianas de la radio, promotoras de la gran revolución en el mundo de la ciencia, a comienzos del siglo XX prestaban servicios de importancia aunque todavía soportaban grandes problemas.
En los años veinte del pasado siglo los estudios que se hicieron descubrieron el medio de utilizar la electricidad atmosférica y terrestre para producir trabajo mecánico haciendo de la entonces ‘Telemecánica’ un hecho.
La electricidad, enseñoreándose y dominando, paseaba su majestad por el basto campo de la ciencia no habiendo obstáculo que se opusiera a su paso y avance. Esos eran los polos de la potente pila de nuestro planeta, generador de las fuerzas que la naturaleza ponía al servicio del hombre.
El “teléfono eléctrico” local de las Salinas
En noviembre de 1902, el representante de las salinas de Torrevieja y de La Mata, Ángel Sanfeliú, presentó una instancia en el Gobierno Civil de Alicante solicitando permiso para establecer una línea telefónica particular para aquellas oficinas situadas en el paseo de Vista Alegre con las instalaciones extractoras de sal, junto a la laguna, para lo que tenía que cruzar la carretera de Balsicas, hoy llamada avenida de Gregorio Marañón, petición que autorizó el gobernador permitiendo el paso aéreo de los necesarios hilos conductores de electricidad para el funcionamiento de los primeros teléfonos de Torrevieja. Con esta instalación privada, Torrevieja contó con sus primeros teléfonos, aunque solamente sirvieran para comunicar los establecimientos salineros de la población.
El teléfono enlazado a la Red Telefónica Española
Tras las primeras pruebas realizadas, en el año 1902, con el teléfono local de las salinas, todavía debieron pasar algunos años para que realmente contara Torrevieja con otro medio de comunicación, el TELÉFONO, en lazando con la Red Telefónica Nacional.
A finales de 1921 ya se rumoreaba en Torrevieja que iba a tener servicio telefónico. Era indudable que, tarde o temprano, todos los pueblos fuesen impulsados por las corrientes del progreso, basado en la ciencia, que dejaba a su paso espléndidos beneficios. Al año siguiente, en 1922, Torrevieja contaba con servicio telefónico.
El miércoles <>18 de septiembre de 1935 se inauguró la Central Telefónica de la ciudad. Al acto de entrada en servicio acudió la corporación municipal al completo, junto con altas personalidades de la región; también estuvo presente el juez municipal, el jefe de la Guardia Civil, que conversaron por teléfono con el presidente del Consejo de Ministros, con el ministro de Comunicación y con el gobernador civil de la provincia. La inauguración dio fin con unas palabras del acalde Juan Samper, dedicadas a los que habían contribuido a la instalación del teléfono en la ciudad.
El teléfono automático
Mucho tiempo tendría que pasar hasta que comenzaran a instalarse los primeros teléfonos automáticos, allá por septiembre de 1973. En principio sólo para adornar las mesas de los nuevos abonados al servicio, primeros en poseerlos. Aún tendrían que pasar algunos meses, exactamente hasta el 19 de noviembre, para que quedaran enlazados a la red y que un modo progresivo e histórico nos uniría una poco al automatismo general.
A este adelanto contribuyó el desprendimiento de la familia de don Antonio Mínguez, (a) el Turbio, que regalaron el solar, situado en la calle Apolo, en donde se construyó el edificio de la nueva Central Telefónica Automática, cuya transacción gratuita había sido gestionada meses antes por el anterior alcalde Vicente García.
Aquel 19 de noviembre, el entonces alcalde Francisco Díez acudió al reluciente edificio acompañado por la corporación municipal, y demás autoridades civiles y militares. El cura párroco de la Inmaculada Concepción, Patrocinio Villagordo, bendijo las instalaciones. A continuación el alcalde fue el primer torrevejense que utilizó el nuevo servicio, para hablar con el gobernador de la provincia Benito Sáez, quien le felicitó por aquella importante mejora, pronunciando el alcalde las siguientes palabras:
“Señores:
Hoy es un día importante para la historia de nuestra ciudad. Al inaugurar estas magníficas instalaciones de la central automática, Torrevieja adquiere el rango que por derecho propio le corresponde en el mundo de las comunicaciones, dentro de nuestra provincia. El teléfono automático ya es una realidad, y no cabe duda que es un gran factor para el desarrollo de todo tipo de actividades, tanto comerciales, industriales, como turísticas. Nuestra ciudad venía aspirando a esta mejora, desde hacen mucho tiempo, pero una serie de circunstancias no lo han hecho posible hasta el día de hoy. Nos consta el interés que por parte de la Compañía Telefónica había en hacer realidad esta justa aspiración.”
Francisco Díez también dio las más expresivas gracias al director regional de la compañía y a todos los que han intervenido y han hecho posible esta realidad, así como al delegado provincial Ignacio Zamorano. También reconoció la labor de las señoritas telefonistas que hasta ese día atendían la antigua central soportando las impaciencias, los nervios y, a veces la falta de comprensión. Maruja Romero, la encargada, junto a su hermana Secundina; y García Sala y Carmen Hurtado Ruiz.
Desde entonces, noviembre de 1973, algunos añoraron la voz de amiga y afable de esas señoritas que al descolgar el teléfono decían: «¿Número?» Pero también se pensó en que se acabaron las a veces largas “demoras” en conseguir la comunicación con el número deseado.
A partir de esa fecha se pasó a marcar directamente el número telefónico en aquellas ruedas circundadas de agujeritos correspondientes a cada uno de los números (del 0 al 9) con los que ya se podía marcar y, asómbrense, directamente en cuanto descolgaran el otro aparato, empezar a la conversación
Entre mis recuerdos, todavía guardo en la memoria algunos de aquellos números: el 772, que era el de mi casa de soltero; el 123, que correspondía al comercio de droguería de mi padre; o el número 1, que pertenecía al de la fábrica de hielo ubicado en la calle Orihuela, y así otros muchos. Pasaron los números a ser más largos, de seis cifras, habiéndoles que anteponer dos o tres cifras más –el “prefijo”- cuando se realizaba la llamada a otra provincia, y tuvieron que pasar muchos años para llegar a la era del teléfono móvil y de internet. Son otros tiempos.